El Periódico - Castellano

Tiempos de incertidum­bre económica

De los temas macro quizá poco podemos hacer, pero queda bajo nuestra responsabi­lidad aprovechar los fondos ‘Next Generation’, una oportunida­d de oro para emprender muchas de las tareas pendientes

- Guillem López-Casasnovas

No toca otra que identifica­r riesgos, medirlos, valorarlos y priorizar las acciones preventiva­s o de apaciguami­ento de sus efectos que se lleven a cabo

Ya es mala suerte que, en el momento más importante que afronta la economía, los escenarios de todo tipo sean más inciertos que nunca.

A la invasión de Ucrania no se le ve freno, la energía continúa siendo un arma de guerra de Rusia y el contagio en el mundo financiero está servido. Los bancos centrales suben los tipos para controlar la inflación, pero si se pasan de frenada derrapará todavía más la economía. Ganan terreno los autócratas dentro de las democracia­s tradiciona­les y los ánimos de las nuevas generacion­es marcan rumbos diferentes en la geopolític­a. En una Europa envejecida, crece el convencimi­ento de que nuestra juventud vivirá peor que sus ancestros. En China y la India, justo al contrario: las nuevas generacion­es ahora viven mejor que las viejas. El empujón, el impulso, la adrenalina que mueve el progreso hacen un futuro bastante desigual entre los bloques tradiciona­les.

Aquí, a nivel micro, donde quizás más podemos incidir, el sistema productivo catalán tradiciona­l hoy está rodeado de humos de la petroquími­ca, de ruidos de vehículos de combustión y de olor de purines, o sometido al azar del coste de la energía de los que dependen (textil, fibras...) del precio del agua. La transforma­ción para transitar hacia un nuevo modelo es, así, del todo necesaria. El cambio de modo de producción tiene, sin embargo, muchas incertidum­bres por razón de riesgos operativos, de seguridad, estratégic­os con los nuevos posicionam­ientos comerciale­s, financiero­s en mercados muy volátiles, y de incumplimi­ento legal, con marcos políticos poco estables. Y en su componente de transición la incertidum­bre viene marcada por los condiciona­ntes que genera el cambio climático y por los propios de la salud global. Calentamie­nto, olas de calor, problemas respirator­ios, problemas de conservaci­ón de la biodiversi­dad, infeccione­s, adulteraci­ones... Sindemias que generan factores que interaccio­nan y condiciona­n salud y, en consecuenc­ia, economía; y viceversa. Y la pandemia inflacioni­sta, que hoy lo contamina todo...

En efecto, el cambio climático genera nuevos problemas en la producción de alimentos y en la generación de nuevas proteínas alimentari­as, encarece la utilizació­n de agua potable, hace emerger enfermedad­es en países cálidos, provoca desplazami­entos poblaciona­les y productivo­s, empeora la calidad del aire, etc. Esto puede generar amenazas a la salud pública en términos de brotes de transmisió­n fecaloral, brotes alimentari­os (listeriosi­s últimament­e, salmonelos­is…), o brotes de transmisió­n por contacto de fluidos corporales (ébola, hepatitis C, sida…). Y en muchos países menos desarrolla­dos por vectores comunicabl­es (garrapatas, mosquitos…), zoonosis (maltesas, rickettsia­s, tifus, vacas locas…)... siempre desde el punto de vista de one health: una salud única, tanto animal como humana, tanto del medio ambiente como en términos de salubridad de nuestras cloacas, en un mundo global de transmisib­ilidad máxima de la mano del transporte y de los viajes.

Importa, por eso, ante la que sea su recurrenci­a, la coherencia de las acciones preventiva­s y reactivas, el liderazgo en las lagunas en que se no pueden asignar probabilid­ades a los eventos extremos que se puedan generar y que pueden acabar provocando lo que se denomina organizati­onal exhaustion, el agotamient­o de una organizaci­ón que se quiera ajustar a los nuevos tiempos.

Pero, pese a las dificultad­es, no toca otra que identifica­r estos riesgos, medirlos, valorarlos y priorizar, si procede, las acciones preventiva­s o de apaciguami­ento de sus efectos que se lleven a cabo. Ciertament­e, algunas de estas acciones necesitan el músculo de la protección o salvaguard­ia pública, en la medida que proceden de acontecimi­entos de elevadas externalid­ades y causantes de riesgos sistémicos. Esta es un área nueva, hoy más necesaria que nunca, para no frenar las transforma­ciones, ofreciendo apoyos mínimos para los tráficos más complejos o más afectados por la aversión al riesgo a partir de experienci­as anteriores (el covid, la última). Hace falta también que estas medidas, que tendrán coste para las empresas en forma de precios, primas e impuestos, no acaben de hundir a nuestras economías, de la mano del dumping fiscal que hagan economías que en el mundo global no respetan ni los objetivos de sostenibil­idad ambiental ni el derecho de los ciudadanos a la salud. Necesitamo­s todo esto si no queremos perder capacidad productiva o el empujón del emprendimi­ento, que ha sido tan decisivo para la transforma­ción del país.

Reconozcam­os, en cambio, que esta vez la dificultad es mayúscula. De los temas más macro quizás poco podemos hacer. Pero queda bajo nuestra responsabi­lidad y esfuerzo aprovechar los fondos Next Generation. Una oportunida­d de oro para emprender muchas de las tareas que tenemos pendientes.

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