Abierta la caja de Pandora
Cuesta hallar una sola decisión sobre Twitter que Elon Musk, su nuevo propietario, no haya acabado revirtiendo con celeridad.
«Tened en cuenta que Twitter hará muchas estupideces en los próximos meses. Mantendremos lo que funcione y cambiaremos lo que no». Elon Musk tuiteó esta advertencia tras hacerse con el control de la plataforma. Visto lo visto, parece obvio que las cosas que no funcionan están ganando por goleada a las que sí, dado que cuesta hallar una sola decisión que el magnate no haya acabado revirtiendo con celeridad.
En algún momento, Musk pensó que comprar Twitter era una buena idea. Hizo una oferta para hacerse con la red social del pajarito azul y, tras salvar las feroces reticencias de sus antiguos gestores, obtuvo luz verde para la adquisición. Pero entonces cambió de opinión y retiró su oferta. Después se lo repensó una vez más y acabó comprando. Y esta actitud errática no era más que un frugal aperitivo de lo que iban a depararnos sus primeras semanas como nuevo propietario de la plataforma.
Impaciente por recuperar su inversión, Musk se estrenó anunciando una cuota mensual de 20 dólares para las cuentas verificadas (aquellas en las que Twitter valida la identidad que aparece en el perfil de usuario). Recordando, no obstante, que en ocasiones la avaricia rompe el saco, no tardó en rebajar dicha cuota a ocho dólares. Se fijó un plazo para implementar esta medida, pero se incumplió. Y cuando por fin se hizo efectiva, fue tan solo para constatar que los principales interesados en pagar por tener una cuenta verificada eran precisamente los impostores deseosos de blanquear sus cuentas falsas. El pago por verificación se aparcó sine die.
Alegando que la empresa sufre pérdidas de cuatro millones de dólares diarios, también intentó propiciar su ansiada rentabilidad por el draconiano procedimiento de despedir a la mitad de la plantilla. Luego constató que se había pasado de frenada y tuvo que repescar a parte de los despedidos, pero intentó compensarlo imponiendo vía ultimátum un régimen de trabajo estajanovista a los afortunados que podían mantener su puesto de trabajo, cosa que provocó una notable desbandada de empleados altamente cualificados. Musk se ha visto forzado a reemplazarlos pagando salarios muy por encima de mercado.
En paralelo, se han empezado a difundir datos que evidencian una relajación extrema en la moderación de contenidos, con el consecuente incremento de los discursos de odio, la desinformación y otros mensajes tóxicos. Aunque Musk niega tal extremo, muchos anunciantes han huido despavoridos de la plataforma, lo cual el potentado atribuye a la presión de activistas poco respetuosos con la libertad de expresión. Lo cierto, sin embargo, es que –a pesar de los avances en el ámbito de inteligencia artificial– el control de los contenidos inadecuados es una labor que aún requiere un gran volumen de trabajo manual realizado por seres humanos. En consecuencia, si la plantilla se ve drásticamente diezmada (incluidos puestos clave como el de los responsables de la oficina de Bruselas que velaban por el cumplimiento específico de la normativa europea en esta materia), la capacidad
Musk anunció la creación de un consejo de moderación de contenidos