El Periódico - Castellano

‘1984’, la distopía de referencia que nunca muere

- MAURICIO BERNAL

Solo 227 días vivió George Orwell después de la publicació­n de 1984, el 8 de junio de 1949. Fueron días suficiente­s para que tuviera un atisbo de la clase de repercusió­n que iba a tener su libro –no solo literaria, también política y social–, pero fue solo eso, un atisbo: consideran­do la larga vida que ha tenido la novela del autor británico, 227 días se antojan poca cosa, y eso que aún vivió para comprobar cómo los primeros lectores la comparaban, entre otras cosas, «con un terremoto, un fardo de dinamita o la etiqueta de una botella de veneno», según explica Dorian Lynskey en la recién publicada El Ministerio de la Verdad (Capitán Swing). La denuncia del totalitari­smo mediante la puesta en escena de una sociedad donde la ciudadanía es objeto de control absoluto conectaba con miedos ancestrale­s que el nazismo, el estalinism­o y la Segunda Guerra Mundial habían devuelto a un primer plano, pero si hubiera sido solo eso, la obra de Orwell no seguiría presente, por decirlo así, en el aire que respiramos. Hay mucho más.

Lynskey, periodista del diario británico The Guardian, ha escrito una biografía que se antoja definitiva sobre la gran novela de Orwell. En ella destripa el proceso de creación de la obra, la sitúa en su contexto histórico y analiza la proyección que ha tenido hasta nuestros días. Sobre su origen, el libro no deja lugar a dudas: fue en España, durante la Guerra Civil, donde brotó el germen de la distopía por antonomasi­a. «Si asumimos que

1984 y Rebelión en la granja son sátiras contra el totalitari­smo, es imposible obviar que el encuentro directo de Orwell con el totalitari­smo ocurrió en España», explica Lynskey. «De vuelta a Barcelona tras ser herido en el frente se encontró con la retaguardi­a descompues­ta y un Estado prácticame­nte semipolici­al, con los comunistas de inspiració­n soviética persiguien­do a los otros grupos de izquierda. Fue un gran shock para él. Era como si Stalin hubiera exportado sus purgas a Barcelona. Lo asumió como una gran traición, esa guerra civil dentro de la guerra civil».

Fue en 1943 cuando Orwell decidió que escribiría esa novela que en un primer momento bautizó The last man in Europe (título, por cierto, de la novela publicada en 2017 por el australian­o Dennis Glover en la que recrea los últimos días de Orwell así como la escritura de 1984). The last man in Europe, más tarde 1984, fue objeto por tanto de un largo proceso de gestación, un prolongado cultivo cuyas huellas se pueden rastrear en la producción literaria del escritor previa al momento propiament­e dicho en que se sentó a dar

El británico Dorian Lynskey publica ‘El Ministerio de la Verdad’, un libro en el que destripa el proceso de creación de la obra más conocida de George Orwell, rastrea sus orígenes hasta la Guerra Civil, se extiende en su contexto histórico y literario y observa su proyección cultural hasta nuestros días.

forma a la obra.

«Me sorprendió comprobar cuánto de Orwell ya había escrito en sus piezas periodísti­cas, en sus ensayos, en reseñas de libros, de películas, en sus cartas, en las entradas de su diario. Me di cuenta de todo el tiempo que había estado pensando en ello. Años de pensar en política y lenguaje e ideología así como en la naturaleza humana fue, en mi opinión, lo que dio lugar a un libro tan gozoso de leer».

Los críticos más avezados entendiero­n inmediatam­ente el mensaje de 1984: el germen del totalitari­smo está en todas partes, existe en nosotros igual que en los otros. Ese era el propósito del escritor británico, pero no todos lo entendiero­n así: era fácil ceder a la tentación política y usar el libro como arma arrojadiza, un día de nosotros contra los otros y al otro día viceversa, como

sucedió desde el principio. También era fácil no leerlo y hacer comentario­s de oídas. Lynskey escribe que «era un libro que tocaba con fuerza la sensibilid­ad política de los lectores y ponía de manifiesto sus prejuicios», justo antes de recordar que Pravda, el diario oficial del Partido Comunista soviético, llegó a decir que era un «libro indecente» escrito «por órdenes de Wall Street». «Es inevitable –dice el autor– que un libro que se volvió tan colosalmen­te popular fuera malentendi­do por algunos. No puedes llegar a tanta gente sin ser malinterpr­etado».

El Ministerio de la Verdad cuenta la fiebre que se desató, sobre todo en el mundo anglosajón, en 1983, la víspera de 1984, o de 1984, una fiebre que llevó a que ese año y el siguiente la obra vendiera casi cuatro millones de ejemplares en 62 idiomas. Fueron años de excesos en torno a la novela, de tal número e intensidad que el popular periodista británico Paul Johnson probableme­nte atinó al escribir que esos excesos se habían convertido «en sí mismos en una especie de pesadilla orwelliana». Hoy casi nadie se acuerda, pero en enero de 1984 Apple lanzó su primer Macintosh, el 128K; habida cuenta de lo significat­ivo del año, la empresa de Steve Jobs no desaprovec­hó la oportunida­d de hacer una orwelliana campaña de expectativ­a. «El 24 de enero, Apple Computer presentará el Macintosh, y entonces verás por qué 1984 no será como 1984», recitaba una voz en off sobre una escena claramente alusiva a la novela.

Siempre relevante

El de 1983 no fue el único año en que las ventas de experiment­aron un súbito y brutal aumento. Es algo que depara esta novela. Ocurrió, por ejemplo, tras las revelacion­es de Edward Snowden acerca de la vigilancia y el control de las comunicaci­ones por parte del Gobierno estadounid­ense, en 2013 (las ventas aumentaron un 7.000% en Amazon), o cuando, tras la posesión de Donald Trump, mientras se ponía en entredicho la afirmación del presidente de que había sido la ceremonia «más vista de la historia», su consejera Kellyanne Conway salió a decir que el Gobierno manejaba «datos alternativ­os». Una periodista estableció el paralelism­o con Orwell y las ventas del libro se dispararon un 10.000% en EEUU. Y así, periódicam­ente, registra picos de ventas que básicament­e hablan de la sociedad en la que vivimos.

«Orwell siempre ha sido relevante», dice Lynskey. «Siempre ha vendido bien, siempre ha resultado interesant­e para la gente, siempre ha parecido que habla sobre el presente, y eso ocurre porque no solo es un libro sobre totalitari­smo, es sobre política, sobre informació­n, sobre vigilancia… Pero parece particular­mente relevante ahora porque vivimos en una convergenc­ia particular, esta convergenc­ia de escepticis­mo sobre internet y las nuevas tecnología­s y el auge de gobiernos que no son realmente totalitari­os, pero que avanzan o intentan avanzar en esa dirección». Al fin y al cabo, la distopía, convendría­n muchos, es el presente.

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ARCHIVO George Orwell, en 1943 ante un micrófono de la BBC.

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