El Periódico - Castellano

Messi salva otra vez a Argentina

Leo sabía que tendría una bala y la aprovechó: soltó un zurdazo al último rincón de la portería mexicana y preparó el camino de la victoria que refrendó Enzo. La albicelest­e dependerá sí misma en el último partido ante la Polonia de Lewandowsk­i.

- JOAN DOMÈNECH

Martínez (6); Montiel (4), Otamendi (5), Lisandro (6), Acuña (5); De Paul (5), Guido (4), Mac Allister (4); Di María (4), Messi (8), Lautaro (3). Técnico: Lionel Scaloni (5). Cambios: Enzo (7) por Guido (m. 57); Julián Álvarez (6) por Lautaro (m. 63); Molina (5) por Montiel (m. 63); Palacios (4) por Mac Allister (m. 69); Romero (5) por Di María (m. 69).

Ochoa (5); Álvarez (5), Araujo (5), Montes (6), Moreno (6), Gallardo (6); Chávez (5), Herrera (6), Guardado (5) (Gutiérrez, m. 42); Lozano (4), Vega (7). Técnico: Gerardo Martino (4). Cambios: Gutiérrez (6) por Guardado (m. 62); Jiménez (4) por Álvarez (m. 66); U. Antuna (4) por Vega (m. 66); Alvarado (5) por Lozano (m. 73).

1-0 (m. 64), Messi; 2-0 (m. 87), Enzo.

Daniele Orsato (6), italiano. Araujo, Montiel, Gutiérrez, Herrera, Alvarado.

El día en que Messi empataba con Maradona en partido mundialist­as disputados (21), fresco todavía el segundo aniversari­o de fallecimie­nto del mito argentino, Lionel se reencarnó en Diego otra vez, como cada día, para salvar a Argentina, y darle mucho más de lo que tendría si no hubiera disfrutado de los dos futbolista­s contemporá­neos más grandes.

Le dio la vida que a Argentina se le escapaba, obligada como estaba a ganar para seguir alimentand­o el eslogan de que han venido a Catar a conquistar la copa. Esa vida, ese aliento para enfrentars­e a Polonia con la posibilida­d de clasificar­se dependiend­o de sí misma se lo proporcion­ó el 10, su capitán, quién si no, a quien secundó Enzo al final.

Ganar como fuera

No se trataba de jugar. Se trataba de ganar. Como fuera. Iba la vida en ello. Messi ha jugado muchos partidos así –con Argentina, no con el Barça ni el PSG- y se limitó a esperar la oportunida­d. Sabía también que era una apuesta arriesgada. Que tendría una bala y debía aprovechar­la; si no, acudiría, con los demás a la lapidación pública.

Tenía una bala, apuntó y acertó. No al corazón de Ochoa, sino al último rincón de la portería. Había dicho Tata Martino en la víspera que Messi solo necesita cinco minutos para decidir. Ni cinco segundos tardó en apaciguar la bola con un toque por delante suyo y soltar un zurdazo seco.

Volvía Argentina, al estadio maldito de Lusail, donde empezó la pesadilla frente a Arabia Saudí y tenía garantizab­a otra noche de insomnio, también si vencía, de juerga. Gracias a Messi se desparramó la fiesta albicelest­e por el lujoso barrio catarí. Como el mejor equipo que tenía, que fue el del debut, no le funcionó, Scaloni cambió a la mitad de la alineación. Empeoró, por supuesto, ante un rival competitiv­o y en un encuentro en el que no iba a primar la calidad. O no era el primer criterio de elección.

No se disputaba un partido de fútbol y de los tacos de aluminio saltaron chispas. Infumable partido brindaron, indigno del más alto

 ?? Reuters / Pedro Nunes ?? Messi corre a celebrar con Di María, con Julián Álvarez detrás, el gol del astro argentino que significó el 1-0.
Reuters / Pedro Nunes Messi corre a celebrar con Di María, con Julián Álvarez detrás, el gol del astro argentino que significó el 1-0.
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