El sueño de Irán
Si los jugadores de las selecciones en el Mundial de Catar tienen miedo a una tarjeta amarilla por lucir un brazalete arcoíris, imaginemos ahora el temor de las mujeres iraníes que salen a la calle sin velo, en afrenta directa al gobierno teócrata de los ayatolás. A diferencia de los estadios del emirato, las protestas en las calles de Teherán, Mashad o Isfahán se cierran con violencia por parte de los guardianes de la revolución, continúan con torturas y violaciones en las cárceles y en más de un centenar de casos con la muerte. Pero las mujeres siguen saliendo a la calle, sueñan con una democracia secular o tal vez solo con lograr una apertura del régimen que les permita vivir en igualdad con los hombres. Muchos de ellos apoyan esta rebelión silenciosa, como los jugadores de la selección de Irán que se negaron a cantar el himno.
Irán está viviendo la revuelta interior más importante desde la revolución contra el Sha en 1979, un levantamiento que acabaron capitalizando los ayatolás. A diferencia de aquella, los comercios y las tiendas de los bazares han cerrado solo ocasionalmente, cuando creían que su mercancía podía peligrar como consecuencia de manifestaciones y tumultos. Si bien los comerciantes del bazar fueron cruciales en el 79 para acabar con el régimen, ahora hay incertidumbre ante una revuelta con la que quizá simpatizan porque viene del clamor de las mujeres, pero no se intuye todavía ni una dirección ni un liderazgo claro que permita pensar en acabar con el régimen. Parece que el camino no es reversible, aunque las protestas se calmen un tiempo, habrá más. Pero puede acabar también en una deriva similar a la guerra civil en Siria, que comenzó como una protesta pacífica. Todo depende de cómo perciba la amenaza un gobierno teocrático que ha dejado de funcionar desde hace tiempo para la clase media iraní. Por eso recupera la amenaza nuclear, para buscar la confrontación directa con Occidente y reprimir a quien se revele como enemigo del Estado. Y por eso también al mundo le conviene actuar con mucho tacto para evitar que el sueño de las mujeres de Irán acabe en pesadilla de todos.
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