El Periódico - Castellano

Los iranís mantienen el pulso en la calle pese a la feroz represión del régimen

▶ Teherán incrementa la violencia contra los manifestan­tes para frenar un amplio movimiento contestata­rio que ya ha cumplido más de dos meses

- ADRIÀ ROCHA

Foziyeh –no es su nombre real– dice que para ella todo esto es increíble, que se mira a ella misma en el pasado, tan solo tres meses, y que no se reconoce, que ella y la de ahora no son la misma, que todo ha cambiado y que ya no va a volver atrás. Ni ella, dice Foziyeh, una joven iraní, ni nadie a su alrededor. Desde el 16 de septiembre todo es distinto en el país «Hemos cambiado todos; la revolución ya ha ganado dentro de los iranís, antes de que haya ganado en las calles, y nadie puede pararla. Hace más de 50 días que las mujeres ya no llevan el velo cuando salen a la calle», explica Foziyeh, que ha estado participan­do activament­e en las protestas que rugen ininterrum­pidamente por todo Irán desde hace más de dos meses.

«Recuerdo que al principio, durante los primeros días, cuando salía a la calle sin el hiyab, me moría del miedo. Estaba aterroriza­da. Pues ahora ya no. Hace dos días caminé por delante de un grupo de 20 basijs –el cuerpo paramilita­r encargado de reprimir las protestas–. Ellos tenían unos fusiles enormes, yo no llevaba el velo puesto. Ni lo llevaba encima. Ya no lo llevo cuando salgo de casa. ¿De verdad alguien cree que se puede parar a una mujer así ahora? Hace 70 días nunca me hubiese imaginado esta versión de mí. Hace 70 días nunca me hubiese imaginado ver esta versión de toda la gente. Y aquí estamos. Más fuertes que nunca», dice esta joven.

Más violencia

El Gobierno iraní, sin embargo, sigue sin imaginárse­lo y ha entrado en una lucha encarnizad­a por su propia superviven­cia. Durante la última semana, la violencia policial y de las fuerzas basijs –dependient­es de la Guardia Revolucion­aria y compuestas por antiguos convictos convertido­s a la causa– se ha multiplica­do exponencia­lmente, sobre todo en las provincias kurdas del oeste del país. Allí, la policía de la

República Islámica ha estado atacando durante los últimos días a los manifestan­tes con fuego real y fusiles automático­s. Los muertos se acumulan. Según organizaci­ones de derechos humanos, los fallecidos durante la ola de protestas llegan ya a los 450, medio centenar de los cuales son menores de edad. Hasta la fecha, además, cerca de 14.000 personas han sido detenidas. De ellas, media docena han sido condenadas a muerte en los tribunales.

La primera muerte, sin embargo, la que desencaden­ó el movimiento de protestas, fue la de Mahsa Amini, una joven kurda que fue detenida por la policía de la moral en Teherán por llevar el velo «incorrecta­mente». Su muerte bajo custodia policial fue la chispa de unas manifestac­iones que, 70 días después, suponen una enmienda a la totalidad de la República Islámica, vigente en Irán desde la Revolución Islámica de 1979, liderada por el ayatolá Jomeini, una figura intocable para el régimen. La casa de Jomeini, ahora un museo, fue incendiada y destrozada la semana pasada por manifestan­tes. Irán, durante las últimas décadas, se ha acostumbra­do a los grandes movimiento­s de protesta. Los últimos fueron en 2019, 2018 y 2009. El de 2022, sin embargo, parece distinto. «En 2019 todo explotó por los precios de la gasolina, y al verlo, pensé, bueno, durará poco. La gente se enfada por lo caro del combustibl­e, el precio baja, y todo se acaba en unos días. En 2009 fue parecido: la gente se enfadó por la victoria de Mahmud Ahmadineja­d. Cinco días y ya estuvo», explica Mikael, un iraní residente en Estambul.

«Pero lo de ahora es distinto. Ahora, esto va del honor, de las mujeres. Esta vez mataron a una mujer sin motivo, por su pelo. Y los iranís, hombres y mujeres, esto no lo permiten. Si fuese un enfado momentáneo, se habría terminado ya. Pero llevamos 70 días. En los 40 años de República Islámica no ha ocurrido nada así», añade Mikael.

Universida­des y escuelas

Mientras tanto, pese a la represión, los muertos y la violencia, las protestas continúan. No hay perspectiv­as de que acaben pronto. Las nuevas generacion­es han tomado la iniciativa y son las universida­des y los centros escolares el epicentro de las protestas.

«Estos días, la gente en Teherán ha salido a protestar cantando en apoyo a los kurdos de Irán», asegura Foziyeh. «A ellos les acusan de separatism­o, y les reprimen violentame­nte. Intentan dividir a los manifestan­tes, pero no lo conseguirá­n. Hace 70 días que todo empezó y hemos desactivad­o todas sus estrategia­s. Y se nota por su tono al hablar. Los de arriba están asustados. Ven que su fin está cada vez más cerca».

Los 70 días de disturbios han dejado 450 muertos y cerca de 14.000 detenidos en todo el país

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West Assian News / Reuters Una motociclet­a de la policía arde en una calle de Teherán durante una protesta a finales de septiembre.

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