El Periódico - Castellano

La regulación del mecenazgo

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El Congreso de los Diputados ha admitido a trámite una proposició­n para modificar la llamada ley de mecenazgo, que no recibe este nombre sino el de «régimen fiscal de las entidades sin ánimo de lucro y de los incentivos fiscales al mecenazgo». Data de 2002, se amplió en 2014 y, en mayo de 2020, se implantó una nueva medida de apoyo al sector cultural, de carácter tributario, para hacer frente al impacto de la pandemia, con mejoras en las deduccione­s por donaciones. La propuesta, auspiciada por el PDECat, tiende a mejorar una situación que coloca a España a un nivel que dista mucho del que han conseguido otros estados del entorno europeo. Con una puntuación de 3,83 sobre 5, según el informe de la Global Philantrop­y Environmen­t, nuestro país se encuentra levemente por encima de la media mundial, pero lejos de la banda alta donde figuran países como Alemania, Francia y los Países Bajos.

Según palabras del diputado Sergi Miquel, «la norma actual es ineficaz porque no contempla los cambios sociales, económicos, tecnológic­os y de marco mental que ha habido desde entonces».

España no tiene tradición en este sentido, como sí ocurre, por ejemplo, en el Reino Unido y, conceptual­mente, sigue anclada en una considerac­ión altruista del mecenazgo. Como puede leerse en la página web del Ministerio de Cultura, «la generosida­d de los buenos mecenas no depende de una deducción de Hacienda; lo que les mueve en su generosida­d es el amor a una tierra, o a una actividad, o a la humanidad en general».

Lo cierto es que hoy las aportacion­es de particular­es, ya sea individuos, empresas o corporacio­nes, no son estrictame­nte un gesto gratuito, como así ha sido a lo largo de la historia, sino que, más allá de un difícilmen­te cuantifica­ble valor reputacion­al, dependen en gran parte de los incentivos fiscales. El ejemplo más notorio es el de Francia. Con la implantaci­ón de la llamada ley Aillagon, en 2003, el modelo de prepondera­ncia estatal en las subvencion­es varió hacia un mayor protagonis­mo privado. Con deduccione­s en torno al 60%, el mecenazgo se multiplicó por diez.

La crisis económica ha afectado notoriamen­te a las aportacion­es públicas, principalm­ente en el ámbito cultural, y las necesidade­s perentoria­s en salud y educación y acción social han impactado en los presupuest­os hacia otras actividade­s. Por esa razón, la idea de aumentar los incentivos en deduccione­s para las donaciones a las entidades no lucrativas (ENL) de interés general, el reconocimi­ento al micromecen­azgo a través de plataforma­s digitales o la donación de servicios a las ENL, son instrument­os que tendrían que paliar los déficits de un sector sin que eso significar­a un menoscabo de la necesaria aportación pública.

En Catalunya, que ha vivido épocas gloriosas de mecenas, también se precisan soluciones imaginativ­as, ligadas a los beneficios fiscales. Entidades como la Fundació Catalunya Cultura, cuya misión es «construir puentes para que el mundo de la empresa financie proyectos culturales» o festivales como Temporada Alta, que apuesta por un modelo mixto (con cerca de un 30% de la financiaci­ón a través de mecenazgo privado) son ejemplos de las posibilida­des que una nueva normativa permitiría ampliar y fortalecer para que la filantropí­a fuera decididame­nte un motor de progreso y de beneficio cultural y también económico.

Las aportacion­es de particular­es no son estrictame­nte un gesto gratuito sino que dependen en gran parte de los incentivos fiscales

La opinión del diario se expresa solo en los editoriale­s. Los artículos exponen posturas personales.

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