El Periódico - Castellano

Jugador de aire, pierna de gol

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Es mejor no fijarse tanto en el marcador. Es mucho más nutritivo, cuando se empata ante uno que fue imbatible, fijarse en el juego, en la manera de dominar la pelota para hacer arte de lo que es propiament­e fútbol, que darle vueltas al resultado.

El resultado de este partido que enfrentó a España con Alemania arrojó un episodio insólito que no subió al marcador, porque explica más la calidad que los goles. El equipo de Luis Enrique (en el que, tal como se movió, también jugó Luis Enrique) dominó la posesión, y eso se explica sobre todo por una línea de voluntad que construyó juego como Velázquez dibujaba Las Meninas antes de acabar la pintura. Pedri, sobre todo, y Busquets, con su arrojo tranquilo de veterano de tanta batalla, convirtier­on el juego de la Roja en una especie de sinfonía sin fisuras que sirvió a la línea de ataque la oportunida­d de elegir cómo hacer el milagro de diluir la acorazada defensa alemana.

Sintonía perfecta

Pero existió la defensa alemana, que antes del partido se considerab­a un punto flaco de los herederos de Beckenbaue­r. La creación de juego, esa sinfonía, tenía en Busquets el pulmón de los veteranos, que saben por dónde se mueve el contrario, mientras que Pedri, que se maneja como si fuera de aire, dominaba las recuperaci­ones que convirtió en ataque. Olmo estaba como parte principal de esa sintonía perfecta. El resultado de esas combinacio­nes solo fructificó cuando entró Morata en el campo. Este es un futbolista que está en el césped como quienes esperan por fuera del Museo del Prado a ver cuándo exhibe la ilustre galería la oportunida­d de entrar en un cuadro perfecto. Y ese cuadro vino de una combinació­n que parecía hecha precisamen­te para este jugador movible que tiene siempre el gol en la punta de la lengua.

Se movió como un lince Morata, y pintó un gol precioso, de esos que enseña Messi en la escuela de la historia. Es un gol debido a la calidad, naturalmen­te, pero también a la naturaleza general de entusiasmo que España exhibió frente a la selección que, se decía en tiempos, siempre era fija en las victorias. Luego regresó Alemania a su pundonor de antaño, Nico Williams aportó por la banda un refresco para los pedris del otro y al fin Alemania se salió con la suya. Vaya por Dios. Es cierto que esa manía funesta de jugar el balón hasta en la raya de gol conspiró para que en casa sintiéramo­s que Unai Simón iba a tener un disgusto, pero ese disgusto del empate tuvo una virtud: despertar a la Roja, que se puso alerta y pudo ganar la batalla.

Como héroes contemporá­neos del fútbol antiguo, ni se rindió Pedri ni se rindió Busquets, a los que vino a auxiliar Balde en las escaramuza­s finales. Los dos, el joven y el veterano, dieron una lección en la que sobresalió, sobre todo, el aire, esa exhibición de pulmones bien administra­dos que pusieron en jaque a Alemania y permitiero­n un concierto cuyo porcentaje de dominio es mucho más que un resultado, es la realidad de una esperanza.

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Fassbender / AFP Pedri busca el pase en presencia de Kimmich.
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Juan Cruz

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