Aplausos bajo el agua
He estado atento a todas las cumbres del clima. Estoy en condiciones de establecer un modelo que se reproduce en cada COP
No sé si alguien ha pensado en dejar de organizar cumbres. Quizás nos haría despertar del letargo
A lo largo de los últimos años, he estado atento a todas las cumbres del clima que se han convocado. Estoy en condiciones de establecer un modelo de actuación, un esquema que se reproduce en cada una de las COP. Creación de expectativas. Balance de los expertos sobre la absoluta necesidad de establecer medidas urgentes. Llegada de delegaciones internacionales. Largas sesiones de debate. Manifestaciones alternativas. Aparición de algún personaje popular que clama contra el efecto invernadero. Uso intensivo del adjetivo «maratonianas», en referencia a las reuniones para llegar a un acuerdo. Acuerdos menores o insuficientes o teóricos o genéricos a altas horas de la madrugada. Y regreso de las delegaciones a su punto de origen. A este menaje del altar de la conciencia ambiental, debemos añadir frases grandilocuentes (normalmente pronunciadas por el secretario general de
Naciones Unidas, con tono compungido), mensajes pensados con cuidado que servirán para los titulares de la prensa del día siguiente, jugadas maestras o movimientos de timba de póquer y técnicos y funcionarios en mangas de camisa empeñados en la redacción de aquellos acuerdos de mínimos, que cada vez son más mínimos.
Y, después, como ha ocurrido en la cumbre de Sharm el Sheij, enormes ejercicios de camuflaje del fracaso, colosales maniobras orquestales en la oscuridad de la literatura gris de la hipocresía burocrática. Las propias Naciones Unidas hablan «de acuerdo decisivo para proporcionar financiación por pérdidas y daños a los países vulnerables». Y el secretario ejecutivo por el Cambio Climático anuncia «un resultado histórico» porque resulta que «se ha determinado el camino a seguir en una conversación que ha durado décadas». Luego compruebas que el camino es «establecer un fondo específico» que los gobiernos tendrán que concretar en «un comité de transición que hará recomendaciones sobre cómo poner en marcha los acuerdos de financiación del fondo específico».
Reconozco que hay que tener muchos másteres en diplomacia y mucha experiencia en newspeak, la neolengua de Orwell, para poder redactar un comunicado donde resuenan los aplausos y fanfarrias bajo el océano de la más absoluta inanición. No sé si alguien ha pensado en dejar de organizar cumbres de este tipo. Quizás sería una noticia que, esta sí, nos haría despertar del letargo anual. Liberados de la presión ambiental (en todos los sentidos) podríamos dedicarnos a diseñar un bello y fantasmagórico protocolo de los funerales.
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