El Periódico - Castellano

Estudiando a Pablo Iglesias

- Albert Soler

Una ministra haciendo pucheros en el banco azul porque lo que le han dicho está feo es un quiero y no puedo. Si de verdad pretende Irene Montero que la gente olvide su última chapuza con la ley del solo sí es sí, debería haberse puesto a llorar como una doncella ultrajada, con un simple amago de soltar la lágrima no vamos a ninguna parte. Ni siquiera creo que los jueces se apiaden de ella y dejen de rebajar las penas a los condenados en firme, si era ese el objetivo.

Al parecer, el sorprenden­te motivo de su tristeza fue que la acusaron de haber estudiado en profundida­d a Pablo Iglesias. Estudiar a alguien en profundida­d no tiene nada de malo ni de ofensivo, sé de gente que ha estudiado en profundida­d a Kant, de otros que han hecho lo propio con Sartre, y yo mismo tengo a Julio Camba estudiado también bastante profundame­nte. No me voy a poner a llorar si alguien me acusa de ello, más bien al contrario. Claro que otra cosa es estudiar profundame­nte a Pablo Iglesias, ya que en ese caso hay muy poco que estudiar, no parece hombre muy profundo, más bien al contrario, se diría que es del todo superficia­l. Supongo que los mohínes de la ministra se deben precisamen­te a eso, a que la acusen de estudiar a un tipo insustanci­al, y encima –en el colmo del machismo– un hombre. A ella lo que le hubiera gustado es que en el Congreso la acusaran de estudiar a Simone de Beauvoir, suponiendo que sepa quién es. O por lo menos a Corín Tellado, que de algo le suena. ¿Pero a Pablo Iglesias? No es extraño que se lo tomara a la tremenda, a Pablo Iglesias se le tiene estudiado en dos minutos.

O tal vez el motivo real del berrinche fue que le dijeran que el estudio de Pablo Iglesias era su único mérito, como si no tuviera ningún otro. Lo que debería haber hecho la ministra, en lugar de pillar una rabieta, era exhibir el listado de todos aquellos que han sido objeto de su estudio, demostrand­o así que no ocupa el cargo por haber estudiado solamente a Pablo Iglesias, sino que sus ansias de conocimien­to van mucho más allá.

De todas formas, acusar a Montero de estudiar cualquier cosa no deja de ser un elogio exagerado, no parece la ministra muy dada al estudio, ni siquiera de Iglesias.

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