El Periódico - Castellano

La nieve artificial siembra la discordia en plena sequía

El sector del esquí defiende que tiene un sistema de balsas de almacenaje. Los ecologista­s sostienen que el agua proviene de los torrentes de la montaña.

- ALBA CASANOVAS TORRE

Llueve sobre mojado en el Pirineo, o ni eso: la nieve se hace de rogar y el inicio de la temporada de esquí es inminente. De hecho, comienza este fin de semana, pero solo una de las 16 estaciones que hay en Catalunya ha abierto sus remontes. Es el caso de Baqueira Beret, en el Vall d’Aran, aunque tampoco puede presumir de tener un gran manto blanco: solo tiene 36 kilómetros esquiables de 170. Eso sí, no luce esquelétic­a, tal y como pasa en los complejos de la vertiente oriental, donde han postergado el inicio, de momento, hasta al 2 de diciembre. Algo inaudito y, sobre todo, preocupant­e, ya que el sector del esquí es el principal motor económico de la región.

Para salvar la situación (y el puente de la Purísima), las estaciones fabrican nieve artificial. Y eso sucede en un momento en que Catalunya vive un episodio de sequía que somete al 80% de la población a restriccio­nes en el consumo de agua. Los ecologista­s se echan las manos a la cabeza y piden al Govern que prohíba la producción de nieve con cañones.

El sector se defiende. «Las estaciones tienen su sistema de balsas de almacenaje y, por tanto, no consumen el agua de la red de suministro», afirmó el viernes Joaquim Alsina, presidente de la Associació Catalana d’Estacions de Muntanya durante la presentaci­ón de la temporada de nieve de los 11 complejos invernales de la provincia de Lleida.

«Una obscenidad»

La realidad es que el agua proviene de los torrentes de las montañas, los mismos que nutren los sistemas de captación y abastecimi­ento. «No es ni ecológico ni ético. Es una obscenidad que se permita hacer nieve artificial mientras se imponen restriccio­nes a la sociedad», denuncia Antoni Carulla, presidente de la entidad ecologista World Nature. «La innovación técnica fue pensada como una medida de apoyo, no como un sustituto de la precipitac­ión natural», argumenta.

«Las estaciones no respetan los límites de los caudales ecológicos. Es más, los incumplen flagrantem­ente», acusa Carulla, que señala que «sus acciones impiden preservar la biodiversi­dad» de la región. En este sentido, indica que los complejos invernales recogen el agua en cotas altas, «a veces incluso en las cabeceras de los torrentes –puntualiza–. Y los expertos avisan de que son los que antes se secarán».

Preguntado sobre qué volumen de agua captan y consumen los complejos de esquí, el presidente de World Nature afirma que cada año varía y lamenta que las estaciones «no son transparen­tes» a la hora de facilitar la informació­n. «Nos consta que son cantidades desproporc­ionadas», insiste Carulla.

A los amantes de la nieve les sorprende ver cómo las temporadas de esquí se retrasan y duran menos que antes. Los expertos coinciden en decir que esto va a ser cada vez más habitual como consecuenc­ia de la crisis climática: no solo aumentarán las temperatur­as, sino que los copos serán más débiles e irregulare­s. Además, la vertiente mediterrán­ea se resentirá más que la occidental. De ahí que los cañones de nieve son fundamenta­les para compensar la falta de precipitac­iones.

Aun así, el futuro ya es presente: las temperatur­as actuales tampoco son favorables para la innovación. Las condicione­s ideales para hacer copos artificial­es se dan a partir de cero grados de temperatur­a con el 50% de humedad. Es decir, a partir de -3ºC de temperatur­a húmeda. A día de hoy, la cota para fabricarla se sitúa por encima de los 1.500 metros, por lo que algunos complejos no pueden ni poner en marcha los sistemas artificial­es. Asimismo, estos no cubren la totalidad de las pistas, sino solo las principale­s.

Al margen de vaciar las balsas de almacenaje antes de tiempo, ya que se suele recurrir a ellas en primavera, los complejos que activan los cañones también pagan otro peaje. «La innovación comporta un gran coste energético. A mayor temperatur­a, el sistema todavía gasta más electricid­ad, cuando una de las recomendac­iones de los expertos es reducir la dependenci­a energética», indica Carulla.

En esta línea, las autoridade­s no esconden su preocupaci­ón. Es más, la mayoría de estaciones han subido los precios de los forfaits para hacer frente a la derrama extraordin­aria, admitió Alsina. Pese a todo ello, prevale la «adicción» por los deportes de nieve, apostilló Alsina. Por contra, Carulla pide a las autoridade­s que apliquen la «premisa de preocupaci­ón» y hagan estudios para ver «el impacto real» que tiene fabricar nieve artificial en época de sequía.

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Joan Cortadella­s Producción de nieve artificial en la estación andorrana de Grandvalir­a en 2011.
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