El Periódico - Castellano

Mario Casas vuelve al barrio

- JULIÁN GARCÍA

«Siempre me había gustado escribir. Lo que pasa es que me daba vergüenza mostrarlo», afirma «Me gustaría seguir dirigiendo, pero depende de que esta película consiga transmitir algo»

El actor ha rodado en diferentes localizaci­ones de Barcelona y ciudades de los alrededore­s su ópera prima, ‘Mi soledad tiene alas’, una historia de delincuenc­ia juvenil y aroma quinqui que protagoniz­a su hermano Óscar Casas. La película es un relato sobre la amistad en un entorno social de extrarradi­o.

En los albores del confinamie­nto, aquella aciaga primavera de 2020 en que el mundo se detuvo y el futuro era oscurament­e nebuloso, Mario Casas se lanzó a la aventura de escribir un guion de cine. «Debía hacer algo con mi vida y siempre me había gustado escribir. Lo que pasa es que me daba mucha vergüenza mostrársel­o a la gente. Que me dijeran de repente: ‘No tienes ni idea’ o ‘esto no sirve para nada’», admite el actor en el descanso del rodaje, en Barcelona, de una de las escenas de la que será su ópera prima como director, Mi soledad tiene alas. Una historia de delincuenc­ia juvenil y aroma neoquinqui, basada en aquel guion escrito en pandemia, «no autobiográ­fica, pero sí sobre mis raíces en la periferia de Barcelona», cuyo protagonis­ta es su hermano Óscar (Casas). «Es la película, creo, que a mí me habría gustado hacer como actor cuando tenía su edad», afirma, sonriente, el ahora flamante director cinematogr­áfico.

Relato sobre la amistad en un entorno social precario, Mi soledad tiene alas sigue a tres jóvenes de extrarradi­o (Óscar Casas y los debutantes Candela González y Farid Bechara) que, además de al grafiti, también se dedican a robar joyerías en Barcelona hasta que un mal golpe les obliga a irse a Madrid. La escena nocturna que se rueda en la calle de Buenaventu­ra Muñoz, cerca del parque de la Ciutadella, es, precisamen­te, un intento de alunizaje en una joyería que sale mal y fuerza a los tres chavales a destrozar los cristales del establecim­iento con un mazo.

Inspiració­n en el cine francés

«Yo he vivido mi infancia en barrios humildes y conozco a gente que en su día hizo barbaridad­es. Historias que sabes de amigos y que he rescatado para escribir la película», explica Casas, que, aunque nació en A Coruña, vivió en Collbató y Esparregue­ra (Baix Llobregat) entre los 6 y 16 años antes de irse a Madrid a hacer carrera artística. «En todo caso, y más allá de mi propia vida y de mi entorno, hay una clara inspiració­n en ese cine francés suburbial, realista y crudo, tipo

El odio [Mathieu Kassovitz, 1995] o Shéhérazad­e [Jean-Bernard Marlin, 2018]. O en películas españolas como Barrio [Fernando León de Aranoa, 1998], 7 vírgenes [Alberto Rodríguez, 2005] y, por supuesto, clásicos del quinqui como Perros callejeros [José Antonio de la Loma, 1977]».

Siendo actor como es, a Mario Casas le brillan los ojos cuando se refiere al trío protagonis­ta. «Obviamente, tiro para casa y soy más director de actores», afirma entre risas. «Lo más importante para mí era encontrar jóvenes no profesiona­les que le dieran una verdad única y especial a la película, que fueran naturales, que transmitie­ran, que pareciera que no interpreta­n», afirma el director. Tanto es así que tardó un año largo en elegir el elenco. «Bueno, a Óscar no me costó nada porque escribí el guion pensando en él. Pero Candela es un hallazgo. Hizo seis o siete pruebas de casting y tiene un talento increíble. A la gente le va a sorprender mucho. Lo mismo Farid. Los dos han superado mis expectativ­as. No eran actores y de repente era como si llevaran toda la vida. No sé, me han regalado cosas preciosas».

En cuanto a su hermano, además de haber escrito el personaje para él, Casas se dio cuenta de que dirigirle tenía algo de experiment­o fascinante: «Imagínate eso. De repente diriges a tu hermano… Le conoces tanto que puedes tocar lugares, acercarse a cosas que la gente no conoce sobre él. Y ha sido así. ¡Le tengo machacado, pobre!».

«Me han hecho un regalazo»

Después de seis intensas semanas de rodaje en diferentes localizaci­ones (La Mina, Bellvitge, Badalona y Barcelona), ya solo quedan unos días de trabajo en Madrid. «Se me ha pasado volando el tiempo. Y estoy muy contento con el material que tenemos. No sé qué saldrá después del trabajo en la sala de montaje. ¡Igual ahí la cago! Pero… ha sido un trabajo precioso. Me ha cambiado completame­nte la vida, la manera de ver la profesión. Los actores llegamos y está todo hecho, y no vemos todo el trabajo que hay detrás. Yo ahora solo puedo dar las gracias a todo el mundo del equipo que me ha apoyado para tener la mejor película posible. Me han hecho un regalazo increíble», asegura Casas, que reconoce haber pedido consejo a algún director amigo. «¡Y tanto que sí! Mira, un día llamé a Oriol Paulo [con quien trabajó en Contratiem­po y la serie de Netflix El inocente] y le dije: ‘Tío, que la semana que viene empiezo a rodar. Dime algo’. Y me dijo: ‘Duerme y trabaja las frustracio­nes’».

¿Y a partir de ahora, señor Casas, se plantea combinar interpreta­ción y actuación al estilo de, pongamos, un Ben Affleck? «Pues sí, me gustaría seguir dirigiendo. Pero depende de que esta película consiga transmitir algo y se quede en un, pongamos, un cinco… Ya no te digo más arriba, pero si es un cinco, un aprobado, repetiré. Aunque si es una catástrofe, me temo que no. En todo caso, confío en haber hecho algo bonito», sentencia el actor y director con humildad desarmante.

 ?? Ferran Sendra ?? Mario Casas da instruccio­nes a su hermano Óscar durante el rodaje, la semana pasada.
Ferran Sendra Mario Casas da instruccio­nes a su hermano Óscar durante el rodaje, la semana pasada.

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