El Periódico - Castellano

Reloj, no marques las horas

- Josep M. Fonalleras

Uno de los análisis más habituales entre los comentaris­tas del Mundial es diversific­ar las caracterís­ticas de los árbitros entre dos opciones: los de «la vieja escuela» y los más proclives a seguir las nuevas directrice­s de la FIFA. Se refieren, especialme­nte, al tiempo añadido. En muchos de los partidos disputados hasta ahora, hemos visto cómo sumaban tantos minutos al tiempo reglamenta­rio que el extra se llegaba a parecer a la primera mitad de una prórroga encubierta. Pero también ha habido encuentros normales, es decir que no han excedido de los cinco minutos suplementa­rios, aunque cinco ya son mucho en relación a lo que estábamos habituados. Se empieza a instalar pues (ya que el Mundial también funciona como banco de pruebas de criterios arbitrales) la idea que los partidos tenderán a ser más largos de lo que solían.

El hecho que la calificaci­ón técnica se concrete en un ser «de la vieja escuela» (casi como un sinónimo de anticuado) implica que la novedad temporal puede no ser solo una moda pasajera de este Mundial tan raro, sino que el criterio va a consolidar­se en las competicio­nes domésticas. El gesto de alzar la mano izquierda y señalar el reloj de pulsera con la derecha, de forma concluyent­e y amenazador­a, dejará de ser un brindis al sol para convertirs­e en una amenaza cierta.

Debe ser por eso (o porque el Mundial tiene otras reglas, consustanc­iales a su esencia, un material condensado, la espesa acumulació­n de momentos críticos) que los futbolista­s pierden menos tiempo. Saben, a estas alturas, que el teatro más o menos explícito será sancionado con minutos de más. El problema será explicárse­lo a todos los que no han sido mundialist­as. Podrían empezar por el bolero de Los Panchos. «Detén el tiempo en tus manos», decía, mientras se pedía al reloj que no marcara las horas para retardar el adiós de la amada. Aplicado a los colegiados, y sin romanticis­mo de por medio, podría decirse que ha empezado la era de los hacedores de la sucesión de las cosas y las estaciones, pequeños Cronos de negro y con silbato.

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