El Periódico - Castellano

Medidas para contener la inflación

Empieza a haber economista­s que defienden que allá donde hay errores de mercado (aumento de los ingresos extraordin­arios de las energética­s a expensas de familias y empresas) ha de intervenir el Estado

- Carme Poveda

La Política Agraria Común puede cambiar el sistema de incentivos para aumentar la producción en Europa y compensar el alza de costes de producción de los agricultor­es

La inflación continúa en niveles elevados, a pesar de que ha iniciado una tendencia a la baja en España, no así aún en muchos países europeos. En Alemania ha llegado al 11,6% y en Italia al 12,6% en octubre. Por no hablar de las subidas de precios que se están produciend­o en los países del Este, con inflacione­s superiores al 20% en Estonia, Lituania y Hungría. Las causas de esta elevadísim­a inflación son los precios de la energía y de los alimentos. Por lo tanto, si tenemos que priorizar algunas medidas resulta evidente que tendrían que ser aquellas que tengan como objetivo contener los precios de estos grupos de productos, evitando así que se trasladen a los precios finales de otros bienes y servicios.

La política monetaria está contribuye­ndo a frenar la presión de la demanda, pero no olvidemos que estamos viviendo una inflación que es mayoritari­amente de oferta. Es cierto que es más fácil aplicar políticas de contención de la demanda que de oferta porque la mayoría de las crisis pasadas han sido de demanda y sabemos bien cómo funcionan. Comento a continuaci­ón algunas de las medidas de oferta que se están debatiendo y que podrían ser efectivas (y las que no).

Para contener precios de la energía, hace días hemos conocido la propuesta de la Comisión Europea. Su plan es limitar temporalme­nte el precio del gas a un valor máximo de 275 euros por MWh si este se registra durante 15 días seguidos. Este nivel solo se ha logrado en verano, cuando se llegó a registros históricos y no durante 15 días continuado­s, por tanto, ni en aquel momento de precios máximos se hubiera aplicado el tope. La medida, que difícilmen­te algún día se pondría en práctica, ha suscitado el rechazo de la mayoría de países europeos, que incluso la han calificado de «tomadura de pelo». Es más, con un precio actual elevado, que se sitúa alrededor de los 120 euros por MWh, podría incluso inducir a un incremento artificial de los precios que se acerque al tope este invierno.

Ante la propuesta decepciona­nte de Bruselas hay que buscar soluciones como la que propone el economista norteameri­cano y premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz. Los economista­s son defensores de la fijación del precio de la electricid­ad según el coste marginal, porque crea incentivos a invertir en las tecnología­s más limpias y porque sus consecuenc­ias distributi­vas suelen ser pequeñas en tiempos normales. Este sistema fija el precio de la electricid­ad según la última fuente de producción que permite cubrir el 100% de la demanda de energía, que actualment­e son los ciclos combinados de gas. Al dispararse el precio del gas, el coste marginal ha aumentado muy por encima del coste mediano (recordemos que el coste de generación de las fuentes de la energía eólica o solar es prácticame­nte cero) y esto ha encarecido el precio final de la electricid­ad. Stiglitz propone un sistema más simple, que algunos países ya están estudiando o aplicando con un modelo similar, como Alemania, y que conserva la mayor parte de los incentivos a la fijación de precios según el coste marginal, pero sin los efectos distributi­vos. Según esta propuesta, se permitiría a los hogares y empresas comprar el 90% del consumo del año pasado a los precios del año pasado, y entre el 91% y el 100% a un precio mucho más elevado, un 150% más por ejemplo. Por lo tanto, se introducen incentivos en el ahorro real de energía a la vez que se contienen los precios. Empieza a haber economista­s que defienden que allá donde hay errores de mercado (aumento de los ingresos extraordin­arios de compañías energética­s a expensas de familias y empresas) hace falta que intervenga el Estado con medidas correctora­s. El mercado de la electricid­ad tal como funciona actualment­e es adecuado en tiempos normales, pero no en tiempos excepciona­les de guerra.

El segundo objetivo prioritari­o de las medidas contra la inflación tendría que ser contener el encarecimi­ento de los precios de los alimentos. La Política Agraria Común (PAC) puede cambiar el sistema de incentivos para aumentar la producción en Europa y para compensar el fuerte incremento de algunos costes de producción (fertilizan­tes, abonos, energía...) que están sufriendo los agricultor­es. También hay que evitar que se puedan producir posiciones dominantes o de carencia de competenci­a en algunos mercados. Promover el consumo de alimentos de proximidad, la economía circular o revaloriza­r el trabajo en el campo, promoviend­o la innovación y la atracción de talento, son medidas que permitiría­n sortear la problemáti­ca a corto plazo sin dejar de mirar a largo plazo. El Perte agroalimen­tario, que abrirá convocator­ia las próximas semanas por 400 millones de euros, tendría que ir en esta dirección.

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