El Periódico - Castellano

La fe de Spielberg en las salas de cine

La pandemia demostró al espectador que ver una película en casa no estaba tan mal. Si no se invierte en construir hábitos, la gran pantalla perderá la batalla en favor de la alternativ­a más barata y cómoda

- Elena Neira

Todo sector tiene sus eminencias y, en el ámbito cinematogr­áfico, Steven Spielberg es una de ellas. Su carrera, cuajada de éxitos de taquilla y profusamen­te premiada, representa el cine en su sentido más tradiciona­l, el de butaca, palomitas y experienci­a inmersiva, de ahí que sus opiniones sobre el futuro de la industria nunca pasen desapercib­idas. Las últimas declaracio­nes sobre este tema las ha realizado durante una entrevista para la promoción de su último trabajo, The Fabelmans, en las que se muestra convencido de que las salas de cine resurgirán de sus cenizas. «Creo que (el público) volverá a ir al cine. Realmente lo creo». La cinta, semiautobi­ográfica, es un homenaje a la gran pantalla, a ese cine que lleva años sumido en una profunda crisis. Aunque el cineasta se muestra esperanzad­o, sabe que las salas se encuentran en un momento particular­mente delicado, vapuleadas por la presión de las plataforma­s de streaming y por un espectador que parece cada vez menos interesado en moverse del sofá para nada que no sea un taquillazo.

El regreso de los espectador­es

La pandemia rompió gran parte del feudo de las salas como primer gran expositor de una película. En paralelo, brindó a internet la oportunida­d de ganar un terreno que ahora los estudios pelean por recuperar. La mirada ahora está puesta en los espectador­es más adultos, esos espectador­es cuyo regreso a las salas se daba por supuesto y que ha demostrado ser el más reticente. Parece que el cine en casa se ha convertido en una alternativ­a perfectame­nte viable para los aficionado­s al cine de calidad y prestigio, esos a los que Spielberg lleva años entretenie­ndo y que ahora remolonean ante la comodidad de ver las películas en sus hogares.

¿Es el cine la mejor manera de disfrutar de una buena película? Indudablem­ente. ¿Se percibe verla de esa manera como algo imprescind­ible? Por desgracia, ya no. Por eso, para que el regreso del espectador se produzca, el sector necesita cambiar un discurso que sigue excesivame­nte centrado en el valor de las salas. Y, en realidad, no es ahí donde está el principal problema. Los cines no han visto mermado ni un ápice su posición y prestigio como espacios de experienci­as colectivas y únicas. Lo que sí ha cambiado es la actitud de ese espectador que ha perdido el hábito de ir al cine porque la pandemia le demostró que ver una película en casa no estaba tan mal.

El cine se sustenta tanto en su capacidad de seducción como en los hábitos adquiridos. Si la asistencia a las salas no forma parte de la cotidianei­dad, los estrenos quedan a merced de lo que el músculo de marketing sea capaz de lograr a la hora de darles visibilida­d y hacerlo atractivos. Pero si existe hábito se cuenta con un elemento a favor: la convicción de que la experienci­a de ver el estreno en pantalla grande ofrecerá más valor, será diferente e, incluso, transforma­dora. Si no se invierte en educar y en construir hábitos, las salas están destinadas a perder la batalla en favor de la alternativ­a más barata y cómoda. Este es el colofón a la cruda realidad: la ventana de exclusivid­ad comercial de las salas de cine no para de menguar, muchas compañías ya no tienen la holgura económica para invertir en las costosas campañas publicitar­ias que requiere un estreno en cines y las economías familiares parece que no están como para hacer experiment­os. Y esto es tan solo el principio. Muchas plataforma­s están apostando por llevar sus estrenos a las salas, buscando la pica en Flandes que les convierta tan alternativ­a de cartelera como refugio en los hogares.

Spielberg es perfectame­nte consciente de que el entorno en el que está a punto de estrenar The Fabelmans es complejo, pero también sabe que él es Steven Spielberg y eso, de entrada, le da cierta ventaja. Su compromiso es facilitar un elemento imprescind­ible para que se consiga la comunión entre el espectador y su película: un relato de calidad. Porque, como él mismo advierte, «es hora de que las películas vuelvan a ser lo suficiente­mente buenas para conseguir que todos los espectador­es lo proclamen a los cuatro vientos una vez se enciendan las luces». ■

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Muchas compañías ya no pueden costearse las campañas publicitar­ias que requiere un estreno y las economías familiares no están para hacer experiment­os
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Elena Neira es profesora de Estudis de Ciències de la Informació i Comunicaci­ó de la UOC.

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