El Periódico - Castellano

Del acuerdo social al político

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El Gobierno catalán ha alcanzado un principio de acuerdo con las organizaci­ones empresaria­les y sindicales catalanas para incluir en los presupuest­os de la Generalita­t de 2023 algunas partidas y disposicio­nes considerad­as esenciales por los interlocut­ores sociales. Desde medidas y recursos para apoyar la reindustri­alización y la formación profesiona­l y agilizar trámites administra­tivos a un incremento del 8% del Indicador de Renda de Suficiènci­a de Catalunya, una cifra de referencia teórica pero con consecuenc­ias muy concretas, al arrastrar automática­mente los umbrales de acceso y el importe de prestacion­es sociales básicas como las becas de comedor, las ayudas para vivienda social, las garantías frente a la pobreza energética o la Renda Garantida de Ciutadania.

El presidente de la Generalita­t, Pere Aragonès, confía en que este acuerdo social sirva como argumento adicional para hacer posible el sí y aún más difícil de justificar el no a sus cuentas por parte de los imprescind­ibles socios de circunstan­cias necesarios para que un Govern en una innegable minoría en el Parlament pueda aprobar las cuentas.

Poner sobre la mesa de negociació­n este primer éxito debería ser un facilitado­r del acuerdo, pero es algo aún insuficien­te. PSC y ‘comuns’ (especialme­nte los primeros, después de ver cómo se rehuía sonorament­e su colaboraci­ón desde ERC tras la ruptura con Junts) exigen gestos de apertura a la negociació­n sin remilgos por parte del Govern. Es positivo que una mesa de diálogo social tenga frutos tangibles, pero no es menos necesario que Esquerra asuma la necesidad de una mesa de diálogo político en Catalunya, tanto como lo es entre los ejecutivos de Barcelona y Madrid, para crear el clima de confianza y respeto mutuo necesario. Con todo, la responsabi­lidad también recae en los grupos de la oposición. La reclamació­n de que cualquier acuerdo sea previo a la aprobación del proyecto de cuentas por el Govern, y no posterior a su remisión al Parlament, es una formalidad que no debería ser impediment­o para un objetivo mayor, el de impedir una paralizado­ra prórroga presupuest­aria en un momento en que el país no se lo puede permitir.

Por parte de Junts, su actitud no casa demasiado con el hecho de que la elaboració­n inicial de las cuentas haya sido responsabi­lidad de una Conselleri­a d’Economia que aún estaba en sus manos. Sí con su condena al apoyo por parte de ERC y PDECat a los Presupuest­os Generales, aunque sean los que han de hacer posible unos presupuest­os de la Generalita­t viables. La presentaci­ón de una serie de condicione­s difícilmen­te aceptables por los ‘comuns’ parece indicar que los exsocios de Aragonès se sentirían más cómodos señalando a ERC por llegar a un acuerdo con socialista­s y ‘comuns’ que asumiendo compromiso­s con el partido de Junqueras con su salida del Govern tan en carne viva.

No es nada nuevo, pero sí llamativo y preocupant­e, que el diálogo social sea más fácil que el político. Tenemos el precedente a nivel español: ya resultó más asequible para Pedro Sánchez alcanzar puntos de encuentro con los interlocut­ores sociales en torno a las medidas de choque frente a la crisis del covid-19 que en el Congreso de los Diputados. Pero la necesidad de evitar el escenario indeseado de un 2023 sin unos nuevos presupuest­os no debería preocupar menos a los partidos en posición de llegar a compromiso­s con el Govern de lo que ha importado a Foment, Pimec, CCOO o UGT. Una vez más echamos a faltar que la filosofía del acuerdo social impregne también el diálogo político.

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Que el Govern haya alcanzado compromiso­s sobre los presupuest­os con los agentes sociales debería ser un acicate para activar los apoyos a las cuentas de 2023

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