El Periódico - Castellano

TRAGEDIA EN EL EIXAMPLE «Necesito saber quién causó la muerte de mi familia»

- ELISENDA COLELL Barcelona

La comunidad paquistaní aportó los 16.000 euros que costó la repatriaci­ón de los cuatro cuerpos

«Mi cabeza ya no funciona bien, prefiero no pensar. Me duele demasiado el corazón»

Zahid Imran escapó por azar del incendio en el que murieron su hermano, su cuñada y sus dos sobrinos. «Sus vidas no importaron a nadie», afirma tras denunciar que no ha recibido ayuda y que tuvo que pedir 16.000 euros para enterrar a los suyos.

La casualidad hizo que la madrugada del 30 de noviembre de 2021 Zahid Imran no se encontrara en la oficina bancaria ocupada donde vivía con su hermano, su mujer y sus dos sobrinos, además de tres inquilinos más, en la plaza de Tetuan de Barcelona. «Estaba en casa de un amigo», explica. Gracias a eso no murió por inhalación de humo, como sí le ocurrió al resto de su familia. Al regresar a la oficina se encontró con los cuatro cadáveres calcinados.

Un año después, aún le cuesta regresar al lugar de la tragedia. Se le empañan los ojos, mientras una pregunta le corroe por dentro. «¿De quién fue la culpa?», pregunta con un nudo en la garganta. ¿Fueron los inquilinos del lugar, que lo quemaron a propósito? ¿Fueron las administra­ciones, por permitir que dos niños vivieran en un lugar así? ¿Fueron los propietari­os del antiguo banco, por permitir la ocupación insalubre? «Yo les echo mucho de menos pero... Aquí, sus vidas no le importaron a nadie», dice entre sollozos.

Imran lleva un año intentando salir a flote. No ha sido fácil. Apenas ha podido llorar la muerte de su hermano y de sus sobrinos. Había que sobrevivir. «La niña era pequeñita... Era preciosa», recuerda, hablando del bebé de seis meses. «El niño era muy listo. Me pasaba las tardes jugando con él, aunque no le podía ayudar haciendo los deberes», explica. Imran es analfabeto y solo habla urdu. Cuenta todos sus recuerdos a través de un traductor, que es incapaz de permanecer impasible al ver cómo le duele volver a todos aquellos recuerdos. «Tiene los ojos rojos y no puede hablar .... », dice el intérprete.

Imran llegó a España hace siete años. Por entonces tenía 21. Salió de Pakistán sabiendo que su hermano mayor, Nassar, estaba viviendo en España desde 2003. A los dos hermanos les separan 12 años de edad, pero aquí se encontraro­n en la misma situación. «No tenía papeles. No podía trabajar», cuenta. Ambos malvivían con lo que sacaban recogiendo y vendiendo chatarra con un carrito de la compra. Es por ello que terminaron en el local ocupado de la plaza de Tetuan. «No teníamos otro lugar al que ir», sigue. Nassar se enamoró de Violeta y construyer­on una familia. El pequeño, de 3 años, era motivo de orgullo para todos. Aunque Nassar también tenía mujer, y familia, en Pakistán.

«Mi madre se volvió loca»

Después del incendio, Imran apenas tuvo un momento de calma. La repatriaci­ón de los cadáveres de Nassar y los niños (la madre fue enterrada en Rumanía, su país de origen) costaba 16.000 euros. «No lo podíamos pagar», prosigue. Tras meses de espera, lograron que la comunidad paquistaní tanto en Barcelona como en Pakistán donara suficiente dinero para poder repatriar los cuerpos. «Fue horrible», recuerda.

«Aquí ya no me queda nadie... Solo tengo amigos», explica Imran. Pero sí le queda familia en Pakistán. «Están muy jodidos, muy muy jodidos», sigue. Su padre, el abuelo de los pequeños, murió poco después del incendio. «Yo creo que fue por el trauma de todo lo que pasó», apunta. Su madre, dice, enloqueció. «La pobre mujer está loca entera». Y la primera mujer de Nassar, con la que se había casado en Pakistán, también falleció. «Ahora tengo que mantener a mi madre y al hijo de Nassar en Pakistán, dependen de mí, no tienen a nadie más», cuenta Imran. Lo poco que saca de la chatarra lo manda a su país. Es habitual que el joven pase días enteros sin comer.

Heridas abiertas

Dice que nadie le ha ayudado a lo largo de este año. Ni tan siquiera ha recibido ayuda psicológic­a. «Nada, nada», se queja. El Ayuntamien­to de Barcelona lo niega. «Él estaba en Badalona y dijo que ya tenía red de amigos», explica la comisionad­a de Acción Social, Sonia Fuertes. Sea como sea, al volver a aquella antigua oficina bancaria, hoy tapiada con hierro y repleta de grafitis, la emoción le invade. Hay heridas que siguen supurando. «Mi cabeza ya no funciona bien, prefiero no pensar... Me duele demasiado el corazón», dice con los ojos llenos de lágrimas.

Pero hay una cosa que el hermano necesita entender. ¿Qué pasó aquella noche? «Necesito saber si hay culpables, necesito que alguien pague por ello. ¿Quién encendió el fuego? Me lo explicaron en el momento pero no me enteré de nada», pide. Entre los vecinos corrió el rumor de que el incendio fue fruto de una pelea. Los Mossos concluyero­n que las causas del incendio eran accidental­es. Necesita saber quién encendió el mechero, llenando de humo los pulmones de sus dos sobrinos. Son preguntas que también podrían ser una interpelac­ión a todos aquellos que ven, conocen y permiten que haya familias en la miseria extrema. Imran ya no puede más que llorar a los suyos. «¿Por qué no le preocupa a nadie más?».

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Ricard Cugat Imran, junto a la oficina bancaria abandonada de la plaza de Tetuan donde murió su familia.
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Ferran Nadeu Los bomberos salen del local incendiado, el 30 de noviembre del año pasado.

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