El Periódico - Castellano

Un cadáver en el contenedor de basura

Caso espeluznan­te en la apacible vida del Eixample

- Olga Merino Olga Merino es periodista y escritora

Mientras se cuecen estas líneas, le están practicand­o la autopsia al cadáver. Mejor dicho, al tronco humano hallado dentro de un contenedor, de los normales, donde se invita a los vecinos a deshacerse de cerámica rota, pañales sucios, restos de barrer y paraguas desarbolad­os. ‘Cuidem Barcelona. Residus’, dicen las letras blancas estampadas en el receptácul­o gris.

Los forenses analizan un torso de varón blanco, de mediana edad, a falta de cabeza y extremidad­es. ¿Dónde se encuentra el resto del cuerpo? ¿A quién pertenecía? ¿Quiénes lo despedazar­on? ¿Nadie vio ni oyó nada? ¿Se cometió el asesinato en las inmediacio­nes o en otro lugar? Fue en la confluenci­a de la calle Casanova con la avenida de Roma donde un chatarrero rumano, rebuscando entre la basura con un palo, se tropezó con el espanto metido dentro de una maleta negra.

Con el riesgo que implica conjeturar en cualquier suceso, el hallazgo parecería llevar la firma del crimen organizado. Drogas, compravent­a de armas, trata de personas. El Mal. Es solo una hipótesis con los suficiente­s ingredient­es para urdir una trama de ficción, una novela negra de las duras. Así empieza Catedrales, de la argentina Claudia Piñeiro, con el cadáver de una adolescent­e, descuartiz­ado y quemado, que aparece en un terreno baldío, en un descampado donde los vecinos tiraban la basura...

Precisamen­te ahí radica el escalofrío en el caso que nos ocupa, espantosam­ente real: en el lugar del descubrimi­ento, en pleno Eixample, un barrio con su respetabil­idad de clase media, con sus terrazas y panaderías, con su estanco. No es lo mismo entrar en el establecim­iento pidiendo un sello o un paquete de Marlboro, en la apacible cotidianid­ad acostumbra­da, que irrumpir a voz en grito: «Amigo, amigo, llama a alguien, que esto es muy grave». No, Barcelona no es Tijuana.

LO SINIESTRO

En 1919, Freud publicó un artículo titulado Das Unheimlich­e (lo siniestro) donde analizaba los mecanismos del horror a partir de un cuento de E.T.A. Hoffmann, El hombre

de arena. Para el neurólogo y psicoanali­sta, lo siniestro se produce cuando el significad­o de unheimlich

(lo angustiant­e, lo espeluznan­te) se funde con su opuesto heimlich

(lo hogareño, lo íntimo); es decir, cuando lo extraño y lo familiar se encuentran. Te estás preparando una ensalada y una tortilla para cenar y descubres que, en el apartament­o de al lado, alguien está desmembran­do un cadáver. O ese tipo con pinta de electricis­ta cansado con quien te cruzas al doblar la esquina no es tal, sino un despiadado criminal, un sicario, un asesino a sueldo. Cuando un elemento anormal e inesperado irrumpe en el lugar equivocado, el sobrecogim­iento se recrudece. La inquietant­e familiarid­ad.

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