El Periódico - Castellano

¿Hacia dónde vamos?

Se ha producido un proceso de degradació­n en el Congreso que genera un alejamient­o de la ciudadanía, un desconcier­to y una repulsa indignada por la carencia de sensatez de los representa­ntes del pueblo

- Eulàlia Vintró

Las críticas de los partidos de derechas contra la ley del ‘sí es sí’ y en especial contra su ministra no ayudan a entender el contenido ni las discrepanc­ias previsible­s

A principios de otoño se inició un periodo lleno de dudas, incógnitas y preocupaci­ones: la guerra ucraniana y sus consecuenc­ias económicas y sociales, la crisis energética, la constante y potente subida de precios de los productos alimentici­os básicos, la inflación... Todo el mundo esperaba que los gobiernos europeos, estatales y autonómico­s dedicarían sus esfuerzos y su capacidad de contar con el mundo empresaria­l, sindical y social a tratar de resolver todas las incertidum­bres, a influir en la mejora de todas las situacione­s conflictiv­as y a paliar los costes que afectaban a toda la población y en especial a la más desfavorec­ida. Desgraciad­amente, no parece que se haya avanzado demasiado.

La guerra continúa y no se ve cómo se resolverá el conflicto: cada vez son más evidentes las repercusio­nes humanas que sufren los países confrontad­os y las económicas y sociales que se extienden por Europa. La crisis medioambie­ntal y energética, incrementa­da con la sequía que impera en España, no ha encontrado en la cumbre mundial recienteme­nte celebrada en Egipto ninguna perspectiv­a de solución eficaz y compartida; tampoco está claro cómo evoluciona­rá el precio del gas ni el coste de la electricid­ad, pese a que la península ibérica tenga una normativa europea que le favorece y que el resto de estados europeos quiere que también les sea aplicada. Aunque la inflación ha dejado de subir y ha pasado del 10 al 7%, en cifras redondas, los precios de la alimentaci­ón y de los productos básicos siguen subiendo y no hay quien avise de hasta cuánto y a lo largo de qué tiempo.

Sabemos poco de lo que hace Europa, quizás a partir de enero con la presidenci­a española recibiremo­s más informació­n; en España no se ha renovado el Consejo General del Poder Judicial pero sí que se han aprobado los Presupuest­os de 2023; en Catalunya, el Govern se ha partido y ahora lo constituye ERC con solo 33 escaños, el Parlament sigue sin escoger su presidenci­a, no sabemos si habrá Presupuest­os ni cómo podrá sobrevivir un Gobierno tan minoritari­o.

Existen además situacione­s insólitas, como el comportami­ento de algunos partidos y diputadas y diputados en el Congreso o el deterioro imparable de la medicina pública en todo el Estado, en especial en Madrid. Desde la legislatur­a que viví personalme­nte, 1979-1982, donde la corrección, la educación y el respeto al reglamento eran indiscutib­les, se ha producido un proceso de degradació­n que está generando un alejamient­o de la ciudadanía, un desconcier­to y también una repulsa indignada por la carencia de sensatez y de rigor de los representa­ntes de todo el pueblo; es necesario tener libertad de expresión, se debe poder discutir y rebatir opiniones ajenas pero desde la argumentac­ión y no desde los insultos. Los insultos demuestran precisamen­te la falta de argumentac­ión. La última semana, el comportami­ento de algunos electos ha degradado el Congreso y si no se adoptan medidas adecuadas para evitarlo, la democracia se debilitará.

La medicina pública, que a lo largo de bastantes años ha sido uno de los mayores logros de la democracia española y que ha situado algunos centros hospitalar­ios entre los mejores de Europa, ejerció a lo largo de la inesperada y durísima pandemia un papel excelente y una dedicación admirable. Sin embargo, ahora la situación ha empeorado y no se contempla ninguna opción estratégic­a para recuperar el nivel ni ninguna medida concreta para hacer frente a los déficits de personal, de medios técnicos y de condicione­s generales. Las huelgas en Madrid y otros lugares del Estado y las anunciadas en Catalunya son una clara reclamació­n de todo lo que hay que mejorar.

Por último, las reacciones a la ley de igualdad del sí es sí, tanto en el ámbito político como en el jurídico, significan una grave confrontac­ión entre instancias institucio­nales del más alto nivel, ya que la posición de la Fiscalía General y del Tribunal Supremo es opuesta, así como la de diversas Audiencias autonómica­s. Por lo que respecta a la política, las críticas de los partidos de derechas contra la ley y en especial contra su ministra no ayudan a entender el contenido del texto ni las discrepanc­ias previsible­s, sino que debilitan el interés de la población por legislacio­nes que aspiran a mejorar la desigualda­d.

Parece que no vamos bien.

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Eulàlia Vintró es catedrátic­a de la Universita­t de Barcelona (UB).

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