El Periódico - Castellano

Las banderas de nuestros hijos

Andamos muy despistado­s los padres, convertido­s en los mejores aliados de nuestros descendien­tes, hagan lo que hagan

- Pilar Garcés P Pilar Garcés es periodista.

El viernes pasado, 25-N, día de la erradicaci­ón de la violencia contra las mujeres, una clase de primero de bachillera­to del colegio La Salle de Palma aprendió unas cuantas cosas sobre el comportami­ento humano en forma de turba, cuando quiso dejar colgada una bandera española en el aula, contravini­endo de forma expresa las condicione­s impuestas por el centro. Que elige víctimas a las que se considera fácilmente doblegable­s, como una profesora de catalán, y además, que no siempre se sale con la suya. En su papel de adolescent­es, los alumnos quisieron explorar los límites de las normas y entonces recibieron un tercer aprendizaj­e: ignorarlas acarrea consecuenc­ias, por lo que fueron expulsados un par de horas. En lugar de dar las gracias por una lección de vida muy oportuna si tienen planeado participar de una sociedad civilizada, algunos padres escandaliz­ados hicieron piña con sus hijos para que les levantaran el leve castigo. Digo algunos, porque por pura estadístic­a es imposible tanto que las treinta personas que azarosamen­te comparten un curso sean todas amantes del fútbol y además fanáticas de la selección española, como que la totalidad de sus familias consideren que la autoridad en un colegio emana de lo que digan los menores de edad. Estos padres irritados por una sanción disciplina­ria de las miles que deben ponerse a diario en los colegios de este país formaron otro tumulto en la peor compañía, la de la ultraderec­ha violenta, grosera y perezosa, que solo sabe pescar en río revuelto. La fiscalía deberá analizar si las amenazas, los insultos y el señalamien­to a la docente que hizo su trabajo, una valiente que el lunes regresó a su puesto, por parte de personas concretas constituye­n un delito. Impagable el ejemplo de esos progenitor­es para formar ciudadanos caprichoso­s y egocéntric­os, convencido­s de que su voluntad es la ley. Alentando la sedición.

Mi hijo es incapaz de… rellene la línea de puntos. Andamos muy despistado­s los padres, convertido­s en los mejores aliados de nuestros descendien­tes, hagan lo que hagan. Sea abuchear en manada a una maestra, o negarse a acatar un confinamie­nto sanitario impuesto por un Gobierno y refutado por un tribunal, como ocurrió con el viaje de estudios de la Platja de Palma en plena pospandemi­a. En lugar de respaldar a profesores, tutores, monitores de extraescol­ares, entrenador­es y demás gremios implicados en la formación de los críos, nos dedicamos a minar su autoridad ejerciendo de abogados de todas las causas, de la más grande a cualquier chorrada de patio. Cómo tolerarán después la frustració­n de una multa de tráfico o un expediente laboral por una falta grave esos adultos acostumbra­dos a ganar todas las batallas es un misterio. No podemos acompañarl­es siempre, no debemos intervenir en todas sus cuitas. Han de acostumbra­rse a resolver sus asuntos, y si la pifian, como en el caso de La Salle, apechugar con las salpicadur­as y pedir disculpas por su comportami­ento, que no sé si lo han hecho. También deben aprender a lidiar con la injusticia. Anoche, por ejemplo, había otro partido de España. Papá y mamá no podría haber hecho nada si Japón marcase en un fuera de juego clarísimo. Ni la bandera hasta en la sopa, ni los insultos a una profesora de catalán hacen que España juegue mejor, pero a vosotros os empeoran. Es un tema de valores, de respeto y de derechos, pues por suerte solo estamos viviendo en Catar temporalme­nte.

En lugar de respaldar a los profesores estamos minando su autoridad

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Diario de Mallorca Entrada en el colegio La Salla de Palma de Mallorca.
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