Fiesta del terror más epidérmico
Jaume Balagueró regresa al terror más directo y epidérmico, a las ensaladas de sangre y los personajes femeninos que sufren, pero actúan, más proactivos que reactivos. Así ha sido a lo largo de toda su obra, de Darkness a [REC]. En Venus es la muchacha encarnada por Ester Expósito, a la que vemos en las escenas iniciales robar algo en la discoteca en la que trabaja y enfrentarse a uno de los sicarios del lugar con más energía y decisión que la mismísima Beatrix Kiddo en Kill Bill. Estamos ante un relato de acción que, al desplazarse a un edificio aislado en las afueras de Madrid, se convierte en algo bien distinto e indescriptible. Y la ensalada se convierte en orgía de apariciones y desapariciones, oscuridad, sectas, monstruos, asesinatos, comedia macabra y bandas de narcotraficantes.
Venus está planteada como un festejo del género puro y duro. En todos los sentidos. ¿Divertimento? ¿Acción y vísceras? ¿Narcothriller espeluznante? ¿Acercamiento a H. P. Lovecraft? Todo cabe en la coctelera utilizada por Balagueró en esta ocasión. Hay pasajes en los que quizá se le va la mano; puro exceso.
También hay otros en los que parece reírse, con respeto, de los elementos canónicos del tipo de cine que maneja. Algunas situaciones son muy ingeniosas y otras, aunque previsibles, funcionan con la precisión que exige la complicidad: Venus es un largometraje que condensa todo aquello que esperamos en el cine de horror, conscientes, convencidos, de que no nos defraudará. En el festival de Toronto se proyectó dentro de la sección Locura de Medianoche. Este podría ser también el título de esta crítica.
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