El Periódico - Castellano

Kahnweiler, el hábil marchante de Picasso

- MARTA CERVERA

El promotor del arte cubista es objeto de una interesant­e muestra en el Museu Picasso con obras del pintor español y de sus coetáneos. Es la primera exposición de las programada­s con motivo del 50º aniversari­o de la muerte del artista malagueño, ocurrida el 8 de abril de 1973.

Pablo Picasso reconoció en una ocasión: «¿Qué habría sido de nosotros si Kahnweiler no hubiera tenido este sentido para los negocios?». Se refería a la importanci­a que tuvo para él y los artistas cubistas contar con un marchante como Daniel-Henry Kahnweiler (Mannheim, 1884 - París, 1979), un hombre discreto que realizó la primera exposición cubista en París en su pequeña galería, un espacio minúsculo de 16 metros cuadrados. Obras de Picasso, Georges Braque, Juan Gris, Fernand Léger, Paul Klee, André Masson, Élie Lascaux, Manolo Hugué y Josep Togores, pero también de pintores que exploraron otras vías dentro del cubismo como André Beaudin, Francisco Bores, Eugène de Kermadec y Suzanne Roger protagoniz­an una interesant­e exposición que saca a relucir el trabajo de Kahnweiler, un hombre que transformó la manera de concebir el arte. «Nos introduce en la vida cotidiana de un hombre apasionado por la cultura», ha destacado Emmanuel Guigon, director del Museo Picasso.

La exposición Daniel-Henry Kahnweiler, marchante y editor, organizada en colaboraci­ón con el Museo Pompidou de París, es la primera gran muestra que acoge

Barcelona dentro de la Celebració­n Picasso, que conmemora el 50 aniversari­o de la muerte del pintor, fallecido el 8 de abril de 1973.

Dicha celebració­n pondrá el foco en diferentes facetas del artista a través de una cuarentena de muestras organizada­s en todo el mundo. Daniel-Henry Kahnweiler, marchante y editor’ se inauguró ayer y estará en Barcelona hasta el 19 de marzo de 2023. Y la Celebració­n Picasso continuará en Barcelona el próximo otoño cuando el Museo Picasso y la Fundació Joan Miró ofrecerán Miró-Picasso, una muestra dedicada a la relación entre ambos artistas. Unas 170 obras expuestas cronológic­amente y 67 libros y documentos reivindica­n a Kahnweiler. Hay desde óleos a pinturas, fotografía­s, esculturas, dibujos, bocetos, libros y objetos que permiten bucear en las relaciones entre el marchante y los artistas. «Kahnweiler fue un hombre de izquierdas, defensor del arte, el humanismo, la libertad, las vanguardia­s y el progresism­o», ha destacado Brigitte Leal, comisaria de la muestra. Gracias a él se publicaron, por ejemplo, libros como Lune en papier con textos de André Malraux y litografía­s de Fernand Léger o Le piège de Méduse, comedia lírica en un acto de Érik Satie ilustrada por Georges Braque. Entre las esculturas se incluyen El vaso de absenta (1914), de Picasso, La mujer del frutero (1921) de Henri Laurens o La bacante (1934) de Manolo Hugué.

Arte requisado

Alemán, judío y pacifista Kahnweiler asistió a su muerte como marchante cuando le requisaron sus cuadros en 1914 al estallar la Primera Guerra Mundial, periodo en el que estuvo exiliado en Suiza. Al acabar la contienda tuvo que empezar de nuevo. En 1921 y 1923 se subastaron todos sus cuadros como parte de la reparación impuesta a Alemania. El récord de aquella subasta lo alcanzó el Retrato de Lucie Kahnweiler de André Derain (1913) que forma parte de la muestra. Hay varios retratos de la esposa de Kahnweiler en diferentes salas. «La exposición está llena de vasos comunicant­es. Cada sala es como el capítulo de una novela», explica Emmanuel Guigon, director del Museo Picasso.

La muestra penetra en ese mundo que unió a Picasso y a su marchante desde su primer contacto a principios del siglo XX hasta la muerte del artista en 1973. En algunas fotografía­s aparecen ambos disfrazado­s, en otras se aprecia como el artista le dibuja. Esa imagen abre la muestra que viaja de la primera exposición fauvista y cubista al Picasso de la última época. Incluye desde cuadros como Busto de mujer (1909-1910) a Mujer meando (1965). «La exposición termina con un Picasso espléndido que emociona mucho. En sus últimas obras Picasso pinta por el placer de pintar. Es una gran lección de libertad, algo tan necesario en estos tiempos», resalta Guigon.

El alemán fue un hombre discreto, defensor del arte, las vanguardia­s y el progresism­o

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