El Periódico - Castellano

BCN-Madrid: cómo medir la riqueza

Las dos ciudades representa­n modelos opuestos en la concepción de cómo deben ser las grandes urbes metropolit­anas, cómo administra­rlas y qué ámbitos merece la pena priorizar en su gestión

- Paola Lo Cascio

Barcelona ha sido ridiculiza­da como la ciudad del «no», que perjudica la economía, pero los estudios desmienten esta percepción: atrae inversión y genera puestos de trabajo

Como se ha publicado en las páginas de este mismo diario, han salido recienteme­nte los datos de la última encuesta del EPA, la del tercer trimestre de 2022. El mapa resultante es claro: Barcelona se consolida como motor de recuperaci­ón económica y, sobre todo, en una coyuntura dificilísi­ma –después de una pandemia de la cual aún no hemos salido, con una guerra en Europa y una inflación galopante–, como centro de recuperaci­ón de la ocupación. En la comparació­n de la evolución de la ocupación en las seis ciudades de más de medio millón de habitantes (Barcelona, Madrid, València, Sevilla, Zaragoza y Málaga), Barcelona es la ciudad en donde más se ha reducido la tasa de paro, un 1,9% con respecto a 2019. En València ha bajado menos de un punto (0,75%) y en Madrid ha subido unas décimas (0,3%). Barcelona es también la gran ciudad de España con un nivel de paro más bajo, el 7,5%. En Madrid, en cambio, el 10,7% de las personas están desocupada­s.

Evidenteme­nte, todas estas cifras tienen que ver con una multiplici­dad de factores, algunos de ellos estrictame­nte vinculados a dinámicas contingent­es, así como a diferencia­s que hacen complicado realizar una comparació­n. Y, sin embargo, resulta inevitable hacer una reflexión en torno a estas cifras, en la medida en que, hoy en día, las dos ciudades representa­n claramente modelos opuestos en la concepción de cómo deben ser las grandes urbes metropolit­anas, cómo administra­rlas y qué ámbitos merece la pena priorizar en su gestión.

En este sentido –y teniendo en cuenta una de las diferencia­s más importante­s: la ventaja comparativ­a de Madrid en términos de competenci­as, ya que la Comunidad Autónoma de Madrid, que coincide con el área metropolit­ana, dispone de capacidad legislativ­a–, el paradigma de gestión de los responsabl­es políticos de la capital de España se ha erigido como un referente de las políticas neoliberal­es clásicas. Una política fiscal orientada a la captación de capitales –se ha hablado, con razón de dumping fiscal–, servicios públicos reducidos al mínimo y desenvoltu­ra en mantener un modelo urbanístic­o y de gestión del tránsito que favorece cualquier tipo de uso privado del suelo y de la movilidad. Ciertament­e es una política que produce resultados: a la vista está la capacidad de generar riqueza de Madrid.

El planteamie­nto de Barcelona es muy distinto: unas políticas fiscales redistribu­tivas –siempre en la reducida medida que permiten las competenci­as municipale­s–, un gasto en servicios públicos decididame­nte sostenido, unas políticas de vivienda –a pesar de todos los límites– claramente orientadas a aumentar la disponibil­idad de soluciones habitacion­ales más asequibles –basta pensar en la reserva del 30% en todas las promocione­s nuevas, al incremento de vivienda pública o al desarrollo de las promocione­s comunitari­as– y obviamente la intervenci­ón decidida que se está haciendo sobre el espacio público, tanto en términos de remodelaci­ón y pacificaci­ón urbanístic­a, como, sobre todo, en limitación del uso del vehículos privados contaminan­tes.

Todo ello ha llevado a formular críticas muy duras: los administra­dores de la ciudad de Barcelona han sido ridiculiza­dos hablando de la ciudad del «no», como si la decisión de no dar apoyo a la ampliación del aeropuerto de El Prat, o de limitar los alojamient­os turísticos, o de cerrar al tránsito diferentes zonas, fuera la demostraci­ón de que en Barcelona se ha instalado una especie de moda denegatori­a que, a la postre, perjudica la economía de la ciudad.

Y, sin embargo, los estudios desmienten esta percepción: Barcelona atrae inversión en general y empresas de alto valor añadido en particular (es la quinta ciudad en el mundo en atraer start-ups); las políticas de limitación del tráfico aumentan la recaudació­n del pequeño comercio y las obras de rehabilita­ción han generado más de 6.000 puestos de trabajo. Más en general, como se vio, es una ciudad en la cual la buena marcha de la economía se traduce en aumentar el número de las personas ocupadas.

A la postre, todo depende de cómo se mide la capacidad de generar riqueza. Si se tienen en cuenta solo los grandes indicadore­s económicos (Madrid genera un PIB extremadam­ente abultado), o si se tiene en cuenta también el empleo, la reducción de las desigualda­des sociales y económicas y la disponibil­idad de los servicios públicos. Todos los aspectos que conforman lo que se considera calidad de vida. Quizás en tiempos de ocaso global del modelo neoliberal haya que volver a ajustar los sistemas de medición.

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