Susto o muerte
La primera publicación en redes del seleccionador encajaba bien el sufrimiento del jueves. «¿Susto o muerte? Pues va a ser susto. Ya en octavos!!! Vamos!!!». Este es el texto que Luis Enrique acompaña con un selfi haciendo el gesto de victoria con los dedos, aunque la selección hubiera perdido con Japón en un partido decepcionante.
La gran victoria es estar en octavos, aunque parezca increíble, y gracias a Alemania. Lo más sorprendente, además del juego de España en la segunda parte, fue descubrir en la rueda de prensa que el seleccionador no había sido consciente de que durante tres minutos España estuvo eliminada. ¿Cómo es posible? La explicación es que estaba tan metido en darle la vuelta a lo que estaba ocurriendo en el Khalifa que no atendió a lo que pasaba en el Al Bayt entre Costa Rica y Alemania, ni nadie se lo dijo en esos tres minutos que parecieron una vida, pero que solo fueron tres minutos.
Un día después, varios periodistas de otros países se acercaron a preguntarnos si lo de España fue intencionado. Desmentirlo es una cuestión de fe, porque el partido de la selección, especialmente en el segundo tiempo, o la sustitución del goleador Morata, no ayudaba a que nuestra versión fuera contundente, ni tampoco el juego exasperante y horizontal del equipo en el segundo tiempo.
En la previa había sido contundente Luis Enrique: «No vamos a especular con el resultado, sería muy peligroso». Su discurso choca con el mensaje que mandó desde la alineación. Una cosa es que nunca repita equipo, y otra que salga con cinco cambios en un partido con el riesgo de no tener amarrada la clasificación. Y aún más extraño, que en esos cinco cambios no incluyese ni a Busquets ni a Pedri, que fueron quienes más síntomas de agotamiento dejaron.
La figura del seleccionador genera adhesiones inquebrantables y odiadores profesionales entre la prensa y los aficionados. Tanto extremo no debería impedir ver el bosque tras los árboles, como dice el refrán. Dijo Lucho ser mejor gestionando dificultades. Contra Japón no fue su noche. El martes tendrá ocasión de demostrar que el susto no era la antesala de la muerte.
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