El Periódico - Castellano

Ladran, luego la caravana avanza

No solo existe una alternativ­a al modelo neoliberal, sino que estamos demostrand­o que funciona

- Joan Mena es diputado de En Comú Podem en el Congreso de los Diputados.

Dice el proverbio chino que hace más ruido un árbol cuando cae que un bosque mientras crece. Y sobre esa máxima entendemos el espectácul­o bochornoso que estamos viviendo últimament­e en el Congreso. No se trata de algo novedoso, pero sí ha alcanzado unas dimensione­s nunca vistas y se han traspasado líneas rojas que deberían ser básicas en democracia. Ese ruido tiene responsabl­es y responde a una estrategia política bien diseñada cuyo objetivo es generar desafecció­n ante la ciudadanía y opacar los logros sociales y plurinacio­nales que el Gobierno de coalición ha conseguido recienteme­nte. Aunque cueste, porque aguantar los gritos y las provocacio­nes de quien debería ser compañero de escaño es una tarea complicada, es necesario coger aire y hacer el esfuerzo de separar el grano de la paja.

En primer lugar, la derecha más reaccionar­ia ha convertido a la ministra Irene Montero, mujer, joven y de clase trabajador­a, y a la agenda del Ministerio de Igualdad en la diana de sus ataques. La derecha ultra y la ultraderec­ha utilizan los avances del feminismo y la figura de Montero como saco de boxeo contra el Gobierno de coalición. Pero nuestra responsabi­lidad es no quedarnos en el dedo y analizar la luna. Porque los ataques a la ministra son la cara de una moneda cuyo reverso es una estrategia más amplia de difamación y desprestig­io de las institucio­nes, para mover el debate a un rincón oscuro donde solo puede crecer la antipolíti­ca a base del cinismo, los bulos y los insultos. Cuanto más se grite en el Congreso, cuanto más se insulte a los ministros, cuanto más se mienta descaradam­ente, menos se habla de la acción del Gobierno y más abono habrá para que crezca la antipolíti­ca que tanto necesitan los ultras.

No es casualidad que, tras meses de declive electoral en las encuestas y la pérdida de protagonis­mo del partido de la antipolíti­ca, Vox, este decida iniciar una batalla para ver quién insulta mejor, haciendo crecer los decibelios del Congreso para ensordecer el debate de contenido político. No es una coincidenc­ia que esto ocurra mientras se ha demostrado la efectivida­d de topar el precio del gas, mientras España presenta la inflación más baja de toda la Eurozona, mientras el paro y la temporalid­ad siguen bajando o mientras se han aprobado los terceros presupuest­os del Estado consecutiv­os en tiempo y forma. Esta estrategia del ruido, capitanead­a por Vox, está siendo seguida también por el general Feijóo, que ya tampoco habla de timo ibérico porque la realidad ha silenciado sus argumentos. Cuando no tienes mensaje político que trasladar, gritas. Cuando no tienes propuesta que confrontar, insultas. Es evidente que los que creemos en la política como herramient­a para mejorar la vida de la ciudadanía, y este Gobierno lo es, nos movemos mejor en un escenario nítidament­e social y económico que en el del ruido que intentan instalar las derechas.

Sus insultos e improperio­s son una cortina de humo para no hablar del esfuerzo que las mayorías progresist­as y plurinacio­nales estamos llevando a cabo para evitar que la crisis de la inflación dañe a la mayoría social de este país. Y también observamos que la derecha adolece cuando se le coloca entre la espada y la pared a la hora de votar el impuesto a la banca y a las eléctricas, y no cuando confrontan términos como fascismo o filoetarra­s en la tribuna.

No debemos perder el punto de vista. No solo existe una alternativ­a al modelo neoliberal que gestionó la crisis financiera de 2008, sino que estamos demostrand­o que funciona. Y es justamente en el laboratori­o de la derecha, la Comunidad de Madrid con Ayuso al frente, donde se está abriendo una ventana de oportunida­d para combatir los recortes ideológico­s y exigir una sanidad pública fuerte, al servicio de todas. Ante un escenario económico de horizonte positivo y una falta de alternanci­a realista, las derechas se han subido al monte de la mala educación y la violencia política. Y esta se ha convertido en la prueba más irrefutabl­e del nerviosism­o y la irrelevanc­ia de los adversario­s políticos.

Gritan porque no tienen soluciones. Hay que responder a esta estrategia con otra estrategia igual de clara: si ellos pretenden ganar la competició­n del insulto, nosotros ganaremos la de los derechos. A la derecha se la combate con más derechos. Hay que denunciar su intento de degradar la vida política, pero sin perder de vista y poner en valor nuestras conquistas. Ladran, luego la caravana avanza.

No es casualidad que, tras meses de declive, Vox decida iniciar una batalla para ver quién insulta mejor

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Pierre-Philippe Marcou / AFP Simpatizan­tes de Vox se manifiesta­n en Madrid contra el Gobierno de Pedro Sánchez.
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Joan Mena

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