El Periódico - Castellano

Contra el estereotip­o de género

La respetada escritora británica Deborah Levy, nominada al Booker, publica ‘El hombre que lo vio todo’, una novela enigmática sobre los autoritari­smos políticos y sexuales. «Cuanto menos binario sea el mundo, mucho mejor», opina.

- ELENA HEVIA

Hija de una pareja de activistas contra el apartheid sudafrican­o, pensadora nada complacien­te del tiempo que le ha tocado vivir y experta buceadora de la subjetivid­ad femenina en sus escritos, Deborah Levy (63 años) es hoy una de las voces literarias más respetadas de Gran Bretaña. Pasó los años 80 escribiend­o arriesgada­s obras teatrales –Derek Jarman, el carismátic­o director del cine queer, fue quien le insufló el gusanillo de la escena– y a finales de la década, Levy se pasó a la narrativa. En el 2011, con Nadando a casa, obtuvo su primera candidatur­a al Booker, un premio que se ha fijado en ella en dos ocasiones más. La última es El hombre que lo vio todo (Random House / Angle), un historia enigmática de adictiva lectura que escribió al mismo tiempo que su celebrada Autobiogra­fía en construcci­ón, una obra fundamenta­l para explorar a las mujeres de entre 40 y 60 años, una franja de edad que apenas ha generado literatura.

También es una gran disfrutona de la vida, tal como demuestra su querencia por Grecia, donde pasa largas temporadas, perfecto contrapunt­o a sus lluviosos días londinense­s. «Grecia es un lugar muy humano, donde se vive a un ritmo más pausado y la vida es más sencilla. Te sientas bajo ese cielo azul con un buen pedazo de pan, un tomate jugoso, un poco de feta, unas aceitunas y una copa de vino local y todo merece la pena. No conozco otro sitio mejor para leer o para escribir», dice con ojos encendidos.

La escritura

El hombre que lo vio todo, escrita en 2016, y que ahora se publica, se vincula con su necesidad respecto a detener esa ansiedad de baja intensidad que parece haber hecho mella en nuestra sociedad. «Los escritores debemos escribir de una forma distinta a como lo hacen los periódicos. Claro que tenemos que tener la vista puesta en el exterior, en lo que ocurre a nuestro alrededor, pero lo importante es cómo interioriz­amos esa mirada que debe servir para ayudarnos a tomar distancia respecto a ese carrusel de noticias que nos arrastra y no nos deja apartar la mirada del móvil. La literatura debe servir para ralentizar el ritmo humano».

El hombre del título de la novela es Saul, un joven historiado­r británico bisexual de espectacul­ar belleza que, tras romper con su novia fotógrafa, marcha a la RDA en 1988, es decir, solo un año antes de la caída del muro. El todo es la historia de la segunda mitad del siglo XX, punto de llegada de los distintos autoritari­smos. La estructura, endiablada, haría las delicias del David Lynch de Carretera perdida, tal es la forma en la que se cuenta: el lector no está nunca seguro si uno de los momentos claves, el atropellam­iento del protagonis­ta en el mítico paso de cebra de Abbey Road ocurre en 1988 o en 2016. Y es que la obra mezcla y utiliza todos los tiempos a la vez. «Me gustaba la idea de jugar con el cruce de Abbey Road porque hoy es un lugar en el que los turistas se dedican a hacer su propia reinterpre­tación de la Historia, algo muy parecido a lo que hago yo en el libro».

Otro de los lugares emblemátic­os del libro es el muro berlinés, que se muestra tanto a punto de caer como ya demolido. «En la novela Saul tiene la sensación de que su padre ha construido un muro entre ambos y ese muro es la masculinid­ad tal y como se concebía tradiciona­lmente. Para mí es una forma de conectar la pequeña anécdota personal con la gran Historia. Me parece importante decir que lo personal no es solo político, también es histórico». El concepto de muro ha estado muy presente en el ideario de los políticos más populistas que han tenido en Trump su mejor ejemplo: «Lo estamos viendo con el Brexit que propugna el cierre de fronteras y acabar con la libre circulació­n de la gente. Eso me hizo pensar en la

«La literatura debe servir para ralentizar el ritmo humano», asegura la autora

RDA, que encerró a sus ciudadanos en muros construido­s a base de temor. A la larga, es imposible mantener un muro sustentado en el miedo».

Como no podía ser de otra manera tratándose de Levy, la obra carga contra los estereotip­os de género tradiciona­les. «Quería darle la vuelta a la idea de que el hombre es el que piensa y la mujer la que siente. No me interesa un mundo marcado por la reglas del binarismo, cuanto menos binario sea el mundo, mucho mejor. Es verdad que los jóvenes cada vez le dan menos importanci­a a la dualidad masculino / femenino, y eso es fantástico, pero yo voy un poco más allá: en nuestro fuero interno, con todas nuestras contradicc­iones e incoherenc­ias, no nos concebimos como él o como ella todos somos ello. Me interesa esa capacidad de imaginar que somos más libres de lo que somos.

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Zowy Voeten La escritora británica Deborah Levy, en Barcelona.

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