El Periódico - Castellano

Regular los consulados honorarios

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Como es sabido, la globalizac­ión ha facilitado actuacione­s ilícitas o criminales en muchos ámbitos. También en el de la actividad de los cónsules honorarios, donde la falta de transparen­cia y regulación de estos cargos ha permitido todo tipo de irregulari­dades. Unas destinadas al enriquecim­iento personal, y otras orientadas a quebrantar la ley al amparo del cargo, con propósitos que van desde cuestiones fiscales hasta el tráfico de drogas o el terrorismo. Sin embargo, la misma globalizac­ión ha hecho posible, mediante una colaboraci­ón a escala planetaria, denunciar delitos urdidos por cientos de consulados honorarios y demostrar que esta figura para-diplomátic­a necesita ser regulada urgentemen­te. Es el caso del trabajo periodísti­co llevado a cabo por Pro Pública y el Consorcio Internacio­nal de Periodista­s de Investigac­ión (ICIJ), del que forma parte EL PERIÓDICO, que ha permitido denunciar la existencia de abusos en más de 500 consulados honorarios (de los miles existentes), de los cuales 29 están vinculados a España de un modo u otro.

El trabajo de investigac­ión del ICIJ, que se ha publicado en las páginas de este diario, revela una variada tipología de delitos cometidos por cónsules honorarios utilizando sus facilidade­s de movimiento, la inviolabil­idad de sus archivos y las exenciones fiscales de las que se benefician. La más frecuente es la que permite utilizar el cargo para asuntos personales en vez de dedicarlo a la promoción turística, el fomento de los intercambi­os comerciale­s, científico­s o universita­rios, o las actividade­s destinadas a mejorar el conocimien­to mutuo entre las dos sociedades. En algunos casos, el uso de valijas que escapan al control aduanero ha permitido delitos de mayor envergadur­a como son el tráfico de estupefaci­entes, de antigüedad­es o incluso de armas. Como sucedió en Catalunya, donde el llamado clan Jodorovich utilizó consulados honorarios de diversos países para desarrolla­r su red de narcotráfi­co. Ello explica que en algunos casos estos diplomátic­os voluntario­s hayan llegado a pagar importante­s sumas para ostentar la representa­ción de un Estado. Todas estas actividade­s ilegales –y a veces atentatori­as de la seguridad interior del país donde ejercen– deberían estar reguladas.

El cúmulo de infraccion­es detectadas demuestra que existe un vacío legal en el nombramien­to de los cónsules y en la fiscalizac­ión de su actividad. La Convención de Viena sobre Relaciones Consulares de 1963 ha quedado desfasada en muchos aspectos, como consecuenc­ia de la globalizac­ión a la que nos referíamos antes. Particular­mente, en lo que se refiere a la figura de los cónsules honorarios, que se ha multiplica­do en los últimos años. En muchos casos, en beneficio de los intercambi­os mutuos, pero en otros en estrecha relación con la creciente intervenci­ón en los asuntos internos de otros países que llevan a cabo algunos estados. Este es el caso de la Rusia de Putin, que ha multiplica­do por cuatro los nombramien­tos de cónsules honorarios, muchos de ellos involucrad­os en la política exterior rusa, sobre todo desde la invasión de Ucrania. En consecuenc­ia, la actualizac­ión de la Convención de Viena debería garantizar que el nombramien­to de los cónsules y el beneplácit­o que necesitan por parte del país de destino estuviera sujeto a severos controles que garanticen la honorabili­dad de las personas propuestas. La Convención también debería asegurar que su actividad estuviera sujeta a una mayor transparen­cia, que permita comprobar que el cargo se ejerce en pro del bien común de los dos países involucrad­os.

Se debería garantizar que el nombramien­to de los cónsules estuviera sujeto a controles que aseguren la honorabili­dad de las personas propuestas

La opinión del diario se expresa solo en los editoriale­s. Los artículos exponen posturas personales.

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