Curiosidades del cuerpo y la salud
El ojo me tiene maravillado. La retina no es más que una extensión del cerebro metida en nuestra cuenca orbitaria
Aquellos que me siguen saben de mi interés por la excepción, por lo que se sale de la norma, porque muchas veces permite establecer la regla, lo más frecuente que ocurra en la mayoría de ocasiones. En este sentido, les quisiera recordar brevemente unas cuantas curiosidades del cuerpo humano y de las patologías del mismo.
El envejecimiento es considerado por algunos investigadores como una enfermedad. No es mi caso, si no que lo acepto como una consecuencia de la vida y de utilidad evolutiva. Pero más allá de estas disquisiciones, lo que deseamos todos es un envejecimiento gradual. Si me permiten la broma, morir en perfecto estado de salud. Pues bien, existen personas con un envejecimiento prematuro muy acelerado. Son los casos de progeria tipo enfermedad de Hutchinson-Gilford y síndrome de Werner. Estos niños, a la edad de nueve años parece que tengan noventa con calvicie, arterioesclerosis y arrugas, entre otros signos de vejez. Estos individuos poseen mutaciones en genes de la reparación del ADN y la estructura del mismo a nivel del núcleo celular, y aún no existen tratamientos eficaces. El estudio de estos pacientes quizá nos proporcione pistas sobre el envejecimiento fisiológico del resto de la población.
Cuando hablamos del órgano más grande del cuerpo humano, nos rascamos la cabeza y haciendo un rizo en el cabello podemos soltar que son los pulmones, el colon o el hígado. Pero depende de la definición. Por ejemplo, la sangre es el componente biológico más abundante, cinco litros de torrente acuoso y celular que nos recorre arriba y abajo varias veces cada día. ¡Ni las cataratas de Iguazú son tan bonitas! Pero, claro, tenemos un tejido inmenso que muchas veces olvidamos a pesar de verlo cada día: nuestra piel. Todos nuestros órganos no se desparraman ni los agentes externos nos atacan porque estamos metidos es este globo elástico que llamamos piel. Nuestra primera línea de defensa y nuestra aduana contra invasores.
Existe un órgano que a mí me tiene maravillado que es el ojo. Este fue uno de los pocos puntos que hizo dudar a Darwin sobre su teoría de la evolución. ¿Cómo era posible que una estructura tan pequeña y compleja como un reloj de oro de bolsillo fuera debida a cambios por azar y la selección de los mismos? ¿No era más sencillo pensar en un gran hacedor? Hoy sabemos que este increíble artilugio exhibe programas de expresión del material genético únicos y que existen centenares de tipos de ojos y de visión en la naturaleza. Recordemos también que la retina, que traduce los fotones de los haces de luz en impulsos nerviosos, no es nada más ni nada menos que una extensión de nuestro cerebro que se ha metido en nuestra cuenca orbitaria. Por cierto, si ven un dibujo de una sección del ojo con todos sus componentes, a mí siempre me ha parecido un pez. Los ojos como espejo del alma se lo dejo a los poetas.
Saben también de mi interés por los detectives. Y, en este sentido, siempre me ha parecido que el médico del día a día tiene coincidencias con estos profesionales. Sentado frente al paciente que le llega, su primera misión es escuchar lo que le cuentan. Un oído amigo a veces es suficiente para aplacar un dolor. Luego la historia que se nos explica orienta mucho al diagnóstico. Podemos hacer una selección de riesgo familiar o de exposiciones a tóxicos, siendo aún el tabaco quien se lleva la palma. Pero, luego, el paso de explorar al paciente es importantísimo. Antes de pedir una prueba complementaria carísima, estudiamos el cuerpo del paciente. Le miramos los párpados inferiores, si están engordados podemos sospechar una enfermedad renal. Le miramos el blanco de los ojos y en la comisura inferior aparece una línea amarilla y pensamos en una afectación del hígado. Una olor nos hace preguntarnos por una infección por hongos. Un enrojecimiento nos hace plantearnos una enfermedad autoinmune o una falta de color rojo en una enfermedad de la sangre. Ojalá el sistema sanitario proporcionara más tiempo a los facultativos para hablar e inspeccionar a esa persona que necesita ayuda.
Llego al límite de las lineas concedidas, y aún no les he hablado de cual es el órgano que es capaz de aumentar muchísimas veces su tamaño (¡no piensen mal!) o de qué partes de nuestra anatomía se nos empiezan a atrofiar por no usarlas o de cómo nuestro ADN guarda vestigios de las formas de vida que nos precedieron y de virus okupas que se aprovechan de nuestro material genético. Como decía aquel, les hablaré de ello mañana, si la salud lo permite.
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Manel Esteller es médico. Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras.