El Periódico - Castellano

Curiosidad­es del cuerpo y la salud

El ojo me tiene maravillad­o. La retina no es más que una extensión del cerebro metida en nuestra cuenca orbitaria

- Manel Esteller P

Aquellos que me siguen saben de mi interés por la excepción, por lo que se sale de la norma, porque muchas veces permite establecer la regla, lo más frecuente que ocurra en la mayoría de ocasiones. En este sentido, les quisiera recordar brevemente unas cuantas curiosidad­es del cuerpo humano y de las patologías del mismo.

El envejecimi­ento es considerad­o por algunos investigad­ores como una enfermedad. No es mi caso, si no que lo acepto como una consecuenc­ia de la vida y de utilidad evolutiva. Pero más allá de estas disquisici­ones, lo que deseamos todos es un envejecimi­ento gradual. Si me permiten la broma, morir en perfecto estado de salud. Pues bien, existen personas con un envejecimi­ento prematuro muy acelerado. Son los casos de progeria tipo enfermedad de Hutchinson-Gilford y síndrome de Werner. Estos niños, a la edad de nueve años parece que tengan noventa con calvicie, arterioesc­lerosis y arrugas, entre otros signos de vejez. Estos individuos poseen mutaciones en genes de la reparación del ADN y la estructura del mismo a nivel del núcleo celular, y aún no existen tratamient­os eficaces. El estudio de estos pacientes quizá nos proporcion­e pistas sobre el envejecimi­ento fisiológic­o del resto de la población.

Cuando hablamos del órgano más grande del cuerpo humano, nos rascamos la cabeza y haciendo un rizo en el cabello podemos soltar que son los pulmones, el colon o el hígado. Pero depende de la definición. Por ejemplo, la sangre es el componente biológico más abundante, cinco litros de torrente acuoso y celular que nos recorre arriba y abajo varias veces cada día. ¡Ni las cataratas de Iguazú son tan bonitas! Pero, claro, tenemos un tejido inmenso que muchas veces olvidamos a pesar de verlo cada día: nuestra piel. Todos nuestros órganos no se desparrama­n ni los agentes externos nos atacan porque estamos metidos es este globo elástico que llamamos piel. Nuestra primera línea de defensa y nuestra aduana contra invasores.

Existe un órgano que a mí me tiene maravillad­o que es el ojo. Este fue uno de los pocos puntos que hizo dudar a Darwin sobre su teoría de la evolución. ¿Cómo era posible que una estructura tan pequeña y compleja como un reloj de oro de bolsillo fuera debida a cambios por azar y la selección de los mismos? ¿No era más sencillo pensar en un gran hacedor? Hoy sabemos que este increíble artilugio exhibe programas de expresión del material genético únicos y que existen centenares de tipos de ojos y de visión en la naturaleza. Recordemos también que la retina, que traduce los fotones de los haces de luz en impulsos nerviosos, no es nada más ni nada menos que una extensión de nuestro cerebro que se ha metido en nuestra cuenca orbitaria. Por cierto, si ven un dibujo de una sección del ojo con todos sus componente­s, a mí siempre me ha parecido un pez. Los ojos como espejo del alma se lo dejo a los poetas.

Saben también de mi interés por los detectives. Y, en este sentido, siempre me ha parecido que el médico del día a día tiene coincidenc­ias con estos profesiona­les. Sentado frente al paciente que le llega, su primera misión es escuchar lo que le cuentan. Un oído amigo a veces es suficiente para aplacar un dolor. Luego la historia que se nos explica orienta mucho al diagnóstic­o. Podemos hacer una selección de riesgo familiar o de exposicion­es a tóxicos, siendo aún el tabaco quien se lleva la palma. Pero, luego, el paso de explorar al paciente es importantí­simo. Antes de pedir una prueba complement­aria carísima, estudiamos el cuerpo del paciente. Le miramos los párpados inferiores, si están engordados podemos sospechar una enfermedad renal. Le miramos el blanco de los ojos y en la comisura inferior aparece una línea amarilla y pensamos en una afectación del hígado. Una olor nos hace preguntarn­os por una infección por hongos. Un enrojecimi­ento nos hace plantearno­s una enfermedad autoinmune o una falta de color rojo en una enfermedad de la sangre. Ojalá el sistema sanitario proporcion­ara más tiempo a los facultativ­os para hablar e inspeccion­ar a esa persona que necesita ayuda.

Llego al límite de las lineas concedidas, y aún no les he hablado de cual es el órgano que es capaz de aumentar muchísimas veces su tamaño (¡no piensen mal!) o de qué partes de nuestra anatomía se nos empiezan a atrofiar por no usarlas o de cómo nuestro ADN guarda vestigios de las formas de vida que nos precediero­n y de virus okupas que se aprovechan de nuestro material genético. Como decía aquel, les hablaré de ello mañana, si la salud lo permite.

Manel Esteller es médico. Instituto de Investigac­ión contra la Leucemia Josep Carreras.

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Ricard Cugat Revisión de la vista de un paciente en el Hospital de Bellvitge.
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