El Periódico - Castellano

La Sagrada Familia

La serie que retrata a Jordi Pujol y toda su etapa política no favorece al expresiden­te

- Joan Tapia P

El domingo vi La Sagrada Familia, la serie de HBO sobre Jordi Pujol y su familia. Lo retrasé porque para mí Pujol es ya una carpeta cerrada. Y tenía cierta prevención. ¿Qué habrían escogido de la larga entrevista que me hicieron antes de la pandemia? Pero una llamada de Lluís Foix, con el que casi en comandita tratamos a Pujol durante 13 años, me obligó. Habría que repasar el pujolismo.

Pensaba empezar por un capítulo y me tragué de un tirón los cuatro porque la docuserie, dirigida por David Trueba y Jordi Ferrerons, te atrapa. La historia de Catalunya a través de una saga familiar, desde el abuelo Florenci, enriquecid­o en el tráfico de divisas tras la guerra, hasta los siete nietos, fruto del matrimonio del ‘expresiden­t’ con Marta Ferrusola, se relata a un ritmo trepidante con documentos visuales y entrevista­s a quienes –desde distintas perspectiv­as– trataron a Pujol y a su familia.

La serie quiere ser objetiva, que nadie la pueda tildar de parcial. Así se entiende la presencia continua de Núria de Gispert, que hace de Ter Stegen del ‘president’. Pero el retrato que sale no es complacien­te. Para un jurado americano, el veredicto no sería «inocente» porque el abultado enriquecim­iento de la familia no pudo haberse realizado sin la ayuda –activa o pasiva– de un ‘president’ que se presentaba como salvador de la Patria y supremo juez de la Ética. Si no fue cómplice, quizás peor: un político implacable con sus enemigos, pero débil y cobarde ante las exigencias de su mujer y de sus hijos. Se va lejos, sin concesione­s. Aunque no sale que su biógrafo fallecido, el periodista Manuel Cuyàs, contó una frase de Marta Ferrusola que me había llegado: «Tú (Jordi) eras un hombre rico y te has arruinado por la política (curiosa forma de ver la crisis de Banca Catalana), ahora tus hijos tienen derecho a rehacer la fortuna que perdiste».

Los testimonio­s

La serie está bien trabada. Hay dos buenos testigos de los inicios de Pujol, Miquel Esquirol (favorable) y Miquel Sellarès (luego crítico) que encuadran bien al personaje. El gran y hábil testimonio de la defensa es Josep Pujol –el tercer hijo– que intenta justificar (contextual­izando) unas conductas reprobable­s. Se aborda bien el escándalo de la confesión de «la deixa» del 2014. Y la repetida acusación del 3%, que aún hoy colea, esgrimida por Pasqual Maragall en un tenso debate con Artur Mas tras leer un editorial de EL PERIÓDICO. Su exdirector Antonio Franco y Santi Tarín son dos de las voces más críticas. Y Màrius Carol hace gol cuando subraya la relevancia de que Jordi Pujol Ferrusola arrebatara a Miquel Roca las finanzas de CDC. Y Roca era el último obstáculo para evitar que el partido se convirtier­a (al contrario que el PNV) en una monarquía absoluta.

El Pujol político, intentando controlar todo a través de Prenafeta, personaje con vocación de subpadrino, queda reflejado. Pero sus aventuras y desventura­s periodísti­cas, desde antes de la muerte de Franco hasta la creación de TV-3 a través –curiosamen­te– de Alfons Quintà, que contó en El País la ruina de Banca Catalana, hubieran dado para mas.

No se profundiza en la larga pugna con Tarradella­s, ni en que en su victoria de 1980 contó con el apoyo de una patronal temerosa de un posible Frente Popular, ni la campaña contra la OTAN para liquidar a Felipe González –que tiende a exculparle–, ni en que decidiera no volverse a presentard­espués de que Pasqual Maragall le superara en votos (no en diputados) en 1999.

No cabía todo y quizás falta análisis. ¿Preparó Pujol la aventura de la independen­cia que luego abrazó Artur Mas? No se aborda. Una de las virtudes de Pujol fue su inteligenc­ia y pragmatism­o. ¿Le convenía tener jóvenes independen­tistas? Sí. También buscó exalcaldes de la época de Franco (como Josep Gomis) con influencia. Quería –y lo logró– un partido «atrapatot». Podía soñar con la independen­cia en horas libres, pero era un adicto al poder. Y el poder –como se ha visto y admite en un libro-entrevista con Vicenç Villatoro– no pasaba por el ‘procés’.

Véanla. La aproximaci­ón al personaje, uno de los políticos clave de Catalunya y España, el retrato vivo de la época y el pluralismo de los testimonio­s, la hacen un documento imprescind­ible de los últimos años de Catalunya.

David Trueba y Jordi Ferrerons han realizado un documento esencial sobre la Catalunya de los últimos años

Joan Tapia es presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.

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Leonard Beard
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