El Periódico - Castellano

Amenaza macabra rusa en el buzón

Bandas mafiosas, servicios de inteligenc­ia, milicias chechenas y el grupo Wagner llevan décadas usando la táctica de enviar trozos de animales para amedrentar a periodista­s y opositores.

- MARC MARGINEDAS

Lo que comenzó como un asunto interno de España se ha transforma­do en una suerte de advertenci­a global y de carácter epidémico. La Policía Nacional ha intercepta­do en las últimas horas tres nuevas cartas que contenían partes de animal, dirigidas en esta ocasión a la embajada de Ucrania en Madrid y a los consulados de Málaga y Barcelona. En total, el número de paquetes sospechoso­s enviados a legaciones del país eslavo en una docena de capitales del mundo se eleva ya a 21, a los que hay que añadir seis sobres con material pirotécnic­o dirigidos, entre otros, al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y a la Embajada de EEUU en Madrid.

«Todo apunta a una actuación inspirada desde el Estado ruso» de alguna forma, sentencia, sin ápice de dudas, Olga Lautman, investigad­ora sénior del Centro para el Análisis de la Política Europea (CEPA) y experta en operacione­s de crimen organizado en Rusia y Ucrania. El envío de partes de animal a «periodista­s, opositores y voces críticas» ha sido un modo de actuar, un patrón «usado en Rusia desde los 90», sigue. Al principio, sostiene, «eran los grupos mafiosos» quienes recurrían a esta práctica con el objetivo de intimidar a «reporteros» que investigab­an sus actividade­s criminales.

En la primera década del siglo XXI, los destinatar­ios pasaron a ser «los periodista­s que criticaban la segunda guerra de Chechenia o la corrupción del régimen de Putin», o incluso «miembros de la oposición», detalla. El último caso del que se tiene constancia se remonta al mes de abril, ya iniciada la guerra en Ucrania, cuando Alekséi Venediktov, director de la clausurada emisora liberal Eco de Moscú, con una madre de religión judía, recibió en su domicilio moscovita una cabeza de cerdo, mientras en la puerta de su domicilio había sido escrita la palabra Judensau, una iconografí­a de la Edad Media que representa a hebreos chupando los pezones u observando el ano de un porcino.

Todas las sospechas sobre la autoría de la campaña recaen en el grupo Wagner, la milicia privada de mercenario­s dirigida por Yevgueni Prigozhin, apodado el chef de Putin, y cuyo canal de Telegram difundió la ejecución a martillazo­s de Yevgueni Nuzhin, un antiguo preso reclutado por la milicia y que, una vez en el frente, desertó y se ofreció a luchar en el bando de Ucrania.

Mensaje claro

Lautman no descarta semejante hipótesis, aunque recuerda que se trata de un método intimidato­rio que han empleado numerosos grupos e institucio­nes rusas, «desde mafias hasta los servicios secretos, pasando por paramilita­res chechenos». El contenido del mensaje, eso sí, está fuera de toda duda: el destinatar­io se ha convertido «en un objetivo a abatir» y «debe de inmediato dejar de hacer lo que estaba haciendo». En el caso de Denis Korotkov, reportero de Nóvaya Gazeta, quien hace cuatro años recibió una esquela junto a una cabeza cortada de macho cabrío, el trasfondo del envío estaba claro: cuando trabajaba como reportero para Fontanka, una web de San Petersburg­o, había investigad­o la actividad de Prigozhin.

El Gobierno ha declinado elevar la alerta antiterror­ista, y al menos en lo que a las seis cartas con pirotecnia se refieren, las pesquisas se concentrab­an, hace unos días, en «grupúsculo­s» de la izquierda radical «con escasa capacidad» y que «actúan por cuenta propia». En algunas de las macabras cartas con pedazos de animal, ha trascendid­o que el matasellos no era español, a diferencia de las misivas explosivas, fechadas en Valladolid.

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Carlos Luján / Europa Press Agentes de Policía Nacional ante la Embajada de Ucrania en Madrid.

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