El Periódico - Castellano

Entre misiles y drones

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Ucrania envía drones contra bases militares en suelo ruso, Rusia lanza misiles contra Ucrania y Estados Unidos revela que los lanzamisil­es donados al Ejército ucraniano tenían bloqueada la capacidad de alcance para que –como es condición permanente de Washington– no pudieran ser usados contra Rusia fuera de territorio ucraniano. La catástrofe ucraniana se acelera, con máximo riesgo, entre la espada y la pared, aunque a veces eso precipita los acuerdos. Tal vez para mostrar su enfado con los contactos bilaterale­s entre Estados Unidos y Rusia en el tanteo de una tregua, Zelenski ostenta su impacienci­a y parece incomodar a la Casa Blanca con exigencias maximalist­as. También se ha negado a nombrar un fiscal anticorrup­ción estando Ucrania por debajo de Rusia en los índices de corrupción. Con la distancia de un mapa de Google, la precipitac­ión de Ucrania recuerda en parte a la crisis de los misiles en Cuba, en 1962. El mundo estuvo unos días en el filo de la navaja. En prueba de que sin soluciones definitiva­s no va mal un apaño, el mundo respiró.

No es una coincidenc­ia que después de hablar con Joe Biden en Washington, Emmanuel Macron haya dicho que, para acabar con la guerra de Ucrania, Occidente ha de dar respuesta a las necesidade­s de Moscú en cuanto a seguridad. Se trata, evidenteme­nte, de la OTAN y del despliegue armamentís­tico. Josef Joffe, un analista alemán de gran sensatez, resume la situación: «Putin no debe ganar pero Zelenski no debe ganar demasiado».

Casi todo tiene precedente­s y a consecuenc­ia del fiasco de la crisis de Suez en 1956 –intervenci­ón militar británicof­ranco-israelí en Egipto– aquellos países europeos tuvieron que racionar la gasolina unos meses. Alemania, crítica con el trato al colectivo LGTBI en el Mundial de fútbol, acaba de contratar con Catar dos millones de toneladas de gas licuado al año. Entre la ciudadanía alemana, las sanciones contra Rusia pierden apoyo. El ministro de Economía alemán, de Los Verdes, propugna obtener capacidad energética de donde se pueda. No es imposible que así acabe la Unión Europea.

Se cruzan apuestas sobre quién será la personalid­ad del año, según dicte la portada del Time, ya no tan influyente y de menos omnipresen­cia como cuando desde 1927 proclamaba el estrellato anual. Por ahora va con ventaja Volodímir Zelenski, aunque los malintenci­onados proponen a Vladímir Putin. En realidad, Time no valora tanto la bondad del candidato, sino su influencia y por eso en su ranking estuvieron Hitler, Stalin –dos veces–, Mao y Jomeini. ¿Y si este año fuera Xi Jinping, entronizad­o en el congreso del partido comunista chino aunque luego alterado por las protestas contra el covid cero? El aura de ser personalid­ad Time del año dura cada vez menos, menos que un kleenex, ni un nanosegund­o. Al decir que la historia se acelera ostentosam­ente no está de más ver que ya venía acelerada. Si el año pasado la portada fue para Elon Musk, en 1982 Time la dedicó al ordenador personal, «la máquina del año». Entre Zelenski y Putin, el apaño de Time sería un algoritmo estabiliza­dor del orden global.

PValentí Puig es escritor y periodista.

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Valentí Puig

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