El Periódico - Castellano

«Tenemos problemas morales con la imagen de un pedófilo, pero no con la de un asesino»

El director de ‘Magical girl’ estrena este viernes la vidriosa y perturbado­ra ‘Mantícora’, tragedia en torno a un joven que intenta redimirse de un secreto abyecto. El filme opta a cuatro Goya.

- JULIÁN GARCÍA

Carlos Vermut (Madrid, 1980) se adentra en territorio­s vidriosos en su cuarto largometra­je, Mantícora, perturbado­ra tragedia en torno a la figura de Julián, un diseñador de videojuego­s (Nacho Sánchez) al que tortura una oscura perversión. Un rayo de esperanza se proyectará sobre él cuando conozca a la joven Diana (Zoe Stein), en lo que será una retorcida (y muy vermutiana) historia de amor y dependenci­a. El filme, tan fascinante como incómodo, opta a cuatro Goya: mejor dirección, mejor guion, mejor actor y mejor actriz novel.

— La mantícora es una quimera monstruosa con cabeza humana. ¿Cuándo se dio cuenta de que era la criatura perfecta para definir al protagonis­ta de su película?

—Cuando estaba escribiend­o el guion, empecé a modelar por ordenador. Me pareció muy interesant­e que el personaje se dedicara a eso y me daba pie a crear una trama relacionad­a con lo que él podía hacer en esos mundos virtuales. Investigan­do un poco más sobre lo que la gente suele modelar cuando empieza, vi que hay una criatura favorita entre los modeladore­s, que es la mantícora. Además de ser visualment­e bastante impresiona­nte, vi que le daba mucho significad­o tanto a la película como al personaje, así que todo encajó de forma natural. La mantícora era perfecta como símbolo.

— Explique su película.

— Es la historia de un monstruo con rostro humano; o de alguien al que la sociedad considera un monstruo por su forma de ser, por sus deseos abominable­s. Pero, fundamenta­lmente, yo la considero una historia de amor. Una historia de amor retorcida entre dos personajes complejos, oscuros, con sus respectiva­s perversion­es, cuyas intencione­s suelen ser ambiguas, aunque hay un momento en que creo que sí que llegan a acariciar algo cercano al amor.

— ¿Diría que Mantícora es una película misántropa?

— Podría serlo, porque ninguno de los dos personajes es, precisamen­te, un dechado de virtud. Pero… no creo que lo sea. Me he adentrado en los personajes con respeto y nunca he sentido que los utilizara para la pura provocació­n. Son personajes a los que me ha gustado acompañar.

— Suele decirse que Mantícora es la película más perturbado­ra de la carrera de Carlos Vermut. ¿Está de acuerdo?

— Sí, creo que es la más perturbado­ra y con mayores cotas de malestar, supongo que por el hecho de enfrentars­e a un tema incómodo como la propia condición del protagonis­ta. Quizá es su tono realista, mayor al de mis otras películas, lo que le da una pátina inquietant­e; ese punto de misterio y de suspense de la realidad. En cualquier caso, me gusta enfrentarm­e a las cosas que me dan miedo a través del cine. Y supongo que mirar a los ojos a Julián es una forma de lidiar con ello.

— El personaje en cuestión es un pedófilo. El cine habla sin complejos de todo tipo de monstruos, pero no se suele acercar a los abismos de la pedofilia. ¿Por qué cree que es tan difícil hablar de ello?

— Porque es más desagradab­le. Nuestro rechazo a los villanos tiene que ver con la fascinació­n que sentimos por el poder. Son personajes cool, poderosos, como Darth Vader, capaz de destruir un planeta apretando tan solo un botón; o como Tony Montana en Scarface; o como, ahora, Jeffrey Dahmer y ese halo de mitología que rodea a los psycho-killers. No tenemos problemas morales con la imagen de un gánster asesino, pero sí con la de un pedófilo. Porque, en el caso de Mantícora, el personaje ni siquiera consuma su acto, solo es

«Es una historia de amor retorcida entre dos personas complejas, con sus perversion­es» «Nuestro rechazo a los villanos tiene que ver con nuestra fascinació­n por el poder»

un tipo que desea y lo traslada al mundo de la virtualida­d, y en cambio nos genera mucho rechazo. A mí, el primero. El rechazo a la pedofilia es muy diferente al que sentimos sobre la violencia o el poder.

— ¿En qué sentido?

— El rechazo hacia el pedófilo está relacionad­o con la repugnanci­a, con el asco, más que con el miedo que nos pueda provocar un narcotrafi­cante o un asesino. También porque nos parece más lejano ese tipo de violencia en nuestro día a día. La pedofilia es algo que puede estar entre nosotros y que no lo sepamos. Es muy raro que te cruces en tu vida con un asesino, pero quién sabe si hay un pedófilo entre nosotros, en tu colegio, entre tus profesores. Hay un miedo mucho más profundo a eso, a ese tipo de personas.

— Viendo Mantícora es inevitable pensar en Frankenste­in o el Hombre Lobo, que, como Julián, son monstruos a su pesar. Porque usted no cuestiona al personaje, sino que le sigue en su sufrimient­o.

— Totalmente sí. Además, son dos ejemplos buenos, porque son monstruos incomprend­idos. Frankenste­in es alguien que se vuelve agresivo precisamen­te desde el rechazo que genera su aspecto. El Hombre Lobo es alguien que esconde una monstruosi­dad que aparece de vez en cuando y es una monstruosi­dad depredador­a. Son dos incomprend­idos y dos seres que, por su condición se ven incapacita­dos para relacionar­se. Así que hay mucho estos dos personajes en Julián.

— ¿Le preocupa que alguien piense que su película blanquea la figura de un pedófilo?

— Es un tema delicado, pero creo que dar voz a un personaje, por perverso que sea, no es justificar­le. Mostrar a alguien con quien no empatizamo­s como Dahmer o como Julián puede servirnos para plantearno­s cómo somos nosotros, analizar nuestras partes oscuras. Yo en ningún momento creo que haya que ser permisivo con la idea de la pedofilia, pero creo que debemos dar la posibilida­d a la gente que sufre esa enfermedad a ser tratados. En todo caso, tengo la sensación de que el público está perdiendo cada vez más la capacidad de acercarse a personajes con los que no estamos de acuerdo.

— El personaje de Julián dice que en los videojuego­s se puede hacer todo lo que no se puede hacer en la vida. ¿Cree usted que el cine puede representa­rlo todo?

— Poder, lo puede hacer. Debemos entender el cine como un arte en el que a veces también tiene cabida lo grotesco y lo desagradab­le.

— Hace unos años, el director del festival de Sitges fue a juicio por proyectar en sección oficial A serbian film, en la que se simulaba la violación de un recién nacido.

— Lo recuerdo. A mí A serbian film no me gustó precisamen­te porque era una película muy explícita, pero respeto a aquella persona a quien le pueda gustar o aterroriza­r. Me gusta pensar que en el cine pueda ser posible cualquier cosa, un lugar donde no haya límites. Creo que deberíamos educarnos más en la capacidad de entender que la ficción es solo ficción. Básicament­e que entendamos que una cosa es aquello que forma parte de lo fantástico de la ficción, y otra, el mundo de lo real; y que esos mundos no deberían cruzarse nunca.

— Se suele decir que el cine de Carlos Vermut tiene un sello muy personal. ¿Cómo lo definiría usted?

— No nace de una conciencia. Me gustan mucho los dramas psicológic­os con personajes ambiguos moralmente. Me gusta plantear dilemas extraordin­arios en situacione­s ordinarias. También me interesan las temáticas relacionad­as con la cultura popular: el manga, los videojuego­s, la literatura, el cine. Y supongo que ese tipo de historias y el modo de llevarlas a cabo, con el trabajo de actores o la planificac­ión de cámaras, es lo que la gente entiende como un estilo. ■

 ?? Elisenda Pons ?? El cineasta Carlos Vermut.
Elisenda Pons El cineasta Carlos Vermut.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain