El Periódico - Castellano

Portugal se desata sin Cristiano

Un triplete de Gonçalo Ramos protagoniz­a la goleada contra Suiza de los lusos, que se medirán el sábado con Marruecos en busca de una plaza en semifinale­s. Fernando Santos se atrevió a sentar a su desgastado e irreverent­e capitán y el equipo respondió mej

- SERGIO R. VIÑAS

Los aplausos de la grada siguen siendo suyos. El balón ya no lo es. Y Portugal crece hasta el infinito en esa nueva dialéctica que Cristiano Ronaldo estrenó con el fútbol y con su selección la noche en la que España debía estar viendo su partido para conocer a su rival en cuartos y no lo estuvo. Lo vio Marruecos, siguiente escollo luso, que ya no teme a Cristiano sino a Gonçalo Ramos, el hombre que envió a Dios al banquillo y se erigió en nuevo profeta de Portugal. Tres goles del joven ariete del Benfica (21 años) protagoniz­aron la sonora goleada lusa frente a Suiza (6-1) y el reseteo de una selección que, ahora sí, posee mimbres para aspirar a todo.

Pero al aplauso, escrito queda, sigue siendo propiedad de Cristiano. Al menos, en el estadio Lusail, un peculiar microclima en este Mundial. En este majestuoso coliseo de 90.000 espectador­es, escenario de la final, habita en cada partido que se disputa un ecosistema peculiar de aficionado al fútbol.

Hace unos días, en el PortugalUr­uguay, un amago de bicicleta que no llegó a nada se celebró como un gol. Esta vez lo que se jaleó a pulmón abierto fue su aparición en el videomarca­dor, sentado en el banquillo con un peto amarillo, mientras sus compañeros rompían filas tras escuchar el himno de Portugal. Después, su entrada al terreno de juego, ya con 5-1.

Sí, Cristiano estaba en el banquillo. Deus na terra sacrificad­o por sus propios feligreses. Portugal mató a su propio padre para cortar de raíz la gangrena que comenzaba a generar su plenipoten­cia. Fernando Santos aguardó a que él mismo asumiera su crepúsculo y diera un paso atrás, pero el orgullo y la competitiv­idad impiden al mejor jugador de la historia de Portugal reconocer que ya no lo es a los 37 años. Cortó de raíz Santos, tras el desplante del duelo anterior, sabiéndose acreedor del respaldo popular.

Y acertó. Vaya si acertó. Sin Dios, a Portugal se le abrieron los cielos como en ningún partido de este Mundial. Eléctrica, contundent­e y directa, al fin tan arrollador­a como sugiere el superlativ­o potencial de su plantilla. Una trémula Suiza fue la víctima perfecta para el prometedor descorche de una nueva era en el país vecino, que ve crecer ahora sus posibilida­des de hacer algo grande en Catar.

El primer triplete

Ramos, nueve goles en 11 partidos de Liga con el Benfica esta temporada, fue el elegido por Santos para reemplazar al Dios castigado. Un encargo de aúpa para un muchacho de 21 años que hasta llegar a Catar solo había sido tres veces internacio­nal. Pero, ¿quién dijo miedo? A los 17 minutos, Ramos ya había abierto el marcador con un soberbio zapatazo. Todo el banquillo fue a abrazarle para celebrarlo. También Cristiano.

Fue solo el comienzo de una exhibición descomunal del muchacho, autor de tres goles en el partido, firmante del primer triplete del Mundial. El líder futbolísti­co de una Portugal primorosa de principio a fin. Repitió conquista el ariete en el minuto 51 y después en el 67 (marcaron también Pepe y Guerreiro en el intervalo, además del suizo Akanji, antes de que Santos le mandara al banquillo para sacar en su lugar a .... Cristiano.

Y el Lusail pareció derrumbars­e ante su aparición. También cuando jaleó su gol en el 84, un coitus

interruptu­s debido a un clarísimo fuera de juego. No se pudo tomar ni un chupito Cristiano, ya en cuartos pero desposeído de su corona. Ahora la lleva Gonçalo Ramos. Y se la discutirá Rafa Leao, que cerró la goleada. Nuevos e ilusionant­es tiempos para Portugal. ■

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Peter Cziborra / Reuters Los jugadores de la selección portuguesa celebran uno de sus goles contra Suiza.

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