El Periódico - Castellano

La España derrotista

Los españoles están más orgullosos de España de lo que se dice en las tribunas

- Albert Sáez Albert Sáez es director de EL PERIÓDICO

A España le sientan mal las derrotas frente a Marruecos. Afortunada­mente, en el siglo XXI las disputas se libran en los campos de fútbol y no en los campos de batalla. Lo de Catar no tuvo nada que ver con lo de Annual. Pero fue igualmente un desastre. En este Mundial, dictaduras y democracia­s juegan con las mismas reglas y con apariencia de igualdad. Por eso Marruecos pudo ganar a España. Y llegó la derrota en plena celebració­n del Día de la Constituci­ón, de las pocas cosas que genera un mínimo orgullo compartido. Esta debacle le pilla a España en un momento bajo. The Economist acaba de publicar un extraño artículo en el que dice que renacen las dos Españas irreconcil­iables. A propósito de la reforma de la sedición y de la ley del sí es sí. Ciertament­e, España vista desde la tribuna del Congreso de los Diputados o desde la barra del bar de Twitter, pudiera parecer al borde de la guerra civil. Lo mismo ocurre con Estados Unidos visto desde la prensa europea. Cuando la derecha está en la oposición, España está siempre en riesgo de disolución inmediata. No hace nada, uno de sus dirigentes dijo que algunos habían conseguido más en la negociació­n de los Presupuest­os que tirando bombas. Supongo que se refería a Pujol y Arzalluz con Aznar. Aunque de todas formas, a un demócrata convencido eso no le debería parecer mal.

A España le cuesta valorar sus fortalezas y, demasiadas veces, unos y otros confunden estar en la oposición con anunciar el apocalipsi­s del país. A ello también se suman las minorías, nacionales e ideológica­s, muy dadas a ver la paja en el ojo ajeno más que la viga en el propio. La España derrotista, heredera de la tradición de aquella generación del 98 marcada por las derrotas coloniales, vuelve a campar por las tribunas parlamenta­rias y por las burbujas digitales. Pero me temo que muchos españoles están más orgullosos de España de lo que dicen esos discursos, también de su diversidad interna y de su capacidad de llegar a acuerdos entre diferentes. E incluso están orgullosos de esa selección de fútbol que no consiguió ganar a Marruecos ni en los penaltis. Pero que representa­n a una democracia que hace 44 años dejó atrás una dictadura como la que aún padece su vecino del sur. A ellos solo les queda el orgullo del fútbol, una derrota en toda regla.

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