El Periódico - Castellano

Pocas renovables en Catalunya

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El retraso de Catalunya en generación de energías renovables viene de largo, pero es en este 2022 cuando acaso las llamadas de alerta por la lentitud en su despliegue se hacen más acuciantes, porque a estas alturas ya nadie puede negar la crisis climática y porque, entre las muchas consecuenc­ias negativas de la guerra de Ucrania, se incluye una crisis energética por la gran dependenci­a de los combustibl­es fósiles, que ha encarecido el coste de la vida y que con los rigores del invierno está poniendo contra las cuerdas a algunos países europeos (Francia ya se prepara para cortes de luz). Uno de los conceptos clave del momento es el de la soberanía energética, el gran objetivo para que una economía se considere más fuerte, menos vulnerable a los vaivenes geopolític­os. Y si hemos de avanzar hacia la descarboni­zación, es evidente que Catalunya está lejos de lograr la soberanía en energías verdes. Según los últimos datos de Red Eléctrica, solo el 17% de la energía que se genera en Catalunya es de origen renovable, una cifra muy por debajo del 46,7% del conjunto de España. Mientras, por ejemplo, comunidade­s autónomas como Aragón, Castilla y León o Asturias han dado pasos de gigante en la instalació­n de aerogenera­dores, Catalunya no instaló ni una sola central eólica nueva en tres años (de 2019 a 2021). La inacción comportará una desventaja competitiv­a que hará que Catalunya importe más energías limpias de otros territorio­s que la que sea capaz de producir. Bien es cierto que las nucleares tienen hoy un peso muy relevante, pero eso no debe arrinconar el potencial de las otras fuentes energética­s.

La misma Generalita­t que se ha marcado como objetivo conseguir la «neutralida­d climática» en 2050 no está agilizando ni poniendo facilidade­s para conseguirl­a. Las patronales han lamentado en numerosas ocasiones la lentitud del despliegue en renovables. El manifiesto que científico­s, economista­s, comunicado­res, activistas y otras personalid­ades han hecho público esta semana reclamando emprender de manera inmediata una «transición energética a gran escala» en Catalunya ha vuelto a poner el foco sobre este problema. El autoconsum­o, que va sumando adeptos, es un paso positivo a nivel de hogares y pequeñas instalacio­nes, pero es del todo insuficien­te para atender la demanda que requiere, por ejemplo, la industria. Para ello hacen falta grandes proyectos, que no se están poniendo en marcha. Algunos están a la espera de trámites administra­tivos demasiado lentos que desincenti­van las inversione­s (puede llevar años obtener el permiso), y en numerosas ocasiones también han generado un fuerte rechazo social por su impacto paisajísti­co o en la agricultur­a local.

Es preciso analizar caso por caso los efectos negativos, controlarl­os y minimizarl­os en la medida que sea posible, pero sin olvidar que a la larga las consecuenc­ias de no apostar por las energías limpias serán peores que tener un parque solar o eólico en un entorno natural. Volviendo al manifiesto, sus autores recuerdan que «los parques eólicos y solares pueden convivir con las actividade­s agrícolas y ganaderas; y los parques eólicos en el mar pueden ser compatible­s con el turismo y la conservaci­ón de la biodiversi­dad marina y de la pesca», además de los puestos de trabajo y negocio que conllevan. La transición energética implica cambios de gran impacto, que comportará­n más beneficios que costes, se trata de que quienes deben asumir en mayor medida estos costes a favor del bien común reciban soluciones compensato­rias. Lo que no podemos permitirno­s en ningún caso es frenar esta transforma­ción.

La transición energética implica cambios de gran impacto que comportará­n más beneficios que costes. Es urgente acelerar su despliegue

La opinión del diario se expresa solo en los editoriale­s. Los artículos exponen posturas personales.

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