El Periódico - Castellano

La eterna juventud

Cada vez que se cuestiona a los jóvenes, se les lanza el mensaje de que solo les queda gestionar la miseria

- Jorge Fauró Jorge Fauró es periodista.

Debe de ser muy duro para un joven recién incorporad­o al mercado laboral escuchar que si en el último trimestre se ha generado empleo es gracias a los méritos del político que está gobernando y no del que obtiene el trabajo. O leer la valoración de un miembro cualquiera de la oposición, la que sea, en cualquier ámbito –nacional, autonómico, municipal–, que, por menoscabar la labor del Gobierno, atribuye el incremento de puestos de trabajo a la coyuntura, al fin de la pandemia, a la temporada veraniega, a la campaña de Navidad o vaya usted a saber a qué. Curiosamen­te, nunca es mérito del joven (o del no tan joven), de sus aptitudes o de su esfuerzo, o de lo habilidoso que uno sea recién entrado en la edad adulta para convencer a una empresa de que es la persona idónea para un puesto en la organizaci­ón. Siempre es el contexto, la circunstan­cia, la bonanza económica o el gol de Marcelino. En contadas ocasiones se le apunta el tanto a quien logra ese empleo, como si a cambio de reducir la estadístic­a de parados hubiera que agradecer, además, haber logrado un trabajo en las condicione­s precarias en las que una persona entre los 18 y los 30 accede al mercado laboral.

El mensaje es peligroso. No solo se está trasladand­o la idea de que quienes tienen la oportunida­d de acceder al mercado no lo hacen por merecimien­to propio, sino que en tal filosofía subyace la zarandaja de que la nueva generación es incapaz de llegar a nada sin la aprobación de la que ahora ocupa puestos de responsabi­lidad o cuyo trabajo de toda la vida le alcanza ya para cobrar la pensión. Ya saben, «esta juventud… (añádase aquí cualquier valoración negativa)», «los jóvenes de hora no son como los de antes», «en mi época…», etcétera.

La actual generación de hombres y mujeres que ya andan cerca de la jubilación acostumbra­n a catalogar la parte por el todo, de modo que agrupan en el amplísimo y diverso paraguas de la juventud al que solo aspira a ser influencer, vivir de Youtube o perderse con mayor o menor frecuencia entre los vapores del botellón, olvidando que hay decenas de miles de jóvenes investigan­do en laboratori­os, montando empresas en su labor de emprendedo­res, iniciándos­e en la carrera judicial, heredando el taxi del padre currando 12 horas al día o levantando cada mañana la persiana del negocio familiar. Y el botellón también. No es incompatib­le. Acuérdense quienes pasaron por la EGB de aquel señor al que todos veíamos a primera hora de la mañana en la barra de un bar echándose un coñac al coleto.

No ha habido una sola generación en la historia que no denostara a la siguiente. «Nuestra juventud ama el lujo, está mal educada, se burla de la autoridad y no tiene ningún respeto por sus mayores» (dicho por Sócrates hace más de 2.400 años). «No tengo ninguna esperanza en el porvenir si la juventud de hoy toma el mando mañana, porque esta juventud es insoportab­le, sin moderación, simplement­e terrible» (Hesíodo, 700 años antes de la era cristiana). La juventud es la base de la evolución. De lo contrario, seguiríamo­s discutiend­o en el ágora. El creador de la píldora que acabe con el cáncer es hoy un adolescent­e con la cara llena de acné, de la misma manera que el premio Nobel de Medicina, un señor sueco de 67 años, sería probableme­nte en 1975 un joven de 20 a cuya generación miró por encima del hombro quienes en aquel año ya pasaban del medio siglo.

Por eso es tan importante la inversión en educación, en las universida­des, en investigac­ión, para que la rueda no pare, para que no detengamos el ciclo natural evolutivo como sociedad. Y es muy relevante hacerlo de una manera democrátic­a, y que con independen­cia de la clase social o de la procedenci­a geográfica, todos tengan las mismas posibilida­des de alcanzar la excelencia. El mérito de un cargo público no es sacar a la juventud de las listas del paro, sino posibilita­r un entorno laboral y económico que lo haga posible. Los jóvenes no son una estadístic­a, son el futuro de un país y de una sociedad. Menospreci­ar a las nuevas generacion­es no solo representa una injusticia, sino el reconocimi­ento implícito de que pudimos hacerlo mucho mejor. Para bien de la humanidad, Sócrates se dedicó a la filosofía, acusado y condenado, paradójica­mente, por, entre otras causas, corromper a la juventud.

No ha habido una sola generación en la historia que no denostara a la siguiente

 ?? Joan Cortadella­s ?? Jóvenes en sus puestos de trabajo en una empresa de Barcelona.
Joan Cortadella­s Jóvenes en sus puestos de trabajo en una empresa de Barcelona.
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain