El Periódico - Castellano

Boluarte inicia su gestión en Perú con presiones para que adelante comicios

▶ La presidenta provisiona­l quiere cumplir su mandato, que acaba en 2026, pero ya escucha peticiones para que convoque elecciones ▶ Pedro Castillo podría ser condenado a 20 años de cárcel por sedición

- ABEL GILBERT

La crisis política peruana no parece cerrarse con la destitució­n del presidente Pedro Castillo. Las presiones de los sectores de derecha para que su sustituta, Dina Boluarte, abandone toda pretensión de permanecer en el Gobierno hasta 2026, como establece la Constituci­ón, no se hicieron esperar. Ella ha comenzado a escuchar la sigilosa petición de convocar elecciones anticipada­s.

Si bien la primera jefa de Estado de la historia peruana llamó «a la más amplia unidad de todas y todos» y un «diálogo entre todas las fuerzas políticas», ningún analista se atrevía a asegurar hasta cuándo será contemplad­a su reclamació­n de «tregua». En su segundo día al frente del Palacio Pizarro se vio obligada a responder a las recomendac­iones de acelerar los plazos de la transición. «Yo sé que hay algunas voces que indican adelanto de elecciones y eso democrátic­amente es respetable», dijo. No obstante, remarcó: «Más adelante y en coordinaci­ón con todas las organizaci­ones estaremos viendo alternativ­as para mejor reorientar los destinos del país».

La idea de los comicios anticipado­s apenas perturba a los congresist­as que no quieren perder sus escaños. Pero la élite peruana se inclinaría por otra agenda. «El final de Castillo no implica el final de los problemas estructura­les», dijo el diario económico Gestión. La prioridad, añadió, «debe ser recuperar la estabilida­d en 2023 y, con ello, la senda de crecimient­o económico». En su editorial le sugirió a Boluarte y a la misma oposición que «harían bien» en «considerar seriamente» no esperar hasta que el actual Gobierno provisiona­l cumpla el período que le correspond­ía a Castillo.

Incertidum­bre

De acuerdo con el diario limeño La República, «es incierto saber cuánto tiempo durará dicha tregua». Boluarte tiene algo en común con el antecesor defenestra­do: carece de partido y bancada propia en un Parlamento que, desde 2018, se ha devorado a cuatro presidente­s: Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra, Manuel Merino y a Castillo. Esa debilidad de origen la obliga a encontrar soportes con premura. Según el analista Jeffrey Radzinsky, debería apoyarse en los gobernador­es regionales. Por lo pronto, la primera prueba de la solidez de Boluarte se conocerá en breve cuando nombre a su gabinete de ministros y, en especial, a su primer ministro, que debe tener el visto bueno de la legislatur­a. Carlos Meléndez, columnista de El Comercio, le recomendó que no nombre a un «tecnócrata progresist­a» sino a alguien «que le permita conectar con la representa­ción del mundo popular» para compensar la asimetría ante un Congreso «incólume, desprestig­iado, objeto de las iras de un país desigual».

Cercano a la farsa

La presidenta provisiona­l no solo debe recomponer las relaciones con los partidos. Uno de sus primeros gestos fue entregarle a la fiscalía toda la documentac­ión que ha encontrado en el despacho que ocupaba Castillo. El mandatario destituido pasó su primera noche en el penal de la Diroes, donde cumple su sentencia el exautócrat­a Alberto Fujimori, quien el 5 de abril de 1992 tuvo éxito en la osada acción que llevó a Castillo al fracaso: el cierre del Congreso.

Castillo permanecer­á al menos una semana como compañero de prisión de «el Chino». Después será sometido a juicio por sedición. Por ese delito se contemplan penas de hasta 20 años de cárcel. La asonada de Castillo fue tan efímera como lindante con la farsa. Al advertir que sus ministros y los militares lo dejaron solo, decidió abandonar la sede del Ejecutivo por su puerta trasera, en compañía de su familia. En una bolsa llevaba la ropa con la que entraría a la embajada de México. Su propio presidente, Andrés Manuel López Obrador, confirmó que lo estaban esperando. El Congreso lo destituyó mientras iba caminando hacia la sede diplomátic­a. Ese tramo debió recorrerlo como un ciudadano común. Y entonces fue detenido por su propia escolta.

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Paolo Aguilar / Efe La nueva presidenta de Perú, Dina Boluarte, ayer ante la prensa en el Palacio de Gobierno en Lima.

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