«Vivimos con miedo, el lugar es muy peligroso»
Los vecinos de la barriada reclaman una intervención urgente del Ayuntamiento de Terrassa en el solar ocupado por chabolas.
calentaba con madera.
Estas mismas chabolas de Les Fonts ya escondieron otro secuestro sexual en 2019, el de una chica gallega de 24 años que permaneció cerca de dos semanas encerrada y sometida a agresiones físicas y sexuales muy cerca de donde liberaron a Talía.
Juan Ramón y Ramona, padres del hombre que resultó detenido en 2019 y que lleva ya tres años en prisión, viven todavía en el mismo campamento. Explican que a su hijo le quedan tres más para terminar de cumplir su condena.
En el juicio que se celebró contra él, la joven contó que no solo había sido sometida a violaciones constantes durante aquellas dos semanas. También sufrió palizas y golpes y temió por su propia vida. En este caso, el lugar donde la retenían era un vehículo abandonado que la familia tiene frente a su chabola. «Era su novia, se conocieron a través del móvil... y luego salió ella contando estas mentiras», dicen los padres, que también fueron condenados por su posible participación en este secuestro. No llegaron a entrar en prisión. Lo suyo quedó en una multa que aún hoy siguen pagando, dicen.
«Ha pasado exactamente lo mismo dos veces», se queja la familia, aludiendo al secuestro de esta semana. Sin embargo, la versión policial no tiene nada que ver con la de la familia. Se trata de dos casos calcados: son dos secuestros en el mismo lugar, con agresiones sexuales y ejercidos por hombres que conocían a las víctimas.
■
El juez deja al sospechoso en libertad provisional y ordena protección para la víctima
Hace años que los vecinos de Les Fonts denuncian el mal estado del solar donde se asienta el campamento de chabolas y reclaman un desalojo de urgencia. «El ayuntamiento lo sabe, pero nos hace caso omiso», insisten los vecinos, que prefieren no identificarse por temor a represalias. «Es un lugar muy peligroso, tenemos mucho miedo», añaden los residentes de esta zona, que pertenece al municipio de Terrassa.
Los habitantes de estas cabañas insalubres, que niegan lo ocurrido y que en algunos casos acumulan un amplio historial de antecedentes, afirman que jamás se irán de allí. Lo consideran su casa.
El vecino que hace tres años activó a la Policía Local, alarmado por los gritos de una joven también secuestrada, hoy vive protegido con un sistema de videovigilancia, una verja cerrada con candado y cinco perros.
Años de quejas
Hace años que los vecinos del barrio de Les Fonts se quejan de cuanto ocurre en estas casas de lata y madera que se han erguido en este territorio. Primero, por un tema de insalubridad. «Está lleno de basura, de residuos... es indigno, parece una ‘deixalleria’», se quejan. Al conocer el segundo secuestro, no dan crédito. «¿Qué más tiene que pasar? ¿Qué otra desgracia nos espera?», insisten con las manos en la cabeza. Las críticas de los vecinos a este lugar son ya ensordecedoras. «Lo hemos avisado en muchísimas ocasiones, el Ayuntamiento lo sabe y no hace nada», se quejan los vecinos. «Cada vez se hacen más fuertes, y las ramas van cubriendo más las chabolas para que no se vea nada. ¡Hay una de ellas en la que ya ni se puede ver lo que ocurre, pero están allí. Es como una selva .... pero muy, muy, muy peligrosa!», exclama un vecino asustado.
Muertos de miedo por lo que les pueda pasar, rompen el silencio con EL PERIÓDICO y reclaman con dureza que el consistorio actúe de una vez en este lugar. «Nos hacen caso omiso», se quejan. «Es que, además, está muy cerca de una zona donde pasea mucha gente con niños», dicen. Al otro lado de las vías, frente al lugar del terror, una pareja cultiva un huerto. Hay un parque de juegos para perros perfectamente acondicionado, un campo de fútbol que se usa a menudo y donde se hacen muchas actividades, y constantemente pasan personas que pasean o hacen deporte en los caminos de tierra, alrededor de la riera de Rubí. «La gente viene por aquí tan tranquilamente, se mete por los caminitos, y no tienen ni idea de que corren peligro, esto se tiene que acabar», se quejan los vecinos.
■