«Soy inmune a la posibilidad del fracaso»
El candiense presenta ‘Avatar: el sentido del agua’, la segunda parte de la exitosa película de 2009. Durante 13 años, mientras trabajaba en ella, el cine ha cambiado drásticamente a causa del auge de los superhéroes, la pandemia y el cambio de paradigma impulsado por las plataformas de ‘streaming’.
en submarino por todo el mundo. Y me lo pasaba tan bien haciendo esas cosas que, llegado el momento, me pregunté: «¿De verdad quiero hacer otra película? ¿Otra película de Avatar?».
— Usted ha asegurado que, para ser rentable, Avatar: el sentido del agua necesita colocarse entre las cuatro películas más taquilleras de la historia. Pero, ¿qué pasará si no lo logra?
— Llevo años preguntándomelo. La pandemia fue una verdadera amenaza existencial para la experiencia cinematográfica, y yo ya llevaba dos años trabajando en esta película cuando sucedió. Sentí
que mi sueño había sido destruido, que el streaming iba a canibalizar todo lo que yo creé, lo que amo. Pensé: «Soy un dinosaurio, y aquí llega el cometa que va a extinguirme». Pero la posibilidad del fracaso no me afecta, me siento inmune a ella. Soy incapaz de moderar mis ambiciones para complacer al mercado. Cuando estábamos terminando Titanic hace 25 años, todo el mundo daba por hecho que iba a ser un descalabro en taquilla. ¿Hizo eso que tratara limitar los riesgos? ¡No! Todo lo contrario. Si mi película va a ser un fracaso de todos modos, me aseguraré de que al menos me satisfaga a nivel personal. La segunda entrega de Avatar se estrena ahora, y la tercera ya está acabada. La respuesta del público condicionará las otras entregas.
—Mientras usted lleva tantos años trabajando en la saga Avatar, que ante todo es un alegato ecologista, la Amazonia sigue siendo destruida y los políticos de todo el mundo tan solo fingen preocuparse por el planeta. ¿Qué siente al respecto?
— No creo que la solución a nuestros problemas existenciales esté en el ámbito político. Para salvar el planeta hará falta que la gente reaccione. No estoy pensando en una revolución en las calles, sino en que los ciudadanos se informen, y voten, y obliguen a los políticos a tomar medidas en lugar de atender únicamente los intereses del capitalismo; no son verdaderos líderes, son borregos, así que van a hacer lo que la población les diga que tienen que hacer. Es cierto que a la gente le cuesta cambiar. Nos encanta quemar energía, nos encanta comer carne y lácteos, y pedirnos que cambiemos ciertos patrones de comportamiento es como pedirnos que cambiemos de religión. Por eso es importante informarse, y es importante enfadarse.
— Avatar propugna el medioambientalismo, pero al mismo tiempo es una aventura bélica. Es decir, por un lado habla de protección y por el otro habla de destrucción. ¿Cómo equilibra ambas facetas?
— Confieso que, durante el proceso de montaje de El sentido del agua, sufrí una crisis de fe; me pareció que era una película demasiado violenta. Así que decidí cortarle 10 de minutos de escenas de violencia. Se me conoce como un director de cine de acción pero lo que está pasando en nuestra sociedad con las armas me revuelve el estómago. Así que, cuando miro hacia atrás y recuerdo algunas de las películas que he hecho, siento que actualmente no querría hacerlas. No sé si me gustaría fetichizar las armas como lo hice con la saga Terminator hace 30 años.
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