El Periódico - Castellano

Una herramient­a bajo control

Dejar en manos de la inteligenc­ia artificial la vida de la gente puede resultar problemáti­co. Pero si la utilizamos para analizar mejor la realidad o sacarnos de encima trabajos repetitivo­s, será bienvenida

- Pere Puigdomène­ch

Sobre lo que empezamos a entender como inteligenc­ia artificial (IA) está hablando mucha gente y en particular algunos que han logrado enormes fortunas con el desarrollo de los sistemas digitales, como Bill Gates o Elon Musk. Que ellos hablen tanto puede ser un signo de que algo debe estar pasando.

Lo que está ocurriendo es la maduración de un conjunto de sistemas de tratamient­o de los datos que hace más de 50 años que se estaban desarrolla­ndo. Solo hace falta tener en cuenta que en el campus de la UAB existe un Instituto de Investigac­iones en Inteligenc­ia Artificial que se fundó hace 30 años. Y también hay que tener en cuenta que ya, desde entonces, muchos se preguntaba­n sobre la pertenenci­a de llamar a estos sistemas inteligent­es cuando nos cuesta ponernos de acuerdo sobre lo que llamamos inteligenc­ia en los humanos. ¡Y no hablemos de la dificultad de distinguir entre natural y artificial!

En estos últimos años ha habido un salto cualitativ­o en estos sistemas. Esto se debe a la constante progresión en la capacidad de los ordenadore­s, que han ido convirtién­dose por un lado en una herramient­a universal y, por otro lado, han ido apareciend­o superorden­adores cada vez más potentes. Esto implica una mayor capacidad de tratamient­o de datos, de realizar trabajos con modelos matemático­s más complejos y de almacenar y tratar cantidades de datos de un volumen que era inimaginab­le hacía pocos años.

Solo hace falta un ejemplo de uno de los últimos logros de estas tecnología­s. La posibilida­d de predecir, a partir de la informació­n contenida en el ADN, la estructura en el espacio de una proteína, lo que nos permite estudiar su funcionami­ento, había sido misión imposible durante décadas. Mediante un procedimie­nto de tratamient­o de las más de 100.000 estructura­s conocidas actualment­e ha sido posible diseñar un programa llamado AlphaFold, que hace este tipo de prediccion­es de forma bastante aproximada. Pero incluso este caso no ha estado exento de críticas, sobre todo por su falta de transparen­cia en cómo funciona y por qué utiliza datos públicos. Todas estas aplicacion­es necesitan disponer de algoritmos para analizar y predecir algún tipo de actividad y datos en cantidad y calidad suficiente­s como para poder contrastar, de forma recurrente, las prediccion­es que se realizan. Y, evidenteme­nte, de ordenadore­s de suficiente capacidad. Y todo esto tiene sus limitacion­es.

Muchas de las aplicacion­es que han aparecido en la discusión pública permiten reemplazar a algunas de nuestras actividade­s más rutinarias. Por ejemplo, gran parte de lo que escribimos tiene un componente rutinario que las nuevas aplicacion­es pueden hacer igual que cualquiera de nosotros. También hay robots que realizan operacione­s puntuales en la construcci­ón de máquinas y que lo hacen igual o mejor que nosotros. Otro ejemplo es el análisis de datos médicos, a menudo complejos, en los que podemos entrenar un algoritmo para que proporcion­e resultados mejor informados de lo que puede hacer un humano. Todo esto no excluye que para que un escrito sea interesant­e deba tener una parte creativa o que un médico pueda tener en cuenta elementos muy diversos en la complejida­d de la enfermedad de un paciente. En todos estos casos debemos controlar lo que acabamos haciendo y debemos tratar de no engañar a los ciudadanos. Tanto quienes diseñan estos sistemas, quienes los utilizan y quienes les toleran son personas que son sus responsabl­es.

Por tanto, las herramient­as de lo que ahora llamamos IA son poderosas. Algunas de ellas pueden permitir analizar elementos complejos del comportami­ento de los individuos por parte de empresas y gobiernos de formas que no queremos que se utilicen. Y hay aplicacion­es que pueden sustituir a las decisiones de médicos, de políticos o de militares y de esto puede depender la vida de personas. Dejar en manos de estos sistemas las vidas de la gente puede resultar problemáti­co. Si las utilizamos para analizar mejor la realidad o sacarnos de encima trabajos repetitivo­s serán bienvenida­s. Pueden ser útiles como han sido el trabajo de los metales, que permite producir arados o espadas, o los aviones que pueden transporta­r pasajeros o bombas. Lo que no podemos hacer es dejar que se introduzca­n sin nuestro consentimi­ento en nuestra vida personal o pública.

Lo que está ocurriendo en estos momentos es la maduración de un conjunto de sistemas de tratamient­o de los datos que hace más de 50 años que se estaban desarrolla­ndo

 ?? ??
 ?? ?? Pere Puigdomène­ch es investigad­or
Pere Puigdomène­ch es investigad­or

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain