La vejez LGTBI sufre soledad y estafas
El centro social de la fundación Enllaç, en Barcelona, que acaba de cumplir 15 años, es el único lugar en Catalunya que atiende a las personas mayores del colectivo LGTBI. Gais, lesbianas, bisexuales o trans padecen un doble estigma cuando llegan a la última etapa de la vida.
La soledad no deseada, especialmente entre las personas de la tercera edad, es un problema en mayúsculas. Una fuente de dolor emocional que implica graves secuelas en la salud mental y física de los más mayores.
Pero en el colectivo LGTBI esta factura aún es mayor. Lo sostiene la fundació Enllaç, que lleva 15 años trabajando con personas gais, lesbianas, bisexuales o trans, las cuales sufren un doble estigma cuando llegan a la última etapa de la vida. «Hablamos de una generación que no ha tenido hijos ni descendientes, que tuvo que romper con la familia porque les dejaron de lado y que ha perdido muchos amigos por la epidemia del VIH», detalla Àlex San Rafael, coordinador de la entidad.
Problema invisibilizado
Existen pocos datos sobre este problema. Pero un estudio reciente en la ciudad de Barcelona lo recoge. El 38,7% de las personas LGTBI mayores de 65 años viven solas, mientras que en el resto de la población con la misma edad ese porcentaje desciende al 25%. Es decir, que las personas LGTBI que viven solas en la tercera edad superan en un 52% la media de la ciudad. Este factor implica otras dificultades con impacto en la salud mental. El colectivo duplica la tasa de trastornos de salud mental (de un 1,5% a un 2,9%). Además, el 17,5% de las personas homosexuales, bisexuales o trans mayores de 65 años tienen depresión o ansiedad, mientras que en el resto de personas de esa misma edad lo sufren el 12,3%.
«Hay muchas personas que vienen a la entidad con ataques de ansiedad y depresión profunda. No hay estadísticas de suicidios aunque debería: hay gente que nos llega aquí que esta muy triste», sigue San Rafael. Uno de ellos es Jacinto
Román, vecino de Barcelona de 63 años. «He estado 32 años en pareja, pero cuando murió mi marido sentí que necesitaba salir y desconectar, en casa me consumía. Tenía que escapar de esa ansiedad fuera como fuera, me removía por dentro», cuenta. En cuanto se jubiló, su pareja enfermó de cáncer de hígado y murió el pasado septiembre. «Necesitaba un lugar donde encontrarme con gente y poder hablar con cierta libertad», cuenta Román.
El duelo del marido
Prefiere ir a Enllaç antes que asistir a los centros de día o casals para personas jubiladas. «Allí la gente no te mira con buenos ojos, notas el rechazo. Al resto de personas no les gustaba mi presencia, me miraban mal», explica. Fue de cabeza al centro LGTBI de Barcelona, y le recomendaron asistir al centro de la entidad, especializada en atender personas mayores LGTBI. Asiste prácticamente a diario: «Hago taichí, sevillanas, voy al club de lectura... y asisto cada jue