Los suizos se convierten en ‘locales’ en la Copa América
Para probar sus barcos, los equipos de la Copa América de vela están obligados a entrenar en aguas abiertas. Los suizos, por razones evidentes, no pueden hacerlo en su país. Un año atrás, cuando el defensor del título, que es quien elige el lugar de la competición, el Emirates Team New Zealand, optó por Barcelona para el 2024, el cuartel helvético se alegró. Las comunicaciones con Catalunya, a hora y media de avión, son más fáciles con Suiza que en ediciones anteriores como Auckland, San Francisco o las Bermudas.
Ingenieros aeronáuticos y navales, diseñadores, constructores, deportistas, especialistas en datos... el desembarco del Alinghi Red Bull Team desde el pasado julio ha sido total. Ahora mismo son más de 120 personas que combinan las estrictas rutinas de una competición deportiva de primer orden con una nueva vida en la capital catalana. En muchos casos, con sus parejas e hijos incluidos.
«Disputar una Copa América es una gran aventura que dura tres o cuatro años, es como escalar el Everest con 150 personas y sus familias respectivas. Ellos se quedan en el campamento base y nosotros subimos, pero su apoyo es fundamental. Necesitas mucho esfuerzo y mucha gente, pero somos un gran equipo», describe el ingeniero Adolfo Carrau, que hace tándem con Marcelino Botín para diseñar el monocasco AC75 que tratará de arrebatar la «copa de las 100 guineas» a los neozelandeses.
Carrau, de origen uruguayo, ha pasado por varias de las cinco escuadras contra las que competirá el verano que viene, como los italianos de Luna Rossa Prada Pirelli o los americanos del American Magic New York Yacht Club. Con 47 años y 20 vinculado a la vela, vive en Sarrià con su mujer y dos
Para probar sus barcos, los equipos deben entrenar en aguas abiertas. Los suizos Alinghi Red Bull Team lo hacen en Barcelona, donde 120 personas desembarcaron el pasado julio, algunos con su familia incluida. Desde entonces combinan las estrictas rutinas de competición con su nueva vida.
hijos y asegura que la acogida barcelonesa ha sido fabulosa: «Nos sentimos como en casa». Esa sensación de confort se repite en muchos miembros del Alinghi Red Bull, como también le pasa al diseñador de velas de origen francés Marc Menec. Son los primeros que aterrizaron en Barcelona, buscaron pisos, colegios, actividades, y de momento conocen el viento y las olas del litoral mejor que nadie.
Creen que esta circunstancia puede marcar la diferencia con sus contrincantes, hacerles partir con ventaja. El resto de equipos tendrán que entrenar en Barcelona a partir del 1 de julio por exigencias de la organización, así que llegarán de forma paulatina e irán situándose en las bases.
«Solo el tiempo dirá si estos meses de más aquí nos ayudarán en la Copa», razona un discreto Arthur Cevey, suizo de 27 años que forma parte del power group del monocasco de Alinghi Red Bull que competirá en 2024 o en la preregata de Vilanova i la Geltrú.
Su función dentro del barco es pedalear para producir la energía que mueve los cilindros hidráulicos, con lo que su forma física debe ser impecable. Por eso Cevey y sus compañeros suelen iniciar la jornada en el Club Natació Atlètic Barceloneta, donde el viernes pasado jugaban a pádel o bien hacían bicicleta estática con unas vistas espectaculares sobre la lámina de agua que horas antes habían surcado con su embarcación.
Élites deportivas juntas
«Su llegada ha sido un revulsivo para todos: Barcelona necesitaba un gran acontecimiento como este para remontar, para creer de nuevo en nosotros mismos», interpreta el director de operaciones del Atlètic Barceloneta, Héctor Cruz, mientras muestra las instalaciones «en las que se junta la élite de la vela con la élite del waterpolo». El club cuenta con un equipo en la Champions League de este deporte, explica, mientras que los suizos de Alinghi Red Bull del propietario Ernesto Bertarelli se batirán en los próximos meses para revalidar un triunfo que ya lograron en 2003 y 2007.
El grupo de atletas profesionales entrena como mínimo cuatro horas al día (a veces mañana y tarde) y seis días a la semana, acompañado de fisioterapeutas y entrenadores. La noche anterior les han avisado si saldrían a navegar, ya sea con el AC40 (de 40 pies) o el AC75 (de 75). A veces, las condiciones meteorológicas lo impiden. Pero Tim Hackett, jefe de los trabajadores de la nave donde guardan los barcos, explica que todo está muy pautado.
Precisan unos 45 minutos para tenerlo listo y, una vez regresan del agua, tardan unas dos horas en revisar que esté todo bien. Levantar el barco hasta la base es un proceso largo y nada cómodo. Un nutrido grupo de personas se ocupa, cual hormiguero, de desmontar una parte del barco. Primero las velas, luego la parte eléctrica, finalmente se levanta el casco del agua, se le retira el mástil...
Y entra en una de las dos naves donde, de forma provisional hasta que no esté construida la base junto al Maremàgnum, ahora mismo está el equipo suizo de vela. Uno de los responsables de condicionar el AC40 es su capitán, Diego Torrado, que, orgulloso, indica cuáles son las partes del monocasco: «Me encargo de que esté todo a punto. En el AC75 es sobre todo desarrollo y en este más pequeño hay que montar y desmontar constantemente, es más fácil y manejable. Son trabajos diferentes con complejidades distintas».
La 37 edición de la Copa América de Vela aspira a arrastrar a los barceloneses a engancharse a la competición, que en muy pocos años ha cambiado completamente, recuerda Adolfo Carrau.
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«Solo el tiempo dirá si estos meses de más aquí nos ayudarán», razona Arthur Cevey «Su llegada ha sido un revulsivo: BCN necesitaba un gran acontecimiento », dice Héctor Cruz