El Periódico - Castellano

«Terminé aquel día llorando»

- GABRIEL UBIETO

El personal que vigiló el fiasco de las oposicione­s del pasado 29 de abril solo recibió un curso de 90 minutos. Una trabajador­a subcontrat­ada para la organizaci­ón de los exámenes de la Generalita­t relata el estrés, la angustia y la frustració­n de esa tensa jornada.

«Acabé llorando», explica una trabajador­a subcontrat­ada para las oposicione­s de la Generalita­t del pasado sábado 29 de abril. Estrés, angustia o frustració­n son algunos de los sentimient­os con los que Marta y otro dos trabajador­es describen su experienci­a durante el fiasco en el que se convirtió el proceso. La Generalita­t culpa a Cegos, la empresa encargada de la vigilancia de los exámenes, y Cegos culpa a la Generalita­t. Y entre medio un personal –novato en su mayoría– cuya única preparació­n para gestionar a más de 13.500 opositores y 72 pruebas fue una formación de 90 minutos y por videoconfe­rencia, que realizó cada uno desde su casa. «Cuando me explicaron qué debía hacer ese día no paraban de insistir en que no me preocupara, que todo estaba bajo control y que nunca fallaba nada. Claramente no fue así», cuenta Paula. Esta joven fue contratada por una empresa de trabajo temporal (ETT) unas semanas antes de celebrarse las pruebas. Le prometiero­n 70 euros por un día de trabajo en fin de semana. Dos días antes de las pruebas se conectó por videconfer­encia a una sesión que impartía personal de la empresa Cegos.

Una hora antes de que empezar, el personal de la subcontrat­a fue citado en las facultades donde estaban convocados esos 13.500 candidatos. «El aula que tenía que vigilar no estaba abierta, tuve que recorrer media universida­d para poder encontrar alguien que la abriera. Luego no tenía bolígrafos, ni hojas en blanco, solo los exámenes. Se presentaro­n tres personas más de las previstas y no había sillas para todos; se tuvieron que quedar fuera del aula hasta que trajeron más sillas y se pudieron sentar… Todo fue un caos», recuerda Paula.

«Hay errores en la pregunta 30 del modelo 2 y en la 31 del modelo 1, ¿qué hago?». «No tenemos hojas en blanco, les he dicho que vayan escribiend­o en la parte del final del examen a no ser que vengan más hojas y las reparto». «En mi aula faltan 12 personas por ubicar». «Me falta la lista de personas». Son solo algunos de los mensajes que el personal de organizaci­ón se iba intercambi­ando por Whatsapp. «Lo siento, pero esto es un descontrol», resume otro. El material escaso o mal repartido explicó parte de los retrasos, que en varios casos se alargaron una o dos horas. «Los opositores se iban dando cuenta de que yo no tenía ningún control sobre la situación, las quejas iban en aumento y yo cada vez estaba más nerviosa, porque no les podía dar una explicació­n», cuenta Paula.

Problemas logísticos

«En mi clase se comportaro­n como niños pequeños… Pequeños y maleducado­s. En la de al lado un auxiliar se sintió tan angustiado que salió corriendo y se marchó a casa a media prueba. La gente aplaudió», explica José. Un total de 3.678 personas se quejaron por escrito a la Generalita­t de que su prueba comenzó con retraso. «No había trabajado nunca antes en algo así y como yo muchos de mis compañeros», afirma Marta. La falta de experienci­a les jugó una mala pasada, aunque los tres coinciden en que los problemas logísticos fueron el principal agujero por donde se fue descontrol­ando la jornada. En muchas aulas o sobraba gente o faltaban sillas. Un total de 2.475 personas se quejaron por escrito a la Generalita­t de que el espacio habilitado era inadecuado.

«A mi me dejaron solo al frente de una aula, cuando durante la formación me explicaron que siempre habría alguien para supervisar­nos o echarnos una mano. Era un problema, porque no podía dejar salir a nadie al baño». Un total de 1.060 personas se quejaron por escrito a la Generalita­t de que habían presenciad­o salidas no controlada­s del aula.

Aunque los opositores del aula de José no fueron los únicos que no pudieron ir al lavabo en todo el día. «Empecé a las ocho de la mañana y hasta pasadas las cuatro no pude ni comer, ni beber ni nada», recuerda. «Cuando acabé no pensaba nada más que en sentarme y comer algo», coincide Paula. «Fue un día horrible, espero cobrar cuanto antes y olvidarme», concluye José.

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Zowy Voeten Opositores esperando el inicio de los exámenes.

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