«Terminé aquel día llorando»
El personal que vigiló el fiasco de las oposiciones del pasado 29 de abril solo recibió un curso de 90 minutos. Una trabajadora subcontratada para la organización de los exámenes de la Generalitat relata el estrés, la angustia y la frustración de esa tensa jornada.
«Acabé llorando», explica una trabajadora subcontratada para las oposiciones de la Generalitat del pasado sábado 29 de abril. Estrés, angustia o frustración son algunos de los sentimientos con los que Marta y otro dos trabajadores describen su experiencia durante el fiasco en el que se convirtió el proceso. La Generalitat culpa a Cegos, la empresa encargada de la vigilancia de los exámenes, y Cegos culpa a la Generalitat. Y entre medio un personal –novato en su mayoría– cuya única preparación para gestionar a más de 13.500 opositores y 72 pruebas fue una formación de 90 minutos y por videoconferencia, que realizó cada uno desde su casa. «Cuando me explicaron qué debía hacer ese día no paraban de insistir en que no me preocupara, que todo estaba bajo control y que nunca fallaba nada. Claramente no fue así», cuenta Paula. Esta joven fue contratada por una empresa de trabajo temporal (ETT) unas semanas antes de celebrarse las pruebas. Le prometieron 70 euros por un día de trabajo en fin de semana. Dos días antes de las pruebas se conectó por videconferencia a una sesión que impartía personal de la empresa Cegos.
Una hora antes de que empezar, el personal de la subcontrata fue citado en las facultades donde estaban convocados esos 13.500 candidatos. «El aula que tenía que vigilar no estaba abierta, tuve que recorrer media universidad para poder encontrar alguien que la abriera. Luego no tenía bolígrafos, ni hojas en blanco, solo los exámenes. Se presentaron tres personas más de las previstas y no había sillas para todos; se tuvieron que quedar fuera del aula hasta que trajeron más sillas y se pudieron sentar… Todo fue un caos», recuerda Paula.
«Hay errores en la pregunta 30 del modelo 2 y en la 31 del modelo 1, ¿qué hago?». «No tenemos hojas en blanco, les he dicho que vayan escribiendo en la parte del final del examen a no ser que vengan más hojas y las reparto». «En mi aula faltan 12 personas por ubicar». «Me falta la lista de personas». Son solo algunos de los mensajes que el personal de organización se iba intercambiando por Whatsapp. «Lo siento, pero esto es un descontrol», resume otro. El material escaso o mal repartido explicó parte de los retrasos, que en varios casos se alargaron una o dos horas. «Los opositores se iban dando cuenta de que yo no tenía ningún control sobre la situación, las quejas iban en aumento y yo cada vez estaba más nerviosa, porque no les podía dar una explicación», cuenta Paula.
Problemas logísticos
«En mi clase se comportaron como niños pequeños… Pequeños y maleducados. En la de al lado un auxiliar se sintió tan angustiado que salió corriendo y se marchó a casa a media prueba. La gente aplaudió», explica José. Un total de 3.678 personas se quejaron por escrito a la Generalitat de que su prueba comenzó con retraso. «No había trabajado nunca antes en algo así y como yo muchos de mis compañeros», afirma Marta. La falta de experiencia les jugó una mala pasada, aunque los tres coinciden en que los problemas logísticos fueron el principal agujero por donde se fue descontrolando la jornada. En muchas aulas o sobraba gente o faltaban sillas. Un total de 2.475 personas se quejaron por escrito a la Generalitat de que el espacio habilitado era inadecuado.
«A mi me dejaron solo al frente de una aula, cuando durante la formación me explicaron que siempre habría alguien para supervisarnos o echarnos una mano. Era un problema, porque no podía dejar salir a nadie al baño». Un total de 1.060 personas se quejaron por escrito a la Generalitat de que habían presenciado salidas no controladas del aula.
Aunque los opositores del aula de José no fueron los únicos que no pudieron ir al lavabo en todo el día. «Empecé a las ocho de la mañana y hasta pasadas las cuatro no pude ni comer, ni beber ni nada», recuerda. «Cuando acabé no pensaba nada más que en sentarme y comer algo», coincide Paula. «Fue un día horrible, espero cobrar cuanto antes y olvidarme», concluye José.
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