‘Veles e vents’
Casi dos décadas después de que València entrara en la historia de la regata más famosa, nadie discute que la prueba sirvió para conectar la ciudad con el mar.
El idilio entre Rita Barberá y Ernesto Bertarelli se rompió en la terraza del Veles e Vents, el magnífico edificio del premiado David Chipperfield. El magnate suizo que trajo la Copa América acababa de adjudicarse por segunda vez la regata más importante del mundo y estaba decidido que València volvería a ser la sede de la siguiente edición. Mirando al sur y señalando el poblado paisaje de grúas del Puerto, exclamó: «lo único que molesta para que este sea el mejor circuito náutico del mundo es eso». Bertarelli, pese a un curso acelerado de protocolo valenciano, se pasó varios nudos al ignorar que el poder financiero, laboral y logístico de la ciudad ha sido desde el siglo XV su Puerto.
De paso, se atrevía a rivalizar con el auténtico poder fáctico que representa desde hace varias décadas la familia naviera Boluda, gracias precisamente a esas grúas. Pasó por alto también la estiba, la aristocracia obrera influyente en los sindicatos. Vamos, que su pensamiento en voz alta ante la todopoderosa Barberá, amenazó la paz cívica. Los estadounidenses del BMW Oracle vencieron en la segunda Copa celebrada en València a los suizos del Alinghi de Bertarelli y el prestigioso trofeo, el Deed of Gift, navegó a EEUU. València se quedó con un consorcio, formado a tres partes iguales entre el Gobierno, la Generalitat y el ayuntamiento, y un agujero de cerca de 400 millones de euros por las obras realizadas para acondicionar la Marina. Una deuda que fue asumida y condonada por el Gobierno hace solo unos años tras una larga polémica entre la izquierda ahora gobernante y la derecha que impulsó la competición cuando mandaba, en su política de grandes eventos, donde se organizó dos grandes premios de fórmula 1 en un circuito urbano, precisamente en la Marina, o la visita del Papa en 2006.
Impacto económico
Controversias aparte, casi dos décadas después que València entrara en la historia de la regata más famosa del mundo, nadie discute que la prueba sirvió para conectar definitivamente la ciudad con el mar. Que además del Veles e Vents, que se exhibe con el mejor faro del Mediterráneo del siglo XXI, dejó un impacto económico de más de 2.000 millones de euros y que todo el entorno donde estaban las bases de los equipos es ahora un polo de empresas tecnológicas y centros de formación como el que Juan Roig fundó con Lanzadera, para acelerar start-ups, y EDEM, su prestigiosa escuela de negocios. También que junto con la Ciutat de les Arts i les Ciències es la mejor postal de la València para un turismo de calidad y gastronómico, donde el mítico cocinero vasco Martín Berasategui desembarcará en unos días.
Hubo reuniones para que València acogiera la Copa América que se celebrará el verano que viene en Barcelona. Curiosamente, el alcalde Joan Ribó (Compromís) estaba más por la labor que Ximo Puig (PSPV), quizás para retrasar la aprobada ampliación norte del Puerto, pero hubiera sido difícil de digerir para un electorado que tiene asumido que los grandes eventos de la época del PP, Copa América incluida, son sinónimos de corrupción y despilfarro. Como canta Raimon en Veles e Vents: «Veles e vents han mos desigs complir / Faent camins dubtosos per la mar».
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