El Periódico - Castellano

Morir de miedo y de amor

Ser madre es hacer croquetas, remendar pantalones y pedirle a tu hijo que se lave los dientes. Ser madre es desquiciar­te y llorar en soledad, pero terminas pensando que es lo mejor que has hecho en la vida.

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Ser madre es querer asesinar al compañero de trabajo que, cuando te ve salir de la oficina a las 15.30 horas, te dice: «Qué bien vives». Ser madre es querer decirle a ese cretino que la reducción de jornada va acompañada de una reducción de sueldo y que es un derecho laboral como otro cualquiera. Es saber que, a pesar de todo, te vas a pasar la tarde enviando emails y atendiendo llamadas de trabajo. La conciliaci­ón no existe, como sentencia la periodista Diana Oliver.

Ser madre es ir siempre con prisa. Es mandar un mensaje desesperad­o al chat de madres del colegio pidiendo que alguna recoja a tu hijo porque tú no llegas. Es constatar que necesitas ayuda. Es ser tan fuerte como para pedir ayuda.

Ser madre con pareja es duro. Serlo sin pareja es una absoluta heroicidad, lo más parecido a ser el funambulis­ta Philippe Petit cruzando las Torres Gemelas de Nueva York en 1974.

Ser madre es un trabajo para toda la vida, como sentencia la escritora Rachel Cusck en sus demoledora­s memoir. Es llorar con el Telediario, como recuerda el cineasta David Trueba. Ser madre es marcar límites. Aprender a decir no a tu hijo. Estar, criar y educar. Sonreír y amar.

Ser madre es un antes y un después en tu vida. Ser consciente de que tu vida personal, social y laboral no será nunca como la de antes. Tampoco tu vida sexual.

Robar horas al trabajo

Ser madre es robarle horas al trabajo para ver la actuación de fin de curso de tu hijo, en la que te emocionas. Es hacer croquetas, remendar pantalones cada semana y pedirle a tu hija que se lave los dientes después de quitarle los cien piojos que tiene en la cabeza. Te conviertes en madre cuando empiezas a parecerte a la tuya. Cuando la quieres todavía más. Te quedas con el huevo frito que ha salido chungo para darle el más lucido a tu hijo. Compras alimentos saludables y los cocinas con amor para que tu hijo, como el escritor Fernando Aramburu, te lo agradezca el resto de su vida.

Ser madre es abandonar a tus hijos para tener otra vida, como hicieron la escritora Doris Lessing y la educadora Maria Montessori.

Ser madre es pensar que eres la peor madre del mundo. Es soltar discursos insoportab­les, como explica la escritora Nuria Labari, que califica a las madres como un género en sí mismo.

Ser madre es poner lavadoras y planchar toda la tarde. Pasarse las horas en el parque mientras comparas mentalment­e a tus hijos con otros. Lamentable­mente, ser madre es criticar a otras madres.

Ser madre es angustiars­e por los malditos percentile­s. Ser atea y rezar para que, en cada revisión médica, la pediatra no detecte nada raro.

Ser madre es morirse de miedo. Y morirse de amor. Es dar la vida por tu hijo. Quedarte sin fuerzas.

Ser madre, a veces, es tener tocada la salud mental. Ser madre es, a veces, arrepentir­se. Es perder los nervios, llorar en soledad y preguntars­e en qué momento te pareció buena idea tener un hijo. Ser madre es terminar pensando que lo mejor que has hecho en la vida es tener a tu hija.

Hacia la felicidad absoluta

Ser madre es ser feliz. O convertirs­e en un ama de casa infeliz, como le sucedió a la autora Laura Freixas. Es la felicidad más absoluta, un deseo cumplido. O «una camisa de fuerza para la mujer», como sentencia la escritora Siri Hustvedt.

Ser madre es desear que tus hermanos se lleven a tu hijo el fin de semana para quedarte sola en casa. Sola. Es abrazar el caos y aprender que «nadie te prepara para la angustia y la sierra mecánica insertándo­se en tu cerebro que es ver llorar a tu bebé», nos dice la periodista Mónica de la Fuente.

Ser madre es tener una sobredosis de azúcar cuando ves a tu hijo dormido, abrazado a su peluche. Es querer detener el tiempo, no resignarse a que ese tierno y perfecto crío crezca y se convierta en un adolescent­e.

Ser madre es lidiar con la adolescenc­ia y echar de menos los biberones, los pañales, los besos, los achuchones y las manualidad­es en las que tu hijo te escribía que eras la mejor madre del mundo.

Ser madre es no juzgar a tu hija adolescent­e. Angustiart­e ante la posibilida­d de que tu hijo no quiera seguir estudiando. Dejar de invertir en ti para invertir en tu hija.

Ser madre es seguir cocinando croquetas para tu hijo, aunque haya cumplido ya los 35 años. Ser madre es desear ser abuela. Ser madre es amar. Siempre.

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Jordi Cotrina Una madre juega con su hijo en la arena de la playa.
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Olga Pereda

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