‘Seven Psalms’ Paul Simon
Poco ordinaria es la razón que ha llevado a Paul Simon a decidirse a compartir con la humanidad una nueva pieza de música. Aunque le dábamos por retirado tras el
de 2018, un episodio de aspecto fortuito ha precipitado esta suerte de bis discográfico: un sueño, así lo ha declarado el músico, que tuvo una noche y que le impulsó a ponerse a escribir intensamente en diversas y consecutivas madrugadas.
parece una obra surgida de más allá de los confines terrenales, de las visiones en los abismos durmientes y de la conciencia espiritual que siempre ha flotado en torno a la obra de Simon ya desde los días de
(«el cielo guarda un sitio para quienes rezan»). Es un disco de siete cantos de alabanza o invocación a Dios (eso, y no otra cosa, son los salmos) enlazados en forma de ciclo de 33 minutos, empezando con una ofrenda divina,
(«El Señor es mi ingeniero / El Señor es la tierra sobre la que cabalgo»), y que culmina con un «amén» a través de la mención a la figura infantil y el augurio de una benéfica eternidad: «El cielo es hermoso / casi como casa / ¡Niños! Preparaos / Es tiempo de volver a casa».
Diálogo entre vacas
Arropando estos versos con vistas a la trascendencia, un Paul Simon reducido a los mínimos, a su voz, debilitada pero clara a los 81, y a sus guitarras y su dobro. Pulsa las cuerdas con pulcro virtuosismo, en impresionista modo y dejando que, en ocasiones, con extrema discreción, se cuelen instrumentos como la flauta, el cello y esa especie de laúd llamado tiorba, así como percusiones con acentos exóticos de gong y gamelán. Canciones de propiedades balsámicas, que deslizan esbozos de estribillo y vestigios del blues y el folk: ahí está