La dirección novel
A medida que en la ceremonia de los Goya iban sucediéndose las presentaciones, los gags, las canciones, las fotografías en grupo, las reivindicaciones, los candidatos y los premiados, La sociedad de
la nieve, de J. A. Bayona acumulaba un premio tras otro: efectos especiales, vestuario, maquillaje y peluquería, sonido, actor revelación, montaje, fotografía, dirección artística, dirección de producción y música.
Son los galardones que acostumbran a llamarse, equivocadamente, de orden técnico, con la excepción del de actor revelación ganado un poco contra todo pronóstico. En muchas ocasiones, en ceremonias cinematográficas de estas características, el filme que acumula estos premios no acostumbra a ser el que se lleva el principal. Al cierre de esta edición, teniendo en cuenta que año tras año la ceremonia de los Goya se alarga siempre más de lo previsto, y con relleno innecesario, aún no se habían revelado los premios a la mejor película, dirección, guion e interpretación femenina y masculina. Veremos si este año se cumple el extraño axioma, teniendo en cuenta además que la película de J. A. Bayona es una de las cinco candidatas que pugnaran por el Oscar a la mejor película internacional dentro exactamente de un mes.
No es sorpresa
Lo que sí es una certeza, y ya no resulta ninguna sorpresa, es que el Premio Goya para la mejor dirección novel recaiga en una directora, Estibaliz Urresola Solaguren, responsable de 20.000 especies de
abejas, lo que confirma la imparable aparición anual de mujeres cineastas: desde 2018 el premio Goya en esta categoría lo han ganado Carla Simón ( Estiu 1993), Arantxa Echevarría (Carmen y Lola), Belén Funes ( La hija de un ladrón), Pilar Palomero ( Las niñas), Clara Roquet ( Libertad), Alauda Ruiz de Azúa
( Cinco lobitos) y Urresola Solaguren, sin ningún cineasta masculino que rompa la sólida cadena, lo que también se ha expandido en los festivales internacionales con recompensas para Alcarràs, Crea
tura y O corno, entre otras. Los Goya iniciaron esta reveladora tendencia.
■ «monstruos» en la industria (no se refería a Alien) y tuvo el detalle de compartir el galardón con su dobladora al castellano, la barcelonesa María Luisa Solá.
Emoción
En el top 3 de momentos emotivos de la ceremonia hay que reservar un lugar para la entrega (en diferido) del Goya de Honor al legendario director de fotografía, investigador y restaurador Juan Mariné, toda una vida –y qué vida: 103 años llevados con envidiable lucidez- consagrada al celuloide. Lo presentó José Sacristán, que subrayó que Mariné «se dejó la retina» en conservar el patrimonio cinematográfico. Hubo también algo especial en los aplausos que suscitó el premio al mejor documental para Mientras seas tú, el aquí y ahora de Carme Elias, que la directora,
Claudia Pinto, quiso dedicar «a las 900.000 personas que sufren alzhéimer en este país y a las familias que los cuidan». Y fue bonito el homenaje póstumo que Ana Belén y Los Javis brindaron a la vallisoletana Concha Velasco, fallecida el 2 de diciembre, con un chispeante
medley de La chica ye-yé y Mamá, quiero ser artista.
Por lo que respecta al resto de las actuaciones musicales, consignar la pertinencia de ese Se acabó que cantaron India Martínez, María José Llergo y Niña Pastori; valorar el curioso crossover que se montaron Amaia y David Bisbal a cuenta del infalible Mi gran noche de Raphael, y destacar la proverbial desenvoltura de los Estopa, que, en un entorno tan aparentemente ajeno como el de la gala de los Goya, tuvieron el cuajo de reivindicar a Los Chichos con una versión de Quiero ser libre. ◼
Sigourney Weaver
puso al auditorio en pie e hizo un encendido elogio del cine español