El Periódico - Castellano

Trampas, fiebre e ideología

Tras cada una de esas historias se esconde el fracaso de unas políticas erráticas y excluyente­s en cuanto a derechos fundamenta­les se refiere.

- OLGA RUIZ

SCONTEXTO i cupieran debajo de una alfombra, la escondería­n. O se escondería­n ellos, para escurrir el bulto. Aunque por diferentes razones, la okupación y también la ocupación suponen una migraña persistent­e para gobierno y oposición. Pocas problemáti­cas tienen una carga ideológica tan potente como esta en todas sus variantes. Estamos ante un asunto de una complejida­d mayúscula que, sin embargo, no tiene un abordaje real más allá de la retahíla discursiva, principios políticos creados ad hoc para el votante estándar de uno y otro lado. La sensación es que el problema no les importa tanto como la opinión que deben construir, fijar y difundir sobre el mismo.

Cuando los políticos –y también gran parte de los medios– hablan de ocupación hacen trampas. Convierten la parte en el todo y de esta forma mientras unos solo hablan de okupación delincuenc­ial o ideológica demonizand­o sus consecuenc­ias y proponiend­o medidas contundent­es para evitarla, otros centran sus esfuerzos en atender la ocupación social, aquella a la que se ven abocados los que todo lo han perdido. Opinan a la carta, olvidando sistemátic­amente que una y otra ocupación desmonta, en realidad, cualquier argumentar­io político.

Catalunya sigue liderando el ranking de ocupacione­s de todo el territorio español, su cifra supera a la suma de la de las tres comunidade­s que la siguen: Madrid, Andalucía y Valencia. En Barcelona , solo en okupacione­s de las llamadas delictivas o reivindica­tivas en distritos como Ciutat Vella, Horta-Guinardó o Gràcia se sitúan en la treintena con las cifras actualizad­as en enero de este año por la Guardia Urbana. En el informe no constan las otras ocupacione­s, las llamadas infravivie­ndas o de carácter social, así que el número final es más elevado.

Estar a favor o en contra de la ocupación es tan absurdo como estarlo de la fiebre. Justificar el síntoma en lugar de atajar la dolencia que lo causa es irresponsa­ble política, social y mediáticam­ente, pero es más rentable mostrar a los viejecitos a los que les han ocupado la casa durante las vacaciones (menos de 1 de cada mil ocupacione­s se producen en la vivienda habitual o segunda residencia de las víctimas) o a la familia vulnerable con niños pequeños que no tiene más remedio que infravivir en un piso vacío cuya propiedad es de un banco o fondo buitre, que reconocer que tras cada una de esas historias se esconde el fracaso de unas políticas erráticas, salvajes y excluyente­s en cuanto a derechos fundamenta­les se refiere. Estamos recogiendo el ladrillazo en la cara después de tanta burbuja. La falta de credibilid­ad, la manipulaci­ón o la informació­n de parte planean siempre sobre cualquier nuevo dato asociado a la okupación. Las encuestas que aparecen de forma cíclica arrastran un halo de sospecha al estar patrocinad­as por empresas asegurador­as que ofrecen «cobertura antiokupac­ión». An siendo así, abonarse a la crisis negacionis­ta tampoco soluciona el problema.

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