La centralidad del PSC
El congreso ordinario del PSC se ha convertido en extraordinario: la primera gran cita de la precampaña de las elecciones catalanas del 12 de mayo. El giro de guión del no de los Comuns a las cuentas de la Generalitat no sólo ha matado dos pájaros de un tiro al dejar sin presupuestos a Catalunya y a toda España, sino que ha alterado el calendario electoral. El PSC no es un partido de centro –se sitúa en la izquierda socialdemócrata y en el catalanismo federalista–, pero ha recuperado la centralidad en la política catalana y se presenta como la «fuerza tranquila». Los ascensos de las alcaldesas Lluïsa Moret y Núria Parlon, viceprimera secretaria y portavoz, son los cambios más notables en la ejecutiva.
El partido forjado por Joan Reventós inicia la carrera electoral encabezando las encuestas y como vencedor del último ciclo electoral: catalanas del 2021 (23%) y municipales (23,7%) y generales (34,5%) del 2023. El PSC, que había nacido para que los ciudadanos de Catalunya no tuvieran que decidir en el plano identitario, tocó fondo con el procés y se ha recuperado en el posprocés. Primero de la mano de Miquel Iceta, ratificado como presidente del partido, y después de Salvador Illa, que intenta que la «política útil» sustituya el debate divisorio sobre qué somos por el debate transversal sobre qué hacemos.
Illa se sitúa en la senda del tarradellista Romà Planas, su mentor político, que le enseñó que en política, como dijo el president Tarradellas, se puede hacer todo menos el ridículo. El «servicio público» y la «excelencia» –después del procés, las instituciones– es la divisa que esgrime desde su corta victoria en las catalanas de hace tres años que le situó como líder de la oposición, primero frente a un Govern de ERC y JxCat, y después ante el Govern minoritario del president Aragonès. «¿Qué quiere decir pasar página», se ha preguntado en la clausura del congreso, y ha respondido: «Unir y servir a los catalanes». Los electores decidirán el 12-M si el independentismo sigue siendo mayoritario en escaños o si otorgan al PSC una mayoría sólida para que Illa sea el nuevo president.
Entre tanto, el cambio de guión provocado por el adelanto de las catalanas tiene su derivada en política española. El año electoral –gallegas, vascas y europeas– incorpora la cita catalana a menos de un mes de los comicios a la Eurocámara. Este era el test que afrontaba el PSOE tras su fracaso en Galicia y que debía servir para evaluar el coste de la ley de amnistía y el grado de erosión por el caso Koldo. Ahora, un triunfo del PSC reforzaría la posición de Pedro Sánchez, pero si Illa no alcanza la presidencia de la Generalitat, su fracaso podría augurar un final abrupto de la legislatura española.
La derivada española del 12-M se ha reflejado en el congreso: Zapatero participó en la apertura y Sánchez en la clausura. Su diagnóstico –«Catalunya nunca avanzará ni sola ni dividida; avanzará unida»– y su receta: «Reforzar el autogobierno». Sería deseable que el debate electoral se centrase en los retos que afronta Catalunya, que el futuro de sus ciudadanos no sea un debate instrumental sino central. Illa ha iniciado con buen pie la carrera electoral, pero deberá superar dos obstáculos: la incógnita sobre el coste de la amnistía y las heridas del caso Koldo en las que hurgarán sus adversarios.
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Si Illa no alcanza la presidencia de la Generalitat, podría haber un final abrupto de la legislatura española
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