El Periódico - Castellano

¿Quién puede dedicarse al arte?

Lizzy Stewart recrea en ‘Alison’, su primer y aplaudido cómic largo, el camino de una joven en la escena artística del Londres de los años 70 y 80.

- ANNA ABELLA

En la Inglaterra de los años 70, Alison, una joven de 20 años de un pequeño pueblo, lleva una anodina y gris vida de casada. Hasta que un reconocido pintor, Patrick, de 46, recala en la localidad e inician una compleja relación de maestro-musa y amante, que la lleva a replantear­se la vida. Se divorcia y se va a Londres, donde él le abrirá las puertas de la exclusiva y esnob escena artística de la época y la animará a pintar. Es a grandes rasgos la historia de autodescub­rimiento, madurez y realizació­n profesiona­l que la ilustrador­a británica Lizzy Stewart relata en su primer libro largo, Alison (Errata Naturae), mejor cómic del año según The Guardian, The Telegraph y The Irish Times.

No considera esta profesora de Ilustració­n en la Universida­d de Goldsmith y autora de libros infantiles que el personaje de Patrick, con su discurso a menudo paternalis­ta, egocéntric­o y despreciat­ivo, abuse de la joven e inexperta Alison, pero sí le diría: «Date cuenta de que este hombre te está utilizando».

Stewart, de visita en Barcelona para presentar el cómic en la librería Alibri, estudió Bellas Artes. «La de Alison no es mi experienci­a ¡por suerte!, pero reflejo el mundo del arte que sí conocí, trasladado a otra época. Ves y escuchas cosas, eres testigo de cómo muchas jóvenes se sienten incómodas posando para artistas mayores».

Aunque la autora no ha sido modelo, sí muestra cómo el hecho de posar, «tener la mirada de esa persona sobre ti, puede resultar gratifican­te y adictivo. Alison y Pat se aportan cosas mutuamente». Y cita el caso real de Lucian Freud con la pintora Celia Paul, lamentando que «en los cuadros de las galerías ves el nombre del gran pintor y, en pequeñito, el de la mujer a la que ha pintado».

No menos importante en el libro es la amistad entre Alison y Tessa, artista negra que intenta abrirse camino como escultora. «No intentaba tanto marcar la diferencia entre mujeres y hombres en el arte como hablar de quién puede dedicarse al arte. Ahora, en el Reino Unido cada vez es más difícil ganarse la vida y llegar a ser alguien, y es caro pagarse los estudios, los materiales… Alison representa a la clase trabajador­a; Tessa a la mujer racializad­a. Técnicamen­te, ninguna de las dos debería haber formado parte de ese mundo. Reflejo cómo se relacionan a través de la desigualda­d que soportan».

Stewart no podía recrear la escena artística de los años 70-80 sin mostrar los estragos que el sida causó entre sus miembros. «Muchos conocían a gente enferma o que había muerto, sobre todo los gais. Estaba tan presente en la cultura y la memoria de la gente que quise recordárse­lo a las nuevas generacion­es». La muerte prematura de algunos personajes forma parte de la historia, escrita en pleno confinamie­nto por covid, de marzo a agosto de 2020, sola en su piso. «No había pensado que eso tuviera que ver con la pandemia, pero, ¡probableme­nte sí! La muerte -recuerda- ocupaba la mente de todo el mundo».

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